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La poesía amorosa china

por: Harold Alvarado Tenorio
La poesía
china goza de una tradición de tres mil años, a través de los cuales ha
desarrollado sus formas, metros y estilos. Los dos mejor conocidos tipos de verso
son el shi
y el ci.
El primero es la más remota forma de poesía, escrita a menudo con un estricto
número de monosílabos para cada verso. El segundo, que alcanzó su apogeo
durante la dinastía Song, es un verso con irregular
número de palabras, escrito para una melodía determinada. El chino, además,
es una lengua de naturaleza musical. La frecuente omisión del sujeto en sus
frases, la inexistencia de una expresa diferencia entre los tiempos verbales,
el número en los sustantivos y el caso o el género de los pronombres, ha
contribuido a forjar un verso que resulta una materia compacta, cuya
interpretación es casi un acto adivinatorio. Es quizás, por esas
circunstancias, que desde sus primeros poemas los chinos relacionaron la
poesía con la música.
En cualquier nivel social, la poesía ha penetrado en
la vida y la historia, y quizás no haya otra faceta de su cultura que posea
más universal aprecio. En China no han existido los poetas profesionales,
pero se puede decir que «la gente común» con sus formas coloquiales y estilo
del habla, y los literatos, de vasta erudición y sofisticadas sensibilidades,
son los que con mayor frecuencia la han producido. Ha sido escrita por emperadores y sus amantes, por
monjes y generales, ciudadanos y campesinos, pero sobre todo por
funcionarios, hombres educados en la escritura y lectura de los clásicos, así
también sea cierto que para los chinos, en general, siempre ha estado primero
la realización de sus ambiciones a través de una prolongada carrera
administrativa, y luego la escritura de poemas.
La poesía en China
ha estado ligada a la vida y las actividades de la gente más que en ninguna
otra cultura. Su poesía ha servido para
cantar a los espíritus de los antepasados, celebrar las bellezas de la
naturaleza, demostrar amistad,
servir de compañía en las reuniones sociales, hacer críticas políticas, serenar el
dolor, o progresar en un galanteo amoroso. Dos hechos llaman la atención en
esta poesía: su antigüedad y continuidad. El descubrimiento, en el siglo
primero antes de nuestra era, de una técnica para hacer papel y la invención
de la imprenta, siete siglos después, ayudó grandemente a la diseminación y
conservación de la literatura, y desde entonces son cientos y cientos los
trabajos que los chinos han consagrado a la recopilación y estudio de su
poesía. Otra de sus virtudes es su fácil comprensión, así la poesía china,
como cualquiera otra gran tradición poética, tenga sus convenciones
particulares, algunas de las cuales suelen parecer extrañas a un lector
común. El tratamiento que han dado al amor romántico, por ejemplo, aparece
presentado casi en exclusivo desde el punto de vista de las mujeres, haciendo
énfasis en el sufrimiento y desamparo de su situación. En otros casos, la
corte imperial y los monarcas y concubinas, son equiparados a los cielos, o a
maravillosas damas del firmamento, y los favores del emperador, a la lluvia
que da vida o el rocío de la mañana.
Además de estos estereotipos, la poesía china tiene
un buen número de mitos y leyendas que sirven para agregar significantes a
sus habituales alusiones a famosos sucesos y personajes del pasado. Y como se
ha dicho muchas veces, esta tradición poética tiene un tono que se acerca mas
al sentido común y es raramente filosófico, o vinculado a cosas supranaturales o extravagantes vuelos retóricos o de
fantasía. Por esta razón, incluso en poemas muy antiguos, es fácil entender
sus significados, porque se ocupa de las preocupaciones de hombres y mujeres
en todos los tiempos.
Otra de las particularidades de su poesía es su
contención y decoro. Ni los antiguos ni modernos chinos han redactado
poemas épicos. En esta poesía no hay temas heroicos ni de elogio de las
armas. Las guerras y la violencia jamás son exaltadas y cuando son
mencionadas, o referidas, es para lamentar sus consecuencias o condenarles. De otro lado, los temas eróticos son tratados, en la
mayoría de los casos, de forma comedida. La atracción sexual es sugerida mas
a través de las descripciones de los trajes, el maquillaje, los artículos de
uso diario y personal, que por los cuerpos mismos, y toda manifestación
de indecencia queda oculta tras
eufemismos que apenas pueden ser comprendidos por los entendidos. Reflejando,
así, todo ello, la enorme influencia que el confucianismo ha ejercido en la
poesía, donde las artes y virtudes civiles son más apreciadas que las
militares.
La poesía es para los chinos el resultado de un arduo
trabajo con la lengua y el deseo de expresión, mas que una derivación del
carácter o las rarezas de un genio o la divina inspiración. Es un arte que
cualesquiera, siguiendo las reglas de la prosodia, puede escribir. Para la
llamada gente culta y en especial para los empleados del estado, la poesía ha
sido un elemento imprescindible en la vida diaria. Los poemas se redactan
para celebrar bodas, banquetes, lamentar las separaciones entre amigos,
encomiar los hechos de la vida cotidiana, recordar los escenarios de un
viaje, sanear el dolor y las penas, o simplemente terminar con el tedio o
perfeccionar las habilidades literarias. La costumbre de echar a las suertes, entre un grupo de
amigos, el ritmo o los ritmos en que serían escritos los poemas, o de
concordar con las cadencias del poema de otro, ya fuese empleando las mismas
cualidades rítmicas o partiendo de las mismas palabras, hicieron de la
composición de poemas una suerte de competencia, que daba a la invención
lírica calidad lúdica. Además, para los chinos la poesía está mas ligada a su
creador que a su propio lenguaje, haciendo del poema casi un rasgo
autobiográfico, iluminando la existencia del poeta, haciendo que su entera
compresión solo sea posible si se lee en el contexto de su vida misma. Un
poema es la voz de un poeta que involuntariamente se dirige a la posteridad o
el mundo, pero que habla casi en exclusivo para un grupo de amigos o quizás a
si mismo. Por eso la gran mayoría de los poetas de ayer y de hoy escriben
mas, para su inmediato entorno de amigos y conocidos, que para el publico en
general y es mas que suficiente si ellos celebran su trabajo.
China ha sido un
país de agricultores y de allí la importancia que se ha dado -en y fuera de
la poesía- a «la naturaleza»: los cambios de las estaciones, la observancia
de los rituales o el destino de los campesinos. En contraste con las
ciudades, que representan riqueza, poder y corrupción, las montañas ofrecen
seguridad, serenidad y libertad, un lugar donde uno puede disfrutar de la
grandeza de los paisajes, llevar una vida de acuerdo con las reglas del
taoísmo o el budismo, o ir a la búsqueda de plantas medicinales que
prolonguen la vida. Para los poetas burócratas, amenazados casi siempre por
los reveses de la fortuna o la muerte, soñar con una vida placentera entre
las montañas fue uno de sus ideales. Sin contar que cuando las guerras
civiles estallaban, o los invasores extranjeros venían del norte, ir hacia
las montañas era la casi única forma de salvar el pellejo. Pero si los
occidentales ven en la naturaleza una expresión del Ser Supremo, para los
chinos, imbuidos de taoísmo y budismo, la naturaleza es el cuerpo mismo del
ser absoluto. Para ellos cada elemento del paisaje, desde el más sublime
hasta el más bajo, son manifestaciones idénticas del Tao. Y el hombre, lejos
de ser el amo y protector de la creación, es apenas uno más de esos elementos.
Aun cuando en las antiguas colecciones de poemas
abunda el tema de la muerte, fue durante la época Han cuando los poetas
cantaron, con mayor vigor, a la aterradora brevedad de la vida y el miedo a
desaparecer. Con el tiempo, el arte y la literatura se han ocupado del
asunto, celebrando la inmortalidad mediante la búsqueda de ella en los
vientres de las montañas, o volando hacia los cielos en las alas de alguna de
sus míticas grullas. Para los confucianos, sin embargo, la inmortalidad es
mas un asunto de salud física y descendencia, que del recuerdo que tengan de
uno los vivos.
La virtud es una de las cualidades menos reconocidas
en este mundo y nadie es capaz de recordar los nombres de aquellos que lo
merecen, así sea uno un erudito chino. Quizás por esta y otras razones, para
los budistas y los taoístas, debemos alcanzar la inmortalidad antes del fin
de nuestros días, apartando de nuestros actos toda expresión de
individualismo, y al hacernos parte de la naturaleza, integrándonos al todo.
De esa manera nos liberaremos de las tradicionales concepciones de vida y
muerte y nos haremos eternos como el universo.
Muchos poemas chinos celebran abiertamente los
placeres sensuales. Otros son moralistas o meramente artísticos, o intentan
mejorar las situaciones humanas, o pretenden sólo inmortalizar al autor. Pero
también los hay –y muchos de ellos son de los mejores- aquellos donde el
poeta deliberadamente se abandona de si mismo, de su persona y humanidad, y
se esfuerza por ser parte del sinnúmero de seres y formas que le rodean.
Los chinos consideran la poesía la más gloriosa de
sus tradiciones literarias, y han hechos grandes esfuerzos por conservarla y
difundirla. Otros géneros literarios quizás expresen mejor ciertos aspectos
filosóficos e intelectuales de su cultura, pero es con la poesía que ellos
han encarado el mundo y a sí mismos.
La más remota de
todas las colecciones de poemas chinos, El
libro de los cantos, está compuesto por canciones folklóricas y baladas,
cantos festivos para banquetes de la corte e himnos para acompañar a músicas
y danzas, que se cree fueron escritos entre los siglos once y sexto antes de
nuestra era. La tradición dice que sus trescientos cinco poemas fueron
recopilados para divertir a Ji Zha, señor del reino de Wu, aunque
otros eruditos sostienen que fue Confucio quien los recogió. Una buena parte
de ellos ofrecen un panorama de los goces y sufrimientos de amantes y
esposos. Las descripciones de los encuentros, promesas y secretos muestran la
relativa libertad individual en aquellos días.
El recurrente tema
de la separación puede considerarse un dolor social que llega hasta el
presente. Durante miles de años los letrados pasaron buena parte de sus vidas
atendiendo cargos oficiales, lejos de sus hogares, separados de sus padres,
esposas, hijos y tumbas de los antepasados, porque estaba prohibido ejercer
en sus pueblos y estados de origen. Además los gobernantes podían exiliar a
remotas regiones a sus enemigos políticos y sociales y en no pocas ocasiones
esos exilios eran de por vida. En otros casos las parejas debían separarse
si, como hoy, uno de ellos quería mejorar de posición social o estudiar.
Para Confucio la
amistad es una relación de vital importancia y reverencia, una de las «cinco
relaciones básicas» ligada a las que deberían existir entre emperador y
súbdito, padre e hijo, esposo y mujer, hermano mayor-hermano menor. Pero la
amistad es aún un asunto entre hombres, no es conyugal ni prematrimonial y el
placer de compartir ideales y aspiraciones es una rara práctica en la vida
marital. Además, pasar mucho tiempo en compañía de mujeres es una actividad
deshonrosa. Todo ello explicaría por qué hay más poemas a la amistad que al
amor en esa milenaria poesía. Bien conocidos y repetidos son los poemas de
amistad entre Su Wu y Li Ling,
los Siete Maestros de Jiangnan, Li
Bai y Du Fu, Han Yu y Meng Jiao,
Su Dongpo y Huang Tiangjian, y Nala Chengdey Gu Shenguan,
por ejemplo.
Occidente ha hecho
enormes esfuerzos por dar a la mujer el lugar que merece, más allá de un ser para
el placer y la reproducción. Desde la aparición de la caballería y las cortes
de amor ocuparon una alta posición en la sociedad y son relativamente
educadas, de manera que han podido disfrutar de los goces del conocimiento y
de la belleza, casi igual que los hombres. En la China contemporánea también
las mujeres han conquistado poco a poco su lugar, pero su sentido es apenas
igualitario respecto del trabajo y los oficios del hogar. No se percibe que
las mujeres sean sujetos de culto o veneración por su belleza y algunos de
los poemas Tang y Song
que retratan hermosas muchachas perdidas para el amor o memorables damas de
casas de placer, no serían compartidos hoy por mucha gente común. Comparada
con la poesía dedicada a las separaciones y la amistad, la poesía amorosa es
entonces rara y aun que en pocas ocasiones comparta la intensidad espiritual
que se encuentra en la poesía amorosa occidental, por sus indecisas maneras
de abordar el asunto, por el dolor profundo que delatan y por el refinamiento
en la sugerencia de los detalles de una pasión, es una de las más bellas del
mundo.
Que la sociedad
china tenga en poca importancia «el amor» se explicaría por el lugar que
ocupa la familia y el matrimonio en sus vidas. Mucha poesía amorosa china
lamenta la muerte de la esposa pero no celebra el amor como una pasión
anterior o por fuera del matrimonio. Este amor, que llamaríamos pasión, es
visto a menudo como una suerte de perversión. Para las parejas chinas el amor
es un asunto que crece a medida que la pareja encuentra la felicidad en el
matrimonio y las mutuas solidaridades para llegar a la vejez. Desde hace muy
poco, especialmente en las grandes ciudades, los matrimonios se acuerdan por
consenso entre las parejas. Pero para la mayoría sigue siendo un asunto de acuerdo
entre familias y padres de los contrayentes. Entonces es cuando hay que
volver los ojos a los numerosos poemas que hablan de las separaciones de las
parejas una vez unidos en matrimonio, para comprender a plenitud el hondo
significado de esta relación en la vida individual y colectiva de los chinos.
Mientras en
Occidente la realización de una pasión es una memoria eterna de los goces de
la vida, para los chinos el matrimonio es el punto culminante del crecimiento
de hombres y mujeres. De allí que entiendan que solo seres desgraciados y
frustrados puedan preferir la compañía de mujeres distintas a sus esposas y
quieran deleitarse con canciones y poemas sobre esos asuntos. Emperadores
poetas como Yangdi de la Dinastía Sui y Li Yu de la Tang
del Sur han sido despreciados como políticos y gobernantes por haber escrito
poemas para celebrar sus amores con concubinas o lamentando la duración de
encuentros con hermosas y finas mujeres.
Es quizás esta la
primera antología que se publicó en español, en la China contemporánea, con
el tema del amor. Es cierto que algunos de los poemas clásicos aquí
publicados han merecido incluso lecturas contradictorias por parte de los
críticos chinos, que muchas veces prefieren ver otras cosas o asuntos en los
poemas que yo entiendo amorosos. Es también un hecho que los poetas chinos de
hoy están vinculados más y más a las universidades y centros de educación,
que a los centros del poder y que la poesía y el amor, como en las recientes
canciones populares, ocupa desde hace algunos lustros, de nuevo un lugar en
sus corazones.
Esta antología
recoge poemas de todos los tiempos, de autores anónimos y de la mayoría de
los grandes poetas. En la selección he puesto cuidado en evitar la
reiteración de temas en dos o tres poemas y he buscado cubrir la mayoría de
las escenas amorosas que hasta hoy ofrece la poesía china. Van desde el Libro de los cantos hasta autores
recién publicados. En lo tocante al siglo XX he escogido apenas unos cuantos,
entre los miles que parecen existir, así sus nombres no sean conocidos
internacionalmente y no hayan merecido aún la atención de los eruditos.
Respecto a la
traducción el autor contó con la colaboración de los profesores y traductores
de la Editorial China Hoy: Li Deming,
Zhao Tiescheng, Yang Yongsen, Xu Zhong Lin,
Wang Ke, WangYanting, Zeng Wenfeng, Guo Hongshan y Dai Bingpo, con quienes compulsó versiones y traducciones de
los poemas a otras lenguas, en especial en inglés y francés, en obras como Catay, de Ezra Pound (1915), 170 Chinese Poems, de Arthur Walley (1918), Chinese Love Songs, de Mabel Ives (1949), One Hundred Poems from the Chinese,
de Kenneth Rexroth
(1959), Anthologie de la Poésie Chinoise Clasique, de Paul Demiéville (1962), Sunflower Splendor,
de Wu-chi Liu e Irving Yucheng (1975), The Columbia Book of Chinese Poetry,
de Burton Watson (1984) y
The Columbia Book of Later
Chinese Poetry, de Johathan Chaves (1986).
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