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"Ay cosita linda, mamá"*
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Por Antonio Mora Vélez
Mi romance con la locutora Ana Paola Anaya surgió por culpa de una
verruga. Ella estaba en la cabina de locución de Radio Cordobesa,
perifoneando un programa musical de complacencias y yo quise hacerle
una broma en el instante en que anunciaba un bolero por el micrófono,
pasándole los dedos por la verruga vellosa que tenía al lado derecho
de su cuello. A Ana Paola, mestiza fiestera con un trasero de negra
bantú y ojos saltones que descubrían sus posibilidades amatorias, esa
caricia desprevenida se le tornó en descarga eléctrica que le recorrió
todo el cuerpo.
Anunciaba el título de la canción de Consuelo Velázquez, Bésame
mucho, y lo hizo de un modo tan sensual e insinuante por culpa de
mi broma con su verruga, que por muchos meses sus amigas le estuvieron
preguntando a quién le había pedido ese beso, con el erotismo ardoroso
de esa entonación de voz y el quejumbroso entusiasmo de esa tarde.
Poco tiempo después éramos novios y para la noche en que se presentó
en el radioteatro de la emisora la gran orquesta de Pacho Galán, casi
amantes furtivos. Esa noche, al término de un largo período de
aprendizaje en el horario de las dos de la tarde presentando el
programa de rancheras de la Talabartería Ayala de don José Ayala del
Portillo, Antonio debutaba como locutor de escenario. Vicente Robles y
Edison Rodríguez le habían pedido que leyera los comerciales a efecto
de poder ellos repartirse en la animación. Ana Paola estaba recostada
a una de las columnas interiores de la platea, vestida con un traje de
medio paso, de tafetán rojo, bien ceñido a sus amplias caderas de
mujer nativa del Sinú. Sonreía y esa sonrisa al principio me pareció
de burla porque lo hacía cada vez que Antonio decía, empinándose: "No
compre donde sea, compre donde Jorge Zea todo lo que necesite en
ferretería", y la sonrisa se le volvía risa sin el son cuando cantaba:
"Los aretes que le faltan a la luna los tengo empeñados...en el
almacén Imán, de Gilberto Villa, quien lo atiende en la avenida 2O de
Julio con la calle 34".
Yo creía que Ana Paola se burlaba de Antonio porque era un locutor
novato o porque era más bajo que sus dos colegas y no alcanzaba la
altura del micrófono. La verdad es que nadie más reía mientras él leía;
casi nadie le ponía atención a sus lecturas de comerciales, todos
conversaban o comían palomitas de maíz, maní tostado o cucuruchos de
ajonjolí recubiertos con caramelo, y volvían al orden y a la
compostura desde el instante en que Vicente arreglaba su barriga
frente al micrófono y decía: "Noche de gala, noche de fantasía con la
gran orquesta del merecumbé: Pacho Galán, la voz de Orlando Contreras
y "Noches de Caracas"...
En los momentos en que la famosa cuerda de saxos de la orquesta
iniciaba los primeros compases y luego las trompetas hacían la melodía
de introducción ("Noches de Caracas, noches de ilusión, las estrellas
brillan, se oye una canción..."), yo le decía a Ana Paola que no podía
ser, que yo no había definido lo que iba a hacer con mi vida y que los
honorarios esporádicos que ganaba como libretista de radio y la mesada
de solidaridad que me daba el partido, no me servían para un carajo...
que se aguantara.
La voz de Contreras cantaba: "La canción del alma, la canción de amor,
eres mi linda caraqueña como rosa primorosa, como un ruiseñor".
--Además --le decía a mi novia--, ¿Estás segura de lo que crees? ¿No
será un simple atraso?. Yo he leído en la revista LUZ que a veces a la
mujer se le atrasa la regla pero por otras causas.
De nuevo los famosos saxos de Pacho, la cuerda instrumental que
distinguía a la orquesta, y el ambiente de la platea se llenaba de un
rumor sordo que era como si la música saliera de las entrañas de la
tierra, y las parejas bailaban espontáneamente el merecumbé, ritmo
híbrido que tenía dulzura, cadencia y sentimiento.
--¿Qué es lo que piensas tú conmigo, entonces?-- musitó Ana Paola; y
me penetró con los ojos, y apretó los labios con fuerza, casi al borde
del llanto. Yo me separé un poco de ella y me asomé por el ventanal de
los estudios de grabación, y vi a Santiago Vidal en las lides como
operador de sonidos frente a la "Ampex" que guardaría para la historia
el programa de esa noche.
--Hay que darle tiempo al tiempo-- le respondí--. Un hombre y una
mujer no se casan así no más, como quien sopla y hace botellas.
--¿Y si estoy encinta?-- contestó, con una expresión mezcla de rabia y
temor. Su piel canela palideció.
--No lo creo-- le contradije--. La verdad es que nosotros nunca lo
hemos hecho como dice la revista LUZ que se debe hacer.
Entonces sonreí y evoqué las citas eróticas, nocturnas y furtivas con
Ana Paola en los pasillos y balcones de la emisora durante su turno de
locutora de las 8 p.m. ("Anoche, anoche soñé contigo, soñé una cosa
bonita, qué cosa maravillosa, ay cosita linda mamá") Es la voz tierna
de sal y yodo de Emilia Valencia cantando la eterna inspiración de
Pacho, y la orquesta alcanza el nivel de lo sublime; las trompetas
vuelan cual gaviotas y los saxos --¡ah los saxos!-- son un rumor de
playa que te cubre.
--Pero nuestros órganos han estado juntos-- señaló Ana Paola y dejó
escapar un par de lágrimas que adornaron sus ojos orientales y que
cayeron por sus mejillas.
--¿Y qué?
--En la revista LUZ se dice que con eso basta...
"Al pie de tu ventanilla rosada, te dije ay cosita linda mi amor;
porqué no me das un beso mi vida, porqué no me das un beso mi amor".
--No es suficiente-- le repuse y tomé la revista que había comprado en
la tienda de misceláneas "El Remolino" de propiedad del guata Ospina y
empecé a buscar el artículo.
--¿Y eso que quiere decir?
--El hombre tiene que penetrar a la mujer y derramarse.
El turno es de Tomasito Rodríguez, el "guapachoso", el cantante del
merecumbé, dice Edison. Del compositor Manuel de J. Poveda, canta
Cójanle la cola, anuncia Vicente y termina con la típica expresión
barranquillera: ¡Ah ñoñi!.
--¿Y tú no me mojas acaso?-- insistió Ana Paola, cariacontecida y
pensando en las noches de exploración amorosa que disfrutaba conmigo
en los corredores y balcones del edificio radial.
"Cojanlé, la cola al merecumbé, el ritmo de actualidad que siempre
perdurará", canta Tomasito. Enseguida Pompilio toca los platillos y
las trompetas le hacen un llamado a los saxos que éstos contestan y se
establece así un diálogo aprendido del porro, que fue lo que confundió
a Lucho Bermúdez --otro de los grandes de la música costeña— y quien
dijo en una de sus composiciones: "Qué le habrá pasado al porro que
ahora es merecumbé", para echarle vainas al Viejo Pacho, y yo digo que
se confundió porque el merecumbé es distinto, bien que a veces es
lento como la cumbia y en otras acelerado como el merengue; pero no es
porro, es merecumbé.
--Ay Ana, pero esa es una baba inservible que no empreña-- le respondí,
sin estar plenamente convencido de lo que decía, preocupado y molesto
a la vez y más con la intención de cancelar el diálogo, de tapar el
sol con las manos.
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* Fragmento de la novela "A la hora de las golondrinas" que será
publicada el año entrante en Colombia y en la cual se recrean
episodios de la vida cultural, social y política de Montería durante
los años sesentas.
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