Carmen Cecilia Suárez ha
publicado tres libros de cuentos en los que trata el tema del amor, el
erotismo, la pareja y la identidad de la mujer. El primero, Un vestido
rojo para bailar boleros, salió a la luz en 1988 y gracias a la
entusiasta acogida de los lectores colombianos, se encuentra actualmente
en la novena edición. Varios de sus textos han sido incluídos en
antologías como Amórica latina, mi cuerpo, mi continente, de Erna
Pfeiffer, publicado en Austria y Alemania y Ellas cuentan, de Luz Mery
Giraldo, selección de autoras colombianas. También han sido traducidos al
inglés y publicados en revistas literarias en los Estados Unidos, donde su
obra se estudia en diversas universidades. Con un doctorado en Educación,
de la Universidad Florida State, la autora ha dedicado su vida a la
educación universitaria, pero encontró el espacio para dar salida a su vocación literaria, motivada
por su experiencia vital. Tiene un título honorífico en literatura del
Taller Internacional de Escritores, de la Universidad de Iowa, Estados
Unidos. | |
Foto: Carmen Cecilia Suarez |
El tibio veneno
(Cuento de Carmen Cecilia Suárez, tomado de su libro La otra mitad de la vida - Editorial La serpiente emplumada - Sept. 2001, Bogotá)
En
ésta vieja casa, llamada «de los Virreyes», desde el corredor mirando al
patio, pienso sobre los últimos acontecimientos. Mi perro Amistad
yace a mis pies.
Por
aquí han pasado, antes de mí -
y
desde su construcción por Dionisio Pérez Manrique, el Marqués de
Santiago, -
los
representantes del Rey, Caballero y Góngora y Sámano, para descansar
en su camino de Honda a Bogotá. Luego el odiado Santander y él, el
amado, Bolívar. Fue
acá, después de la partida hace algunos meses, en éste clima reparador de
Guaduas y es posible, entre las flores amarillas y rojas del patio
andaluz, donde me escribió aquella misiva en la que habla de nuestro
amor y me pide prudencia: «Querida Manuela: voy lleno de pena por tu
aflicción y la mía por nuestra separación. Amor mío, mucho te amo...»
Mucho te amo, dice. Es cierto, lo nuestro fue una fusión de cuerpos y
almas. Sólo yo pude ser su compañera y su igual en el deseo de libertad y
en la capacidad de romper con lo viejo para crear. Este amor diferente es
nuevo, como la revolución que engendramos. No ese amor solapado y
mentiroso, en el cual las mujeres fingen ser sumisas y
condescendientes.
Hoy
me siento incorpórea sin su afecto. Su presencia en mi vida fue más allá
de los amores fugaces y se volvió cotidiana, entrelazada en el fluir de
los días, de tramas espesas, urdidas lentamente, con palabras y roces. Eso
la hace inexpugnable. Si se deja, se altera la vida
misma.
Aprendí
de memoria sus movimientos. Uno a uno los absorbí, de tanto mirarlo y se
quedaron conmigo, junto con su olor y sus sueños.
Lo
he asumido como un fantasma en mis afectos. A veces siento su voz
retumbando en los rincones, ese tono metálico, ronco, con que imponía
silencio. Y lo veo, así no esté ahí y me duele nuevamente, así no esté
ahí.
Es
como la estrella Venus cuando brilla, todos los luceros se ven pálidos
desteñidos a su lado.
Ahora
mi deseo es unirme a él en Santa Marta. Pero he recibido sus mensajes en
los que me suplica permanecer en esta villa. No entiendo la tardanza. Mas
cuando en carta de ayer, de La Croix me informa de su delicado estado de
salud, de su agonía. Al leerla sentí un hormigueo en el cuerpo,
un aleteo en el estómago, como si estuviera al borde de un
precipicio. Fue algo como lo que puede sentir un animal ante el
peligro. Algo que no tiene que ver con la razón, sino con un «alerta» del
instinto.
Sin
embargo sigo aferrada a la esperanza. No puede morir. Si muere,
moriré yo también. Ya tengo en un cesto, debajo de la cama, una
serpiente cascabel, que Natán y Jonatás, mis fieles sirvientas,
han comprado a un campesino en la plaza principal, enfrente de esta casa y
de la iglesia. Entiendo ahora a Cleopatra en su derrota, lejos de sus
amantes, su país entregado al enemigo. Ella murió así, con el tibio veneno
de un áspid en sus venas...
¿Cómo
será la muerte? Dicen que la energía o el alma deja el cuerpo y queda
el caparazón vacío... Me
han advertido que mi brazo se hinchará con la mordedura y que la muerte no
se hará esperar...
Estoy
lista para encontrarla.
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