CONTRA LOS
GERENTES DE LA LITERATURA EN COLOMBIA
Por Eduardo García Aguilar
La poesía y la literatura no sólo deben ser escritas
sino vividas y con mucha mas razón en estos tiempos que, como en
casi todas las épocas, se caracterizan por la violencia, la
competencia y la codicia generalizadas. Ahora en el mundo de los libros
todo es dinero, cifras de ventas y contratros, marketing, promoción,
agentes literarios, publicidad, escándalo. Y en esa guerra por lo regular
los que más suenan son comerciantes avorazados que en todo piensan menos
en lo que es y ha sido el ejercicio de la literatura y el pensamiento en
el mundo: un acto de rebeldía y dignidad humanas.
No es extraño ver ahora subidos en los podios a
verdaderas bestias de la cultura y a muñecas de falsa porcelana que han
sido aupados allí por exitosas estrategias de venta, haciéndose pasar por
grandes autores. Basta pensar en escritores latinoamericanos como
Felisberto Hernández, Juan Rulfo, José Lezama Lima, Jorge Luis Borges y
Julio Cortázar y del mundo recordar a Marcel Proust, Thomas Mann, Walter
Bejamin, Joseph Roth y Elias Canetti para entender que la literatura es
algo distinto a esas obras escritas con una prosa fácil y plana que
reproduce los más triviales lugares comunes para gusto de tontas amas de
casa adineradas o « gomelos » que compran la ultima novedad para llevarla
de regalo a una novia anancefálica o al cumpleaños de un jefecillo idiota.
Como por fortuna en muchos países del mundo aún hay
espacios verdaderos para la cultura, porque el dominio total de la
violencia y la corrupción fueron limitados por largas tradiciones de
civilidad, es necesario rebelarse en Colombia contra esa gran impostura
que se ha ido imponiendo ahora que la plutocracia española decidió
regresar a hacer la reconquista de nuestros países por medio de grandes
grupos avorazados que poco interés tienen en la cultura y caminan con
patas de gigantescos animales hediondos a neo-franquismo por los vastos
territorios del continente.
América Latina tuvo momentos de gloria editorial
cuando en la primera mitad del siglo XX florecieron grandes editoriales en
Argentina, Chile y México, que circulaban ampliamente en el resto de los
países. Ese auge era acompañado por la existencia de revistas tan notables
como Sur en Buenos Aires, Contemporáneos y Vuelta en México y Mito y Eco
en Colombia, para sólo mencionar algunas. En editoriales como Sudamericana,
Joaquín Mortiz, Monteávila,Fondo de Cultura Económica y tantas otras en
todo el continente aparecían libros que todavía marcan los espíritus y que
eran escogidos con criterios de amplia calidad estética. Los requisitos no
eran el éxito inmediato y rápido, sino dejar una huella en la cultura,
tejer lazos con el pensamiento y el arte mundiales, por lo que en esas
editoriales cabían colecciones de ensayo, poesía, relatos y ficciones que
no buscaban sólo un entretenimiento fácil. La literatura no se reduce a
autores de narrativa como creen en el evento Bogotá, capital mundial del
libro:
es también poesía, ensayo, pensamiento, crónica, aforismos, panfleto y
diatriba como ocurrió en otros tiempos más gloriosos de España con Valle
Inclán, Gómez de la Serna y Cernuda.
La gran pléyade de autores latinoamericanos, incluso
en el campo de la crítica, la poesía y el ensayo, ahora casi desaparecidos,
y la vasta obra de otros autores mundiales que eran traducidos con amor y
pasión circulaban en las librerías, como ocurrió en Colombia con la
inolvidable Librería Buchholz. En muchas ciudades de provincia había
librerías que eran atendidas por pesonas idóneas que aconsejaban e incluso
hacían de esos espacios verdaderos lugares de discusión y oasis de cultura.
Pero ahora en Colombia me da la impresión de que todos tenemos que seguir
como borregos los dictámenes del gusto comercial de los mercaderes
españoles: lo que ellos digan se convierte en la gran literatura
colombiana de hoy sin que haya crítica ni la más mínima protesta en el
llamado miedo ambiente creado por este regimen caudillista, corrupto y
fríviolo en el que vivimos desde hace años. Nos inventan como genios a
señoras escritoras de novelas rosas, geniecillos dominicales que vomitan
la autobiografía y nos muestran con lágrimas hasta su ropa interior sucia,
nos sacan del sombrero rebeldes de un neocostumbrismo de pacotilla, nos
escupen poetisas con estatua plástica, que son sólo las nuevas Corín
Tellado del ejercicio poético como si no hubiera tradición en América
Latina y en la propia Colombia. Y no pasa nada: el dictamen lo hacen los
petimetres desde Bogotá mientras los obesos capataces españoles hacen
timbrar la caja registradora.
Hay que rebelarse contra esta gran impostura
totalitaria en materia de literatura en Colombia. Me resisto a creer que
en las facultades de humanidades no haya jóvenes dispuestos a rebelarse
contra esta trampa haciendo huelgas literarias contra los genios del lugar
común, la autobiografía lagrimeante y la novela y la poesía rosas
colombianas de hoy. Que la ministra de Cultura del caudillo se atreva a
decir en México, en una conferencia de prensa, que Fernando
Vallejo « no está contemplado » como autor para la Feria Internacional del
Libro de Guadalajara dedicada a Colombia, me parece un escándalo que
muestra los niveles a donde ha llegado la censura en Colombia. ¿Con qué
derecho la ministra decide excluir de la literatura colombo-mexicana, como
en los conventos, a Vallejo, con quien uno puede estar en desacuerdo en
muchísimas cosas, pero hay que reconocerle que es uno de los pocos que
tiene la valentía de decir ciertas verdades incluso al presidente o al Rey
de España y no callar a cambio de una invitación, una copita de vino, una
empanada o una canonjia?
¿Qué significa pues vivir la literatura en vez de
escribirla? La respuesta es simple: es un acto de rebeldía contra los
poderes y una distancia frente a la vida y el mundo que parte desde la
vida y el mundo mismos. Creo muy difícil que haya literatura sin
generosidad, rebelión y humanismo, palabras que ya están pasadas de moda y
tal vez sean anacrónicas y ridículas para el generalizado espíritu
empresarial de estos tiempos paraliterarios.
Porque de la misma forma que los políticos han
decidido gobernar como si se tratara de gerenciar, los escritores viejos y
jóvenes de ahora han decidido en su mayoría « gerenciar » sus propias
carreras literarias y escribir según criterios de marketing, en espera de
que los inviten a una feria o a un coctel. Aunque este fenómeno es mundial,
es necesario reconocer que en muchos países, como Francia y México, hay
espacios reales para la literatura por fuera del marketing, pero que en
países como Colombia y otras republiquetas el único espacio
es el que dicta el comercio y la publicidad gachupinas. Incluso las
universidades, los periódicos y las revistas se han vuelto sólo ventanas
publicitarias gratuitas de lo impuesto de manera arbitraria por los
gerentes españoles y sus petimeteres colombianos de las editoriales
multinacionales implantadas en las colonias. Y las autoridades capitalinas
y nacionales reservan los grandes pedidos de libros para los tres grandes
grupos y excluyen a las pequeñas editoriales colombianas
Es hora, pues, de rebelarse contra los gerentes de la
literatura colombiana. Y la próxima Feria Internacional del Libro de
Guadalajara en México puede ser un buen momento para quitar las máscaras
de esta « Colombia es pasión » que sólo es un nacionalismo hipócrita y
servil de arrodillados ante la plutocracia norteamericana y española.
¿Bogotá, capital mundial del libro?: sería mejor decir Bogotá, capital
mundial del marketing literario.