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por: JUAN DAGER NIETO El expositor de la tarde de hoy, Jesús Díaz, nos muestra una serie de trabajos sobre el tema del mar denominada por él mismo <Cartagena marinera>, tratados en la técnica del acrílico que son dignos de mirar una y otra vez. Jesús Díaz, el artista autor de esta muestra aúna en su oficio singular destreza de los pinceles y un conocimiento del mar notable pues Jesús tiene y ejerce la profesión de cartógrafo como resultado de su estudios en su larga permanencia en nuestra Armada Nacional. Pero lo técnico nutrió su visión poética del mar y de sus costas, las cuales nos entrega en rulantes líneas evanescentes del horizonte, en la pulverización del agua de mar al chocar contra las rocas de las orillas que compiten en solidez con la silueta de las murallas que se ven en lontananza, la silueta del paisaje marino cartagenero en distintas horas de la puesta del sol. Jesús contrasta en su pintura las grandes masas oscuras de las movidas olas del mar con la blanca espuma superpuesta, la serenidad de la tela de las velas de las embarcaciones con el agitado y proceloso desdoblarse del mar. Otros de los motivos de la pintura de Jesús Díaz es el tema de los barcos de indistinto tamaño y condición. Dichos barcos son verdaderas gráficas de las partes de las embarcaciones con todo detalle. Algunos de ellos pertenecen a modelos históricos de embarcaciones y otros son más actuales. Es notorio en la pintura de Jesús Díaz el detalle que se regodea en la representación de las maderas dando la sensación de la madera misma hasta cuando el dedo siga en la indagación al ojo del espectador. ¡Pero no las toquéis! El lienzo de Jesús Díaz como soporte de su pintura es símbolo de su trajín diario: la carta navegación con todas sus especificaciones aún visibles e intencionalmente dejadas allí como parte de la pintura. De esa base está hecha su labor pictórica, de ese nivel horizontal, aunque móvil del mar, emerge ali-luengo su vuelo de creador tal el marinero ave llamada albatros, que no puede caminar pero que mereció de Baudelaire el verso que lo describe como “príncipe del azul”. Jesús Díaz nos señala como el mundo es el mismo sea aire o agua. Pues estos adquieren en su pintura una línea divisoria que suponemos imaginaria más que real: es la conjunción donde se encuentran en el horizonte la superficie del mar y el inferior del cielo. Allí los azules o los grises son todos unos. Sólo a veces separados tímidamente por la cresta blanca de la espuma. De las aguas y cielos confluentes de la pintura de Jesús Díaz sólo nos falta visualmente pues los que la conocemos en la obra de Botticelli sabemos que emerge alta de senos Venus Anadiómena surcando el mar en una galera hecha de nácar al impulso del boqui-insuflador Dios Eolo.
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