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BREVE
TRATADO DEL AMOR INCONCLUSO -
Por :
FABIO MARTINEZ
1.- Breve tratado.
El
sofá americano Era
una mujer muy exigente. El día que nos casamos, me
pidió que le diera como regalo de bodas un
papagayo de colores. Fuí al almacén de pájaros y
cuando regresé con el papagayo, me dijo: .-
Está bien, pero yo necesitaba un papagayo que hablara. .-
Los papagayos no hablan. -Le aclaré- Son los loros los
que hablan. .-
No importa; tráeme un papagayo que hable. Y
andando por la ciudad en busca de un
papagayo-linguístico, me encontré con un mago y, éste
con su varita mágica hizo que el papagayo hablara. Después
del asunto del papagayo pidió que le trajera una nube. .-
¿Cómo? -Dije-. Mientras subo al cielo y bajo hasta
aquí, la nube se derrite. .-
No importa; sube hasta el cielo y trae una nube que tengo
deseo de ella. Subí
entonces, al cielo, pero antes de hacerlo compré en el
supermercado una nevera de icopor, y allí metí la nube
para que no se derritiera. Luego de la nube pidió que
fuera al mar y le trajera una ola. A
esas alturas, debo decir que yo estaba un poco hastiado
del matrimonio, pues aparte del asunto del papagayo
parlante, de la nube y de la ola, ella me había quitado
practicamente todo ( el auto, la ropa, el escritorio, el
reloj, la cuenta bancaria, la pipa), y lo único que me
había dejado era un viejo sofá americano. .-
¿Cómo puedo traer una ola del mar hasta la tierra?
-Protesté-. .-
No importa; anda hasta el mar y trae una ola que la
necesito. A
regañadientes, me dirigí al mar, y pidiéndole el favor
a una concha marina traje una ola metida en la concha. A
esas alturas, nuestra relación pendía de un hilo; ella
como lo sabía se había conseguido un hombre que era
dueño de una lavandería (donde arreglaban ropa hasta
mala); yo, hastiado como estaba de la situación lancé
con violencia la concha marina y al caer la ola se
derramó en el suelo. Así,
rompimos un matrimonio que duró quince años; hasta
anoche que llamó por teléfono y me dijo que por qué no
le prestaba el sofá americano para unos gringos que
habían llegado de los Estados Unidos. .-Te
lo entrego limpio. -dijo-, sin esas manchas horribles de
soltero. -Y se sonrió-. Era,
de verdad, una mujer muy exigente.
Marta
y el cazador No 1 Desde
hace quince años, Marta Borrero es mi mujer. Como en
todo este tiempo no la he podido conocer, consulto el
Diccionario Enciclopédico de Biología. La Biología
es la mitad del destino de la mujer , dice, y gracias
a la ciencia puedo hacerme a una idea más o menos clara
de ella: Marta
: Carnívoro de los bosques de Asia y Europa que posee
una piel preciadísima, sobre todo en invierno, cuando el
pelaje luce en toda su belleza. Muchas veces su
magnífica defensa contra el frío le atrae la bala del
cazador, que toda la vida la persigue con codicia.
Marta
y el cazador No 2 Con
Marta nos acabamos de separar. Después de quince años
de vivir juntos (Hoy a la miseria humana le llaman vida),
me queda una foto que nos tomamos en Miami, al lado de
unos cachorros de león, y una cantidad de cuentas en
rojo. Recuerdo que cuando nos acercamos a la jaula donde
estaban los felinos, Marta y yo casi no podíamos
sonreír por el olor nauseabundo que salía de la jaula.
Marta por nada vomita. Hoy,
vuelvo a mirar el escenario de nuestro último viaje, y
descubro con dolor que la foto que nos tomamos en aquella
ocasión aún conserva el olor nauseabundo.
Marta
y el cazador No 3 Marta
ahora vive con el cazador No 3. El, como hombre voyante
que es le ha regalado un cachorro de león para que
le sirva de mascota cuando por razones de trabajo se
ausenta de casa. Marta contempla al felino y,
apenas llega a sus napias una corriente de aire
nauseabunda, deja de sonreír, y le dan ganas de huír y
mandar todo a la mierda.
La
joya de ópalo Como
estaba muy enamorado, le regaló para su cumpleaños un
anillo de ópalo. Después del regalo, empezaron las
desgracias. Primero, fue la historia del suicida que al
tirarse de un décimo quinto piso casi le cae en la
cabeza y lo mata; segundo, se le incendió la casa;
tercero, le mataron a un hermano. Cuando
él escogió la joya de ópalo, no sabía que esa pieda
trae consecuencias funestas. No
al que la recibe, sino al que la escoge y la obsequia
como regalo. Luz
Dary era bella Luz
Dary era bella y levemente perversa. Cuando cogieron
preso a su marido que trabajaba en una lavandería, ella
asumió las riendas del negocio, y para no quedarse sola,
se unió con el socio de su esposo. Hoy,
nadie puede condenarla, nadie puede decir que es mala. Luz
Dary Botero tenía esa pequeña cuota de perversidad que
hace que la vida sea menos dura. Una
mujer por cárcel Si
él quería unos zapatos de polvo de diamante, ella
quería unos de corbatín de murciélago; si él pedía
al desayuno huevos revueltos con jamón y queso (porque
era un hombre ovíparo), ella pedía carne muerta frita;
si él quería una cama giratoria de plumas de ganzo,
ella quería una cama fija y sencilla de faquir; si él
decía que quería conocer Suecia, ella hablaba del
Africa negra; si él decía que quería ir al gimnasio y
bajar de peso, ella prefería ir de compras a Unicentro
con sus tarjetas de crédito; si él sugería óvulos,
ella optaba por diafragmas; si él pedía pavo al vino
(porque era un cernícalo), ella pedía lechona
tolimense; si él le decía, adiós, currucutaca linda,
ella respondía, adiós, monstruo precolombino; si
él quería hacer el amor en la noche, ella prefería
leer El arte del tao; si él pedía de
postre flan de caramelo, ella pedía aceite de jengibre;
si él cantaba Rocío Jurado, ella lo hacía con Bola de
Nieve; si él quería pasar vacaciones en San Andrés y
Providencia, ella quería pasarlos en La cueva de los
Guácharos; si a él le gustaba Paul Klee (por la
economía del lenguaje), ella daba la vida por Fernando
Botero; si él mencionaba hijos, ella optaba por perros y
gatos; si él hablaba de llevar una vida sibarita, ella
decidía afiliarse a la Sagrada Orden de la Mesa Redonda;
si él compraba un reloj en forma de corazón, de tablero
nacarado y agujas doradas, ella compraba un reloj de
ferrocarrilero; si él llegaba a mencionar que le
derretían las nínfulas de catorce años (era un
paidofílico degenerado), ella, sencillamente lo mataba. Era
un hombre a quien le habían dado la mujer por cárcel.
Estela es alcóholica Estela
es alcohólica, Jesús es mormón. Dos vicios tan fuertes
y bajos como la televisión. En las noches, cuando ella
llega ebria y se acuesta a su lado, él inhala en sus
sueños el alcohol que su oscura alma transpira, como un
fuelle gastado de un viejo motor. Estela
y Jesús no durarán mucho, comentan en la iglesia
los feligreses; pero Estela y Jesús vivirán muchos
años porque dependen y están unidos por un viejo
alambique que trabaja hasta la muerte.
Amor y patología Mi
mujer es hipoglicémica, yo soy colestelérico. Hace
quince años nuestras almas estaban unidas por el amor.
Hoy, están unidas por la enfermedad. Ya se podrán
imaginar cómo es nuestra vida cotidiana. Ella siempre ha
deseado tener un hijo. Yo, jamás lo he deseado porque
pienso que nacerá un niño triglicérido. El
poeta Si
alguien decía, ¿quién dejó esa cabellera
diamantina tirada en el suelo?, ella salía en su
defensa, y respondía: El poeta (Que era calvo).
Si alguien hacía ruido en la noche con una baquelita,
ella protestaba: ¡Silencio!, que el poeta está
soñando (El poeta era un dormilón). Si alguien
preguntaba, ¿quién quiere una presa de pollo
apanado?, ella no escatimaba esfuerzos, y decía: El
poeta (Que siempre tenía hambre). Si alguien
protestaba porque habían dejado en la mesa una hilera
infinita de botellas como marimbas de cristal, ella
salía en su defensa, y decía: Es el poeta.
(Porque era un borracho). Eran
pobres y felices, y sobrevivían en el barrio más alto
de la ciudad, que queda subiendo al cielo. Ella era la
que trabajaba (tenía un hijo natural). El, no trabajaba
porque era el poeta. Una
noche, ebrio de versos entró a casa muy tarde y, sin
darse cuenta, se cagó literalmente sobre el tapete
desteñido. ¿Quién defecó sobre el tapete?,
protestó alguien (porque en aquella casa siempre habían
fantasmas), y ella que lo amaba más que a su hijo salió
en su defensa: El poeta, lo que pasa es que
ahora atraviesa por un período escatológico, de aguas
negras.
La
uña encarnada Era
un nuevo rico que quería integrarse a la sociedad, pero
tenía un problema: la uña del dedo del corazón la
tenía encarnada. En su Ferrari - Testarrosa, iba todas
las noches a cocteles y recepciones, las mujeres apenas
le veían la uña encarnada, hongoneada, se
desilusionaban enseguida de él. Así tendrá su alma,
murmuraban en los pasillos y lo hacían a un lado. Sus
pocos amigos le aconsejaron que por qué no se hacía un
transplante de uña. Empezó entonces a visitar
clínicas de transplantes por el mundo y así pudo
estrenar toda clase de carnicolas, como la uña
sintética, la de acrílico, la supersónica, la rayo X y
la ecológica de león, pero ningún transplante le
sirvió pues la uña encarnada, como una dolorosa y
terrible afrenta, siempre le volvía a nacer. Musas
y mozas de la ópera
Siempre
he pensado que las musas de la ópera lo hacen de una
manera tan especial, debido a que en su infancia se
desayunaban con pájaros que pasaban con pan, agua y miel
de abejas. Sus bustos son grandes y prominentes no porque
se hayan dedicado a amamantar hombres minusválidos o
hayan vivido en alguna época de su vida en la Vía
Láctea. Sus bustos son grandes y prominentes por
el pájaro que se tragaron en la infancia y quedó
atascado para siempre en sus ardientes pechos. El sueño de Borges Como Borges de Carriego y Barnatán
de Borges, yo también tengo recuerdos de ellos. A Barnatán lo conocí a través del
poeta y me pareció un hombre fino y cultivado. Con Borges sueño estar sentado a su
lado en Cambridge sentado en un banco al pie del
río Charles. Borges está apoyado en su eterno bastón y
mira pasar el río del tiempo. En el sueño, yo escucho y lo veo
(Borges no me ve porque está ciego). En el sueño, yo soy el espectador
de mi propio sueño. Soy el soñador soñado.
La
ceguera de Borges
La
ceguera de Borges no fue una desgracia, como se ha
pensado. Fue una virtud donada por Dios para que el poeta
con su sabiduría afinara más su oído y enriqueciera su
fantasía. Expresionismo
alemán La
flor azul es la flor de la noche y pertenece a Novalis.
La flor plateada es la flor de la angustia y el
desasosiego y pertenece a Georg Trakl. Nosotros,
como hijos de la noche, oscilamos entre la flor azul y la
plateada que pertenecen a Novalis y a Georg Trakl, el
atormentado de Salzsburgo. En
la flor azul están cifradas las esperanzas plenas del
poeta que sabe agradecer a su dios. En
la flor plateada están cifradas las dudas y angustias
del poeta que no ha sabido respetar a su dios, y por eso
se siente infeliz y desdichado. La
flor y la locura Cada
hombre tiene una flor. La flor de Gabriela Mistral fue la
rosa. La de Pablo Neruda fue el clavel. La flor de
Vincent Van Gogh fue el girasol. La de Camille Claudel
fue la locura. El
gusto por lo oscuro A
pesar de que venía de buena familia y había realizado
sus estudios en el Liceo Benalcázar siempre le había
gustado lo oscuro y lo bajo.Primero se enamoró de un
guerrillero, después de un terrorista, más tarde de un
traficante de iguanas.Hoy, vive con un enano y está
feliz porque el hombre es tan pequeño que le cabe en su
vagina y lo guarda en su cartera de mano. Las
dos hermanas Vivían
enamoradas del mismo hombre. Cuando la hermana 1 había
estado con él, la hermana 2 lo sabía por el perfume que
quedaba impregnado en su cuerpo como ala de cucaracha.
Cuando la hermana 2 había estado con él, la hermana 1
lo descubría porque su hermana llegaba a casa pálida y
ojerosa. Un
día, la hermana 2 olió a la hermana 1 y se dió cuenta
que había estado con él. Con la frialdad de las mujeres
celosas (que se parece a la frialdad de los asesinos
cuando cometen sus crímenes ) lo preparó todo para
eldía siguiente. Esperó en el jardín a que entrara su
hermana y, cuando los vio juntos haciendo el amor sacó
de su cartera una pistola y la vació en la cama. Entre
amigos
"Oh mis amigos, ya no existen amigos".
Aristóteles
Ella
se acostaba con el sicoanalista que era el mejor amigo de
su marido; él se acostaba con la ginecóloga que era la
mejor amiga de su esposa. Los
fines de semana cuando se reunían a jugar cartas y a
comer higos con miel los cuatro reían y se divertían de
lo lindo como si fueran los seres más felices del
universo. En
julio han acordado pasar vacaciones en Cartagena de
Indias, en diciembre piensan ir a Cali a bailar salsa
. ¿Quién
puede asegurar que las parejas se unen en la desgracia? Travestido ¿Cómo
te gustaría que fueran las mujeres? -Preguntó el amigo
H al amigo K mientras bebían una cerveza en un bar-. Desarmables
-contestó el amigo K-, cuando uno no las quiera pueda
colgarlas por partes en un gancho y guardarlas en el closet
junto con los vestidos. ¿Cómo
te gustaría que fueran los hombres? -Preguntó el amigo
K mientras bebían la segunda cerveza-. Desarmables
-respondió el amigo H-, igual que las mujeres; cuando
uno no los quiera ver puede colocarlos por partes en la
gaveta del escritorio o en la guantera del auto. Entonces,
la mesera que estaba escuchando la conversación se
acercó y sacándose la peluca, las pestañas, las uñas
y los senos, preguntó: ¿Así les gustaría a los
caballeros? Las
cosas del cielo y de la tierra El
aire, el viento, el sol, la lluvia y la nieve pertenecen
al cielo. Esas
cosas, ¡ yo las amo! El
polvo, el cieno y el barro pertenecen a la tierra. Esas
cosas, ¡no las amo! Vivimos
en un mundo de luz. El
color emana de la luz. Y
sin embargo, hay hombres que persisten en vivir entre
tinieblas.
Mujeres
desenfrenadas
Hay
mujeres que les ponen el frenillo arriba para alinearles
los dientes, hay otras que les ponen el frenillo abajo
para controlarles los dientes. A estas últimas les
llaman mujeres desenfrenadas. El bibliófago No 1 Era un
hombre que tenía como vicio mayor coleccionar libros y
mujeres. Cuando éstas lo dejaban se llevaban en venganza
su biblioteca. Ellas decían que lo hacían porque si
habían perdido su cuerpo por lo menos se quedaban con su
espíritu. Algunas, en su larga y dolorosa soledad los
leían y al final comprendían la razón de su ruptura.
El, como era un bibliófago empedernido, volvía a
aprovisionarse de libros y asimismo los perdía. A lo
largo de su vida perdió tantos libros como mujeres y en
un momento llegó a tener una biblioteca tan grande como
la de Alejandría. El bibliófago No 2 El
bibliófago es un comedor de libros. Quien sucumbe a la
tentación corre el riesgo de
ser transportado a universos desconocidos. Todo el mundo
está invitado a la cena. El
libro no es la vida, es el lenguaje simbólico de la
vida. Diógenes descubrió la luz cuando abrió un libro
y lo leyó. Virgilio leyó un libro en el infierno antes
de emprender de nuevo su camino y fundar una nueva
patria. El Quijote leyó todos los libros de caballería
antes de emprender su viaje por la Mancha. Bouvard y
Pécuchet leyeron todos los libros científicos antes de
fracasar en su intento de ser sabios. Borges leyó todos
los libros de la Biblioteca Universal luego de haber
compartido por largo tiempo el reino de Tiresias. El
bibliófago debe ser como Tiresias. Italo
Calvino dijo que el siglo XXI sería el de Cronos. El
siglo de la velocidad. Temo que el autor italiano se
equivocó. El siglo de la velocidad -si alguna vez
existió- ya pasó. El siglo XXI es de la memoria. Las
anglosexonas 1 Venían
de los Estados Unidos a arreglarse los dientes y a
quitarse las carnes ( A veces a tirarse un polvito
con uno de sus amigos de infancia, que lo coleccionaban
como un tesoro en sus carteras de mano). Se
llamaban Dorothy, Bárbara y Déborah. Venían
cada año solas (a sus maridos los dejaban trabajando en
la factoría, a los niños en la guardería), y sin
gastar un dólar comían empanaditas de carne con ají
picante, bebían jugo de borojó y bailaban hasta
derrengarse. Al
regreso, cuando tomaban el avión que las conduciría a
sus casas, repetían al unísono como si estuvieran en la
iglesia presbiteriana: Oh, my God ! ¡Qué gente
tan salvaje! (A
Raymond Williams) Las
anglosexonas 2 Blancuzcas
y aguanosas (en sus cédulas de extranjería figura color,
nalga ), hacia el mes de julio llegaban a
tomar el sol. Cargadas
con el sobrepeso habitual de los años que se paga en
dólares, con la siempreviva celulitis cerebral y con
aquel color esmirriado que parece un témpano de hielo en
pleno invierno,venían desde Chicago, Nueva York y Boston
en busca del apetecido astro. .-
¿Por qué no le dicen a ese negro de la piña que les
coja el sol? -dijo el taxista mientras ellas con sus
sombreros de paja de trigo de Ohio y sus gafas de
invidentes se bajaban en la zona de los balnearios-. .-
¿Es posible eso? -Preguntaron incrédulas las señoritas
anglosexonas-. .-
Sí, claro; ofrézcanle un dólar, y enseguida él les
trae el sol. Entonces,
el negro se subió a una palmera de treinta metros de
alto, y estirando la mano cogió el sol y se los sirvió
en bandeja de plata. El
hombre Un
hombre busca oficio en la ciudad moderna, para ello se
arma de valor. Afianza sus hambres, las cuenta con sus
dedos y golpea. .-
¡Señor, necesito empleo! El
jefecito lo observa. Súbase, le ordena. Una
máquina lo mide, lo pesa y lo sopesa. .-
¿Qué le gusta hacer? .-
Lo que a usted le guste, señor. .-
Muy bien, la entrevista. Abra la boca. .-
¿Asííí? -pregunta el hombre-. .-
Sí -el jefecito revisa con el lápiz el fondo de la boca
y agrega-: la tiene negra. .-
No sé, señor, si usted lo dice... El
jefecito escribe en el papel con letras grandes y
postizas:
Dentadura postiza .-
Negra -afirma, luego le propone-: ¿Quiere probar? .-
Si usted lo quiere... .-
Súbase,entonces. ¡Tenga fe! El
hombre se encarama sobre una máquina que mide cinco
veces más que su cuerpo. Tiene miedo. El jefecito
secándose el sudor de las manos en el delantal le grita
desde abajo: .-
¿Tiene algo que agregar? .-
Nooo... -responde con voz temblorosa. Desde arriba como
si estuviera en el filo de la muerte, hace su última
pregunta-: ¿Qué tengo qué hacer, señor? .-
Quédese quieto. El
jefecito conecta la máquina al enchufe. Rápidamente
hunde seis botones de diferentes colores, sube la palanca
manual y espera pacientemente. El exabrupto eléctrico
inicia su ciclo.Luego, el hombre baja borracho, da
vueltas. El jefecito le ayuda a ponerse en pie. .-
¿Le gustó? El
hombre no está en condiciones de responder. .-
¿Le gustó, hombre? El
hombre desgonzado como un muñeco afirma con la cabeza y
se va. El jefecito toma una silla y jugando con los
residuos que la máquina ha depositado en la canasta
metálica, se lamenta. .-
Pobre, hombre.Tenía muy buena voluntad pero no sirvió. Luego,
coge dos o tres dedos sueltos del fondo, destila en un
vaso un líquido colorado parecido a la sangre, y le
grita compungido: .-
¡Oiga! ¡Dejó olvidadas algunas cosas de valor! Pero
el hombre no oye. También las orejas las había dejado
olvidadas. Patabernario Lo
único que le gustaba en la vida era ser un patabernario.
Había visitado todos los museos del mundo: el Museo del
Louvre en París, el Museo del Prado en Madrid, el MOMA
de Nueva York, el Museo de Van Gogh en Amsterdam, el
Museo del Oro en Bogotá, el Museo de la Caña en Cali .
Pero de todos los museos que había visitado, el que más
le gustaba era el Museo del Jamón que queda ubicado en
la calle del Madrazo, en Madrid, España. Era,
irremediablemente, un ser patabernario. Todos
somos Fausto Fausto vivió angustiado entres sus aspiraciones ilimitadas y sus capacidades limitadas para vivir. De una u
otra manera, todos somos Fausto en busca del infinito que
jamás alcanzamos.
Dont
worry Te
condenarán por lo que has escrito y por lo que has
dejado de escribir. No
te preocupes, siempre te condenarán. En
los periódicos seguirán colgando -como a François
Villon- tus miserables artículos. (
Tus amigos te adularán cuando estés con ellos, cuando
no estés hablarán mal de tí. ) Las
revistas y editoriales ni te mencionarán. (
Tu mujer y tus hijos tendrán piedad de tí.) Pero
el día que mueras te
arrancarán los órganos vitales y
los venderán al mejor postor. (Así
le sucedió a Poe, Celine y Barba Jacob.) El
resto lo tirarán de carroña para
los cachorros hambrientos que
vienen. Homeopatía Cuando
estoy frente a un enemigo, absorbo su veneno para
contrarrestar su poder. Su veneno es mi contra y mi
aliado. Con esto sé que lo mato y de paso, me curo. Auto-novias No
era que le gustara cambiar de novia a cada momento, sino
de vehículo. Primero,
tuvo una de un Renault-4, de segunda, que era muy
soberbia al conducir, y metía los cambios con desenfado.
Después, tuvo una de un Volswagen, directora de una
Galería de Artes, que sufría de daltonismo. Más
adelante, tuvo una mujer que aunque tenía un Mazda-GLX
(el auto de las desigualdades), su ideal era conducir
algún día camiones de ocho toneladas y tractomulas. Todas,
a su debido tiempo, lo abandonaron. Hoy,
el hombre anda a pie por las calles de la ciudad y,
curiosamente, se siente el ser más feliz sobre la
tierra. Conciencia
desdichada Luchamos
por la felicidad, pero no somos felices (La felicidad no
se debe buscar en la vida real). Somos
una generación amnésica, olvidada y contamos con una
conciencia desdichada. El
clarinete Instrumento
del demonio, lo llamó Wolfang Amadeus Mozart. Como
si fuera un amante, lo conozco. He vivido con él. He
vivido tanto con Cl, que en alguna oportunidad -como si
viviera con un amante negro- he abusado de él. Sé
de su gama cromática que se extiende como una espiral
macabra del infierno al cielo (tres escalas y media para
los entendidos). Conozco
su tesitura, su dificultad en su embocadura, sus bajos
que son voces de profetas hablando desde el fondo de la
tierra y sus llaves argentées. Entre
el mundo de los musicópatas y melomaniáticos lo
identifican con la clave:
Cl - Bb de llaves argentées. Pruebas
nacionales del ICFES (Para
ingreso de estudiantes a la Universidad) 1.-
¿Un ventilador es un instrumento de viento? 2.-
Falopio tenía trompas; ¿en qué orquesta tocó el
músico y compositor Gabriel Falopio? 3.-
¿Quién puede venirse sin moverse? Pequeño
homenaje a Baco Mujeres,
¿ustedes qué problema tienen con el trago? , dijo el
borracho tambaleándose en la mesa, como si fuera un
funámbulo que caminara por la cuerda floja. Oigan,
mujeres, ¿ustedes por qué no beben? ¿Qué carajo les
ha hecho el dios del trago? Estaban
sentadas en la mesa de un café, bebiendo jugo de
mandarina y respirando el verano. Escuchen
mujeres, ¿por qué odian de esa manera tan visceral al
pobre trago? ¿El, que les ha hecho? Entonces,
la más joven de todas se paró de la mesa, y sin decir
nada le pegó un puño en la cara. Era
la última mujer de su vida y estaba a punto de perderla.
Así
como ella, había perdido ciento diecisiete mujeres. El,
conocía exactamente la cifra porque cuando no estaba
borracho trabajaba como Gerente Financiero
en el Banco Anglo-Colombiano del centro internacional . Informe
del Instituto de Estudios de-Género El
mundo de hoy se divide en: a.-
Mujeres bellas y bravas. b.-
Mujeres bellas y dulces. c.-
Mujeres bellas y brutas. Entre
el universo masculino, en: a.-
Hombres machos. b.-
Hombres hembras. c.-
Hombres bestias. Dentro
de esta gran división, existen otras subdivisiones. Hay,
por ejemplo, mujeres que son bellas y bravas y al mismo
tiempo bellas y dulces; a este tipo se les llama mujeres
agridulces. Hay hombres que son al mismo tiempo
hombres-machos y hombres-hembras; a esta última especie
se les llama maricones. El
hombre condón Era
un hombre que tenía la forma de un condón y por eso una
mujer lo adoptó. El
día que se iba a encontrar con su amante, cogió el
condón y lo echó en su cartera. La mujer iba excitada y
presurosa a encontrarse con su amante que había llegado
de un largo viaje. Entraron a la habitación y cuando la
mujer sacó el preservativo de su cartera y lo enfundó
como un guante de seda en el torcido pene, el amante se
sonrió y empezaron a hacer el amor. Pas
de condom, pas de bon-bon
Apenas
el latino pagó la cuenta y quedó completamente desnudo,
la rubia que en ese momento se estaba levantando los
pantis le pidió que se pusiera el condón. Yo no
no utilizo condón, dijo el latino con ese acentico
que parecía aprendido en la cárcel de Cayena; la rubia
todavía con los pantis a medio camino, le respondió: Pas
de condom, pas de bon bon. Gustos
literarios "
La felicidad no se le está
asegurada a nadie."
Carlos Fuentes. Decía
que le gustaban las Lolitas de Nabokov, de trece años.
Eso era lo que decía. Pero en plena madurez de su vida,
encalló ante una mujer de cincuenta años de edad que
era una mezcla maravillosa entre la Amarcord de Fellini y
La Elefanta de Cabrera Infante. El
absimal vacío del afecto -AVA-
(Sexo
y Economía) Tengo
un amigo (llamémoslo J.) que para resolver el abismal
vacío del afecto, llama por teléfono a las mujeres, y
les paga por hacer el amor. A este método, se le
denomina: call-girls; línea-500. Tengo
otro (llamémoslo amigo V.) que lo resuelve con el
particular método denominado: free-lance; línea
fast-food. La
diferencia entre uno y otro método reside en que
mientras J. cae en la morbosa posición de pagar
por todo (posición neo-liberal), V. cae en la economía
informal, perrata y mendicante propia de
nuestras ciudades. La afinidad entre J. y V. es una
: En ambos métodos se profundiza el Abismal Vacío que
produce el Afecto. Literatura colombiana Era
el mejor escritor. El
día que ganó el Premio Nacional de Novela le prestraron
un saco porque era calentano. El
vestido era de color oscuro, de rombos amarillos y
grises. Como
era corto de talle, el traje le quedó grande. Hoy,
después de veinte años se dirige todos los días a una
oficina del gobierno con su oscuro saco de rombos
amarillos y grises. El,
sabe que este es el precio que se paga por la literatura
colombiana. El
frenólogo y yo Ayer
estuve donde el frenólogo y me dijo después de un
exámen cuidadoso que yo pertenecía a la especie de los
frenápteros. (1). Mi
cerebro, al contrario de los demás, extrañamante, no
tenía neuronas. Era un molino de viento con sus esbeltas
aspas en movimiento, al que no se le debía echar por
ningún motivo productos inflamables. (1)
Frenáptero: cerebro con alas. El
arqueólogo
Conozco
a un amigo que le llaman El arqueólogo. Su mujer de
sesenta años de edad es rica y jubilada del gobierno por
haber ocupado cargos diplomáticos en el extranjero. El,
en cambio, es pobre, y siempre ha aspirado a ser escritor
para poder figurar en la Historia de las Letras
Nacionales, aquel libro patético y engañoso, como
ciertas damas, al que aspira, desgraciadamente
(inclúyase, Presidentes de la República, congresistas y
mafiosos) el país entero. A
mi amigo nunca le pasó por la cabeza que se iba a
dedicar a tal profesión; pero hoy, cuando uno se lo
encuentra en la calle y le pregunta por su trabajo, él
cuenta con entusiasmo que ha hecho excavaciones
peligrosas de cien y doscientos años, y aspira, para
conmemorar el descubrimiento de América, a realizar
excavaciones hasta de quinientos años. Tim Tim
Broch es un muchacho que vive en la calle del Joven (y
perdonen la redundancia); mide dos metros de estatura,
tiene corazón de nieve y calza cuarenta y nueve. Aparte
de tocar el saxo (cuando se cansa del saxo le gusta tocar
el sexo), oficio que lo ha llevado a obtener una
nobilísima reputación en mi país, es más conocido en
el patio no precisamente por todo lo anterior,
sino porque la última vez que lo invitaron a tocar no
pudieron encontrarle la talla exacta de sus zapatos. Como
en mi país son tan estrictos en cuestiones de tallas, el
gerente del hotel optó por mandarle a pintar sus viejos
zapatos que le sirven para marcar el compás de 6/8, y
caminar por la calle del Joven. Tim
se dejó pintar los zapatos y aquella noche tocó como
los ángeles; pero al día siguiente, cuando regresó a
caminar por la calle del Joven, los despintó con
escarcha de nieve. Hacedor
de vitrales Insistía
en que los vitrales se hacían con la cabeza y no con los
pies; como hacedor de vitrales dispuso de sílice y
potasio y los combinó en los grandes crisoles a la
temperatura requerida. Se
había metido en esta empresa porque hastiado del mundo
quería atravesar la línea de sombra que nos separa del
universo para quizás mirar lo que existe al otro lado,
para conocer el mundo de lo desconocido. Cuando terminó
el vitral, su cuerpo como llama al viento quedó bañado
en sangre. El
escritor No
es león dormido, no es tigre al acecho, no es elefante
de la India, no es hipopótamo suicida, no es rinoceronte
metido en el lodazal. Tampoco es gacela, mucho menos
Venus de Milo. Es dragón que vuela. Pesimismo
ilustrado 1 A
la edad de treinta y un años, la edad de José Asunción
Silva, debo decir sin verguenza que mi organismo físico
y mental quedó minado por el alcohol.
Pesimismo
ilustrado 2 Dentro
de veintitrés días voy a cumplir treinta y siete años.
La edad de Arthur Rimbaud. Aunque vivo solo y estoy casi
sin pelo, creo que no puedo quejarme: aún, felizmente,
no me ha caído la gangrena del sida. Pesimismo
ilustrado 3 Dentro
de ventitrés días voy a cumplir treinta y nueve años.
La edad de Dylan Thomas. Aunque vivo solo y estoy calvo,
creo que no puedo quejarme: aún, felizmente, no me he
intoxicado con dieciocho tragos de Whisky Gleffendish. El
hombre de la bolsa negra Era
un hombre que caminaba todos los días por la ciudad, con
una bolsa negra. La ciudad era plana y tropical, y
parecía que hubiera sido trazada por la mano de Wassili
Kandinsky. .-
¿Qué llevas ahí? -Le preguntaban sus amigos, al verlo
pasar. .-
Un hombre muerto. -Decía el hombre, y nadie le creía-. .-
Oye, hombre, ¿qué llevas ahí? -Preguntaba la gente al
pasar y el hombre en silencio, respondía la misma
pregunta-: .-
Un hombre muerto. En
la noche, cuando llegó a casa, besó a su mujer, y
descansando el pesado fardo en la mesa del comedor,
comentó: .-
¿Sabes, amor? En el país se ha perdido la credibilidad.
Ya nadie cree ni en los muertos. (A
Darío Henao).
Declaración
de amor Amor,
escribo porque sé que mis palabras le quitan a tu vida,
muerte. El
inventor El
otro día conocí a un hombre que había perdido el amor;
para no morir tuvo que inventarlo.
Ciudad
infame
Cuando
éramos felices lo teníamos todo. La compañía nos
había enviado como asesores a una ciudad caliente donde
después de las seis de la tarde lo único que podíamos
hacer era beber cerveza en un café e ir a visitar a las
chicas malas. En el día, nos la pasábamos encerrados en
suntuosas oficinas dotadas de aire acondiciando; en la
noche, vivíamos en medio de bandidos y de putas de todos
los calibres. ¡Qué
infamia de ciudad! Recuerdo
que la primera vez que fuimos a una de esas casas,
el asesor económico protestó dicendo que era el colmo
que con el status y la responsabilidad que
teníamos pudiéramos visitar ese tipo de lugares; pero
luego cuando se bebió un trago de whisky y una rubia se
le sentó en las piernas, tiró su saco y maletín a un
lado y se puso a morbosear con la muchacha. La segunda
vez al asesor jurídico le robaron el anillo de grado
mientras bailaba. Estas
experiencias y las que vinieron, durante los siete meses
que estuvimos en esa ciudad no nos amilanaron; al
contrario, cada vez que se aproximaba el final de nuestra
asesoría visitábamos con más frecuencia las casas.
En el día, nos la pasábamos en salas de conferencias
con señores que no tenían cara de bandidos, en la noche
escuchábamos tiros aislados y el ulular de sonidos de
ambulancias que con su ruido pertinaz herían nuestros
oídos. Hasta
que una semana, antes que terminara la asesoría, me
dejaron preso en una de esas casas porque se
me había agotado el dinero. Ni
para qué contarles lo que viví en quince días. Lo
cierto fue que la matrona me dejó salir sólo cuando mi
esposa llegó de la capital con la cesantía y los
ahorros que teníamos y pagó una cuenta millonaria.
¡Qué infamia de ciudad!, repito ahora que vivo en
ésta, y soy vendedor de bóvedas funerarias.
Naked
city Ciudad
indefensa, desnuda, indigente, desalmada, envilecida por
bandidos de todos los pelambres. ¿Cómo pensarte en un
mundo de corrupción y de cinismo? ¿Cómo soñarte si
cada día que pasa caminas entre el fango? Ciudad
desnuda, infame, ¿cómo, siquiera, amarte? Arte
natura Ana
tiene el pelo en forma de boina; Amelia lo tiene en forma
de serpiente. Ambas tienen dos problemas que las une
-como alambres de púas-, sus almas: son artistas y
lesbianas. Escultoras del cuerpo. Como
la sociedad las vive señalando, ellas han decidido hacer
la siguiente obra para el próximo Salón Nacional del
Arte: Amelia esculpirá en la espalda de Ana una hermosa
y vertical vagina; Ana a su turno esculpirá en el pubis
de su amiga un dorado bastón de jade. Ambas
están dichosas con el proyecto -se llamará Adán y
Eva en el paraíso- y con toda seguridad saben que
este año les van a levantar la censura.
El
hombre lobo Como
no sufría del complejo de Edipo sino del de Esopo, las
mujeres siempre lo veían como un animal raro, casi
prehistórico. Obsesión
masculina Era
un hombre tan celoso, que un día metió a su mujer en un
frasco lleno de alcohol, y lo tapó. La mujer conservada
en alcohol permanecía sumisa nadando todos los días en
el frasco. En las noches, después del trabajo, el hombre
entraba al apartamento, destapaba el frasco, y le
permitía a la mujer acostarse en su lecho, hasta el día
siguiente cuando volvía a meterla en el frasco, y lo
sellaba con un tapón. Un
viernes en la noche, el hombre salió a un bar con sus
amigos de oficina a tomarse unos tragos. El hombre llegó
tarde al apartamento y, confundiendo la botella
tomó el frasco donde su mujer se conservaba en alcohol,
y se la bebió.
Obsesión
femenina Era
una mujer tan celosa que un día metió a su marido entre
sus pantis y se vistió. La mujer andaba todo el día
feliz por la casa, subiendo y bajando escaleras, paseando
por el jardín y por los supermercados, como dueña y
señora del universo. Un
día se tomó unos tragos con unas amigas hasta tarde de
la noche. Los tragos le cayeron mal. Fue, entonces, al
baño, y sin darse cuenta su marido salió expulsado
rumbo al W.C. Obsesión
gay Era
un hombre tan celoso que un día metió a su amante en el
ano y se vistió. El hombre andaba todo el día feliz por
el apartamento, por la peluquería, por los centros
comerciales como amo y señor del universo. Una noche,
unos amigos lo invitaron a una fiesta; el hombre se
comió una merluza dorada rocíada en vino blanco y le
hizo daño. Mareado, se dirigió al baño y apenas se
sentó, su amante se suicidó. El
profesor de Semiología (
Simbología del cuerpo )
Como
en la ciudad no había nada que hacer ( sólo caminar e
ir de compras a los centros comerciales), los amigos se
reunían en las noches en un bar de la ciudad llamado
Virgus-Club, a donde iban muchas mujeres. Pedían
un trago, reían y bailaban (con las mujeres
semidesnudas) y cuando estaban borrachos pagaban la
multa, y cada uno salía a una residencia con una
o dos ellas. Una
noche, invitaron a un profesor de Semiología (con
mayúscula) que se ufanaba de saber y haber leído todo.
Con
su narco-valija del saber, el profesor se sentó con los
amigos en una mesa y apenas vio a las mujeres danzando en
la pasarela se aferró a su maletín, y dijo: .-
¿A dónde creen que me han traído? Uno
de los amigos lo abrazó y ofreciéndole un trago de
Whisky, le dijo: .-
Tranquilo, Greimás, que a lo mejor esta experiencia te
sirve para que termines tu tesis de doctorado. El
profesor bebió un trago, luego otro y otro, y cuando los
amigos quisieron pagar
la cuenta e irse a sus casas, el genio de Greimás tiró
el saco y el maletín
al piso y desnudándose delante del público subió a
danzar con las muchachas. Hoy,
sus amigos cuentan que el profesor de Semiología (con
mayúscula) se fue a vivir con una de ellas y como hombre
riguroso que es, divide su tiempo entre su tesis de
doctorado y la vil carne humana.
Generación
Virgus Pen-Club Como
en la ciudad no había nada que hacer (sólo escuchar
música barata y narradores deportivos), los amigos se
reunían en las noches en un club de la ciudad llamado
Virgus Club, a donde iban mujeres. Pedían
un trago, reían y bailaban (con las mujeres
semidesnudas) y cuando estaban bien borrachos, pagaban la
multa y cada uno salía a una residencia con una o dos de
ellas. Eran
tres amigos; y a los tres les gustaba escribir y amar la
vida y hacer el amor con las mujeres. Una
noche, llegaron medio achispados; pidieron una botella de
Whisky y bebieron con tres de ellas. Cuando
fueron a pagar no tenían dinero. Las mujeres enojadas
los encerraron en sus camerinos y llamaron a la policía.
Entonces,
fue a Alberto « Dedalus » Esquivel, el más
joven de todos, que se le ocurrió la idea. De su
bolsillo sacó una novelita negra que había escrito
hacía algunos años y prestándoselas, esperó con
impaciencia junto a sus amigos a que llegara la policía.
Las
mujeres se pusieron a leer en voz alta (algunas de ellas
hicieron comentarios críticos a la obra) y concluída la
lectura se acostaron a dormir hasta el día siguiente con
los nóveles escritores. Fue
así como nació la Generación Literaria Virgus Pen -
Club, que hoy es la más reputada, entre todas.
Un
juez sin rostro en Virgus Club Cansado
de escuchar las voces de los asesinos, el juez sin rostro
se dirigió en compañía de sus amigos a Virgus Club. Era
un hombre casado y por esa razón llevaba puesto en el
anular derecho la argolla de oro de matrimonio, en la
mano siniestra llevaba el anillo de grado donde estaba
incrustada una piedra negra con sus iniciales bañadas en
oro (Oro de 18 Kilates). El
juez bailó y se emborrachó toda la noche con las
mujeres. Al
día siguiente, la esposa lo tomó de las manos y al
descubrir que no tenía los anillos, le preguntó
angustiada: .-Jaime,
¿dónde estuviste anoche? ¿Dónde dejaste los anillos? El
juez, avergonzado, mintió: .-
Intentaron asesinarme. Por nada me cortan las manos.
El
beso El
beso es mágico sólo cuando se convierte en polvo. El
alma El
alma hay que guardarla en el almario. El
dolor de cabeza El
dolor de cabeza se inventó para calmar el tylenol.
La
Semiología La
semiología es el estudio del semen. El
ciego El
ciego es el único ser que puede ver los colores de la
música.
El
ojo Apenas
te veo no sé por qué mi pene se dilata. Soledad
Solitario
no es estar solo, es estar con Dios.
La
televisión La
televisión es una pasión baja porque tiene que ver con
los esfínteres. La
prisión La
prisión es la fábrica de asesinos. El
cementerio El
cementerio es la casa de los que no están.
Mi mujer Mi
mujer, la enferma, la cuido porque ella -la dulce- es
como mi país. Ella
tose todas las noches en duermevela. Al amanecer, suda y
lucha para que la vida le alcance hasta el día
siguiente. Ella es este país, dulce y en estado de coma.
Ella es la enferma. Biología El
despilfarro de espermatozoides conduce milagrosamente al
despilfarro de la especie humana. Nosotros ya no somos
nosotros. Somos representación de la especie. El
individuo que se reproduce se sacrifica por la raza
humana. El
observatorio de Falopio Desde
su gruta astrononómica, Falopio mira con desdén el
mundo y le aterra la proliferación de tanto especímen:
arimaspas, monóculos, atanores, endrinados, vitilíticos
y albinos. En
los anuncios del New York Times, mujer ofrece
ovario para la venta. En
el siglo XVI, Paracelso había pensado la posibilidad de
crear un homúnculos que presciendiera de
los servicios de las damas. En
Toronto, lesbiana busca negro para quedar embarazada.
En
Los Angeles, hombre de negocios adopta pareja de
cernícalos. En
San Francisco, se reciclan hímenes y prepucios a
domicilio. El
plasma, siempre altanero y maleable, ha permitido que
todo sea posible. Desde
su laboratorio, Falopio contempla el mundo y le dan
deseos de regresarse.
La
eternid
Después de no ver por veinte años a un amigo (yo era en
ese entonces un invidente), lo encontré en un café y
él, mas escéptico que nunca, me dijo: .-
¿Sabes, FM? Ya no creo en nadie ni en nada. ¡Sólo creo
en la muerte! Preocupado
por la suerte de mi amigo, pedí un par de cervezas y
luego de brindar con él, dije: .-
¿Cómo así? ¿En la muerte? No, hombre; no jodás, que
a lo mejor tú eres una excepción en el mundo. Tú eres
el único ser en el mundo que no va a morir. Animo,
viejo, que tú eres inmortal; tú vas a pasar a la
eternidad. Y
el amigo más incrédulo que nunca se bebió la cerveza
de un solo trago, y me dijo: .-
¿La eternidad? No, gracias; prefiero vivir. (A
Rossy Llano). Contra
el estilo mandarín
(A
propósito de la literatura colombiana) Linda,
tu gordura no está dentro de mis intereses ni de mis
planes. Lo que me interesa de tí es la economía del
lenguaje. Experiencia
humamna Se
aprende toda la vida a saber quién es. (Como
cuando un perro frente a un espejo confunde la realidad
con la ficción). Cuando
hablas de tí, no hablas de tí; hablas de otra cosa pues
no te conoces. Cuando
hablas de tí, tú ya no eres tú. Hablas de lo que
percibes en el mundo; no de tí. La
experiencia humana es terriblemente compleja. El
opaco mundo de los objetos El
opaco mundo de los objetos te ha quitado el brillo de la
mirada. Para que no te robe la luz tienes día a
día que recurrir -como el hombre de la caverna- al
sortilegio centelleante de tu imaginario. La
pintura del mundo
El
mundo es una pintura donde yo hago mi experiencia. Soy el
pintor de la tela, por eso hago parte de ella, de esa
gran pintura inacabada que nadie sabe si es abstracta,
realista, conceptual, instalación o performance.
Gauguin Todas
las muertes son atroces. Sólo la muerte de Gauguin
es digna de ser contada. Goya murió el 3 de Mayo de
l808. Rodin murió en La puerta del infierno. Van
Gogh murió desorejado en Auver-sur-Oise. Picasso murió
de viejo. Sólo su muerte es digna de ser contada porque
Gauguin murió de belleza en Polinesia. El
objeto del mundo El
objeto del mundo está ausente. Leo siempre un libro que
no ha sido escrito por mí. Hoy, es legítimo la
insaciable voracidad entre los hombres. El espacio obtuso
de la bestia triunfante. En estos tiempos es de muy mal
gusto pensar. Y sin embargo, para amar hay que ser
inteligente. El
nombre de la rosa
Cuando
nombro la rosa, ella ya no está; cuando digo Rosa
me refiero a mi amada que está ausente. El signo es lo
que está en el lugar de otra cosa. Pensar es
interpretar; hablar es pensar de otra cosa.
Arte
poética Para
crear Dios le dio el hambre a César Vallejo, la pobreza
a Arguedas, el asma a Proust, la paciencia a Tolstoi, el
genio a Shakespeare, la ira a Unamuno, el sexo a Miller,
la belleza a Yeats, el destierro a Benjamín, la cárcel
a Hikmet, el delirio a Dostoiewsky, la pena de muerte a
Saro-Wiwa, la flor de liz a Pizarnik, el Sena a Paul
Celan, el mar a Alfonsina Storni, el doble sexo a
Virginia Woolf, la castidad a Borges, el cinismo a
Quevedo, la dulzura a Cernuda, el laúdano a Nerval, la
absenta a Baudelaire, el whisky a Dylan Thomas, la
marihuana a Porfirio Barba Jacob, el arma a Silva, la
cojera a Hawthorne, el nóbel a Soyinka, el caballo a
Macedonio Fernández, el vino a Pessoa, la gordura a
Neruda, el amor a Goethe, la impotencia a Hemingway, la
rosa a Gabriela Mistral, la vulnerabilidad a Verlaine, el
olvido a Julius Fucik, la locura a Erasmo, la bebida a
Poe y la eternidad en Cervantes. Montreal
En
invierno, en Montreal, los andenes son espejos donde la
gente se mira. El que no se refleja es porque al
contrario de Pigmalión no recibió el don de la locura. En
verano, las mujeres de cuello delicado de flamenco cantan
en las ventanas. Los hombres viven apachurrados en los
bares escurriendo la última gota de una Maudite y
los niños, perros y ancianos cuando están lejos de una
piscina o de un hidrante explotan como si fueran bombas
de propano. La
primavera como el otoño pasan fugaces dejando una gama
cromática multicolor que se entierra en el corazón y un
olor a polen que enferma a los alérgicos y a los
ciclotímicos. En
invierno, en Montreal, los hombres y las mujeres son
espejos y están hechos de vidrio. (A
Gilles Thérien) Niña
postmoderna En
su estudio vive sola con su perro y con su gato y tiene
contestador automático. En el día, se la pasa hablando
con clientes que siempre la están invitando a moteles.
En la noche, lee a Italo Calvino ( Seis propuestas
para el próximo milenio) y a Carmen Rico Godoy
(Cómo ser mujer y no morir en el intento). En su
cartera, guarda una pistola nacarada de un solo tiro y
una caja de condones marca Patriot. Los escasos
polvos de oro que son ofrecidos por algunos clientes
generosos , los estrangula con su mortífera regla T que
tiene en su pequeña gruta diamantina. Dulce guillotina
de la vida. Hace el amor a domicilio, en los ascensores y
en los aviones cuando -a diez mil pies de altura- le toca
representar a su agencia en el extranjero. Modernidad
y post-mortem La
modernidad empieza cuando el Quijote abandona la aldea y
se decide a recorrer el mundo. La
postmodernidad comienza cuando Gregorio Samsa abandona el
mundo y convertido en insecto decide encerrarse en su
apartamento. La
infancia Una
noche, en un bar, a un hombre le ordenaron que regresara
a la infancia. Si no lo haces, te matamos. El
hombre bebió toda la noche y cuando estuvo ebrio
penetró en el gran espejo que tienen los bares y entró
a la infancia. Los
que habían dado la orden esperaron en la barra a que
regresara y les contara su experiencia. Terminó
la mañana, y no regresó; terminó el día y en la
siguiente noche, cuando los hombres pasaban por una mona
de los mil demonios, vieron la imagen de un hombre que
les hablaba desde el espejo: .-
Ah, todavía, ¿siguen bebiendo? .-
Sí, pero cuéntanos, ¿estuviste en la infancia? .-
Sí. .-
¿Cómo es la infancia? ¿Cómo es eso, allá? .-
Muy rico. Me la paso jugando y comiendo dulces todo el
día. .-
Y ¿qué más?
.-
Soñando; es un mundo ideal, sin dueños y sin leyes. .-
¿Cómo así? .-
Las leyes que rigen son las del sueño y las del juego.
Lo mejor de todo... .-
Lo mejor de todo, ¿qué ? .-
¡ No trabajas! ¡Los adultos pagan por tí! .-
¿Qué traes ahí? .-
Una flor; es la flor de la infancia. Se las regalo. Los
hombres estiraron la mano pero no pudieron alcanzarla. .-
Y qué, ¿piensas regresar? .-
No, el mundo de ustedes es duro. Muy duro. Es un mundo
sin sueños. .-¿Cómo
así? ¿No piensas volver? ¿No vas a regresar? Si no lo
haces, ¡te matamos! ¡ Mira cómo nos estamos
divirtiendo! Y
cuando uno de ellos que estaba sentado en la barra sacó
la pistola y disparó, la imagen del hombre con la flor
en la mano desapareció del espejo. The
manager ¿Qué
hace usted? Hablo español. ¿Lo habla bien? Es lo único
que sé hacer. Y
enseguida lo metieron en una paila negra para que la
dejara brillante como un diamante. ¿Qué
hace usted? Hablo portugués. ¿Lo habla bien? Es lo
único que sé hacer. Y
le dieron una escoba eléctrica para que barriera las
40.000 escalas que tiene el Empire State. ¿Qué
habla usted? Amharique. ¿Lo habla bien? Es lo único que
sé hacer. Y le dieron a cuidar los 200.000 niños
solitarios que viven en Filadelfia. ¿Qué
hace usted? Bengalí. ¿Lo habla bien? Es lo único que
sé hacer. Y le dieron agua, jabón y estropajo para que
lavara las 60.000 ventanas que tiene el Sheraton Hotel. ¿Qué
habla usted? Polonés.¿Lo habla bien? Es lo único que
sé hacer. Y le dieron una aspiradora para que limpiara
las paredes nasales de los 40.000 enfermos que
tiene el Royal Victoria Hospital. ¿Qué
habla usted? Hablo Darí. ¿Lo habla bien? Es lo único
que sé hacer. Y le dieron una sierra para que cortara
los 100.000 pinos que quedan en New Hamphire. ¿Qué
hace usted? Hablo Swahili ¿Lo habla bien? Y le dieron
agua de javel para que desinfectara los 300.000 bidets
que tiene San Francisco. ¿Qué
habla usted? Mandarín ¿Lo habla bien? Es lo único que
sé hacer. Y le dieron una olla, maíz y aceite para que
friera el pop-corn a los 50.000 niños
esquizofrénicos que entran cada día a Disneyword. ¿Qué
habla usted? Tahï ¿Lo habla bien? Es lo único que sé
hacer.Y le dieron una estufa para que le cocinara a los
50. 000 bomberos que apagan los incendios en Dakota del
sur. ¿Qué
habla usted? Vietnamés.¿Lo habla bien? Y le dieron un
microscopio para que examinara las muestras fecales de
los 200.000 mariners que tiene la armada
U.S. ¿
Qué hace usted? Hablo Finés ¿Lo habla bien? Es lo
único que sé hacer. Y le dieron una hoz y un balde para
que recogiera las cien mil manzanas que se cultivan en
Oregón. ¿Qué
hace usted? Hablo Arabe ¿Lo habla bien? Es lo único que
sé hacer. Y le dieron cincuenta mil condones para que
les hiciera la paja a los empleados de
Americain Express. ¿Qué
hace usted? Hablo Ruso. ¿Lo habla bien? Es lo único que
sé hacer. Y le dieron una cachucha, un bate de beisbol y
una manopla para que vigilara al colombiano, al
portugués, a la etíope, al bangladeshí, al polonés,
al afgano, al nigeriano, al chino, a la thailandesa, al
vietnamita, al finlandés, al argelino y a su vez, se
vigilara él mismo.
Al
primero le llamaban el hombre-caverna, al segundo el
hombre-escoba, a la tercera (era una mujer) vaca
reproductora, al cuarto hombre -araña, al quinto el
enfermero, al sexto el guarda-bosques, al séptimo el
bideasta, al octavo el micro-biólogo, a la novena (era
una transexual) la recreacionista, al décimo el chef,
al décimo primero el campesino, a la décimo segunda
(era un travestis) la prestidigitadora y al décimo
tercero the manager. Demonius
politicus
En
la época actual, nuestros ángeles son demonios y
nuestros demonios son políticos. Por
un proceso metempsicótico no pocos conservan su cuerpo
de ángel y su alma luciferina. Estos,
son algunos que se destacan en el teatro ardiente del
Congreso: -Terrenos
: civiles que a punta de comisiones y ejecuciones
destruyen la tierra. -Leliurios
: criminales que a sangre y fuego persiguen a los
hombres. -Aéreos
: son los soplones que dan viento. -Acuáticos
: submarinos cuyo humórbido se sumerge cuando se
trata de actos y responsabilidades. .-Lucífugos
: rondadores que huyen de la luz, debiendo la luz
huír de ellos. -Subterráneos
: que viviendo debajo de la tierra son
escudriñadores de vidas, fiscales
de honras, levantadores de falsos testimonios, y bajo
tierra sacan qué acusar, y andan siempre desenterrando a
los muertos y enterrando a los vivos. Marion
Crane
El
dinero es para el adulto como el estiércol para el
niño. El
cuerpo digestivo es una fábrica de excrementos. La
boca y el culo son dos caras de la misma moneda. Con
la mano izquierda me limpio el ano y con la derecha
saludo a los amigos. De
la boca a los esfínteres hay una compleja ingeniería
sanitaria. Ayer,
mientras conducía por el Westmount ví a Marion
paseando en el parque. Como
tenía dinero, la invité al club y después a hacer el
sexo. Al
hombre el volante, a las mujeres el dinero. El
acto sexual es un asunto de conexiones y tuberías. Marion,
cuerpecito vaporoso flotando en medio de los pájaros. Marion,
carne impura. Imago
mundi
En
el siglo XVI, André Vesale abrió un cuerpo humano y
descubrió la medicina clínico- anatómica. En el siglo
XIX Sigmund Freud abrió un sueño y descubrió el
inconsciente. Hoy, ¿qué tenemos que abrir para
encontrar la clave simbólica del siglo XXI?
OH
VIDA
Entre
tú y yo siempre ha existido un abismo Y
sin embargo, hemos compartido una vida. Es
cierto. Hemos
vivido bajo un mismo techo, hemos soñado, hemos
tenido hijos, y
hasta nos hemos amado. Cuando
partas -sé
que un día lo harás- te
irás sola y
yo me quedaré pensando en tí. Cuando
yo parta -sé
que un día lo haré- me
iré solo (así
como vine) y
tú -
Oh vida- te
quedarás pensando
en mí.
Roxbury ¿Recuerdas
la casa número 124 en Bluestone Road, en las afueras de
Cincinnati? Qué te
vas a acordar, si no tienes memoria. Además, nunca
conociste Cincinnati aunque el nombre
« bluestone » te diga algo por una vieja
canción que tocas en ese hueco negro de Roxbury donde
gastas la vida todas las noches. Bluestone,
my love. Bluestone,
my life. Dice la
voz de Betty; entonces metes la guitarra acústica en la
funda de hule, la cuelgas en tu hombro y sales por
Hawthorne Street rumbo a tu hueco. Es el fin
de la noche. Me gusta
la voz de las mujeres, dices, mientras pegas tu boca al
cigarrillo. pero no piensas en la voz de ella, en su boca
de labios gruesos sin colágeno por donde sale ese hilo
torrentoso que viene del alma, no piensas en su pelo
negro-rizado casi azul y en sus ojeras de plata, sino en
la mujer blanca que una noche descendió de su auto
deportivo, y te dijo que le gustaba el sonido de tu
guitarra. Tú le agradeciste, y cuando volviste a tocar
para ella, sólo dijo, Im sorry, y abandonó
el bar. Oh,
¡Roxbury de mi alma! Si
hubieras conocido la casa número 124 en Bluestone Road,
en las afueras de Cincinnati, comprenderías por qué te
gustó la voz de la mujer blanca que vive en Cambridge y
una noche desdenció de su auto deportivo hasta Roxbury,
donde tocas la guitarra. Desde la
Guerra de Secesión allí nada ha cambiado. Los blancos,
cuando tienen que ir de Beacon Newton, aprietan el
acelerador o prefieren desviarse y correr unas cuantas
millas de más antes que pasar frente a las calles de
edificios de ladrillos rojos y escalerillas negras. Los
blancos siempre han tenido miedo. Desde 1865 cuando
terminó la guerra; desde que el Mississipi se incendió
en llamas y el negro Burch o Bunch -ahora no recuerdo-
embarazó a Lena y escapó a Jefferson; desde que
sentaron a Bobby en la silla eléctrica y a Martin Luther
King lo asesinaron en Memphis. Por eso
cuando Amstrong tocaba en el Hotel de la Reina tenía que
entrar por la puerta de atrás y comer con los cocineros.
Por eso absolvieron a O. J. Simpson, quien mató a Nicole
y a Ronald; por miedo que los hermanos incendiaran la
ciudad de Los Angeles. La única
blanca que ha ido a Roxbury es la joven de Cambridge que
una noche de verano descendió de su auto deportivo, como
si descendiera al infierno, para escuchar tu guitarra. Pero esto
sólo tú lo sabes poruqe nunca fuiste a la casa número
124 , en Bluestone, en las afueras de Cincinnati.
(A Tim
Keppler).
El
orientalista Soy un
hombre del Sur -también
hubiera podido ser una mujer o una planta-. He venido
hasta el Norte a buscar mis orígenes. Desde
niño leí que los hombres, ls mujeres y las flores venían
del Oriente por el estrecho de Bering. La
brújula -que no se equivoca- me indica
que para ir al Oriente hay que
pasar por el Norte. Por eso
he subido hasta acá a buscar
mis raíces profundas en el
Gran Norte. Luego,
si el
tiempo me da vida atravesaré
el estrecho de Bering y
llegaré al Oriente -así se
cumplirá el ciclo completo del reloj de diástole y
sístole-. Entonces, podré
sentarme tranquilo con mis hermanos a
meditar, a beber té y a fumar
opio en la
vieja pagoda del abuelo. La
flor virtual del estío Cuando
envío un e-mail a mi amada tengo
cuidado de no ir a dejarla embarazada. Ana
vive en la orilla izquierda del río (yo
vivo en la otra orilla) y
nos amamos mucho. En
invierno, ella trabaja en una fábrica de vestidos. En
verano, a ella le gusta recorrer la ciudad con sus
patines en línea. Ella
es dulce como la flor virtual del estío. Cuando
hacemos el amor -que
son contados- ella
me protege con su guante de seda porque
le teme al sida. Mi
miedo es dejarla embarazada. (A
Sara Grisales).
Solipsista Soy
la materia de mis libros. Cada
día intento plasmar mi imagen en las palabras . Cuando
me pregunto: ¿Quién soy? es como si me
dijera: ¿Qué sé yo? Como
Montaigne que escribió a tientas sus Ensayos soy
libre y profundamente solitario. Mi
lema es: Quien sigue a otro no sigue a nadie. Un
humor melancólico recorre mis textos. Mi
único esfuerzo ha consistido en darle expresión a esta
locura.
2.- Memoria de escritor.
El
tiempo de la escritura El
tiempo de la creación literaria nunca corresponde al
tiempo socialmente establecido. ¿Por qué, entonces,
angustiarnos cuando no salen nuestros trabajos literarios
en fechas determinadas? Para
no caer en una depresión letárgica, es necesario
ponerse plazos. Límites amplios y elásticos que de
todas maneras, están determinados por el tiempo que
impone la creación y no por el tiempo que nos impone el
editor, un concurso, una beca o la simple vanidad. El
artista como vive de la Fantasía debe tener en cuenta en
su trabajo creador algo muy importante: El dominio de sí
mismo.
El
escritor y la voz que digita El
estilo único y singular del escritor es su voz que viene
de su mundo interior. El
escritor y la fragilidad El
terreno en que se mueve la escritura es frágil;
cualquier cosa por mas insignificante que sea, lo puede
malograr: Un recibo de energía, una llamada telefónica,
una noticia maligna de un amigo. Por eso, siempre, el
escritor debe saber separar el mundo de la escritura de
los otros mundos. Crear el terreno mas propicio que
también se puede llamar el ambiente o la atmósfera.
En
el terreno frágil y movedizo de la creación, se pierden
muchas cosas que pertenecen al mundo cotidiano de la
vida: Un trabajo, un apartamento, una mujer... Se pierde
en la vida y se gana en la literatura. Este es el precio
que paga el escritor por el oficio. El
escritor y los peldaños negros La
escritura contiene varios peldaños negros que el
escritor debe intuírlos con su sabiduría para no caer
en su trampa y poder proseguir. Uno de esos peldaños que
más bien parece un gran vacío, es el que se produce
entre la terminación de un texto y el inicio de otro. Es
una larga y profunda herida (otros hablan de operación
post- parto) que tiene que soportar, pero de la que tiene
que salir para poder darle un sentido a su trabajo y una
continuidad. La
escritura y el caracol La
escritura es como el oficio del caracol que siempre se
envuelve hacia adentro. La
única posibilidad del escritor Entre
mil posibilidades de escribir, el escritor sólo tiene
una, y no sólo la debe olfatear en el momento oportuno,
sino que debe saberla aprovechar al máximo. Las
otras novecientas noventa y nueve son adversas. El
escritor y el silencio El
silencio en el ejercicio de la escritura es de suma
importancia. Sin embargo, sabemos de escritores que
escriben con música, en medio del ruido de los cafes,
bares y tabernas, o en medio de hijos, perros y gatos que
chillan por dolor y hambre al unísono. Entonces,
¿a cuál silencio nos estamos refiriendo? Al silencio
interior que porta todo escritor y, que sin él, no
podría escribir, no podría concentrarse. La
escritura se produce en el silencio. Y el silencio sólo
es escuchado por el escritor. El
escritor y los trabajos ajenos En
el trabajo ajeno trata de ocultar en lo posible tu
verdadero oficio. No insinúes (ni siquiera por vanidad u
orgullo) que eres escritor. Reprímete. Porque después
lo puedes pagar caro. No sabes los funestos resultados.
No imaginas la envidia y el mal hígado que revienta eso,
no sólo entre tus jefes, sino entre tus colegas. Así
que por más que te hayan dado el Premio Nobel de
Literatura, por favor, que no salga de tu boca esta
información. Esta información que es como una
autodelación. Deja no más que en tu trabajo les llegue
por otros oídos. Así quedarás bien con ellos, y
bien con tu espíritu.
El
escritor y la sensibilidad La
sensibilidad del escritor está hecha de piel de tigre y
carne de cordero; allí reside su fuerza y su fragilidad. El
escritor y las preguntas Si
aún no has matado a alguien, ¿por qué insistes en
escribir? El
escritor y la belleza Recuerda:
Los hombres demasiado bonitos no pueden responder por sí
mismo. El
escritor y los viajes
Los
viajes son importantes en un escritor, pero como un
capitán de un barco, hay que saber escoger el mejor
tiempo para zarpar. Todos
los viajes son enriquecedores y de gran formación para
el escritor; pero quizá, el más importante es el viaje
que emprende el mismo escritor: Su viaje interior. La
formación espiritual del escritor
La
formación espiritual del escritor está antes que su
obra y mucho antes que su misma existencia. No importa si
somos apolíneos, báquicos o andróginos. Esta
formación, contra cualquier vanidad, debe ser propia,
auténtica. Después, vendrá la obra.
El
escritor y la novela La
novela es el arte de la analogía. No importa si allí se
registren pedazos de tu vida, señales de una supuesta
biografía. Aquí se hace necesario decir las cosas de
una vez por todas: Toda biografía por más
"real" que se presente, es sospechosa. La
única verdad real es la ficción, la novela. Cualquier
intento de confundir la novela con tu vida, es ingenuidad
inconsciente o morbosidad deliberada. La
novela es ficción y en ese sentido es más real que
la supuesta biografía que el lector cree conocer de tí.
El
escritor y el espejo a la inversa
Un
escritor serio, independientemente que escriba en
primera, segunda o tercera persona, debe tomar con su
obra, una posición de distanciamiento. Así todo
lo que escriba pertenezca a su registro personal,
vivencial. En
el arte como en la vida, el escritor debe mirar siempre
el espejo a la inversa. Le miroir a l'enver es la
mejor visión que puede lograr el escritor frente a su
obra y frente a su vida. El
escritor y sus autores predilectos En
el intrincado oficio de la escritura, el escritor tiene
una pregunta que, por lo general, no parte de él, sino
de la inquietud voyerista del lector. ¿Cuál
es su autor preferido? Frente
a tamaña pregunta, hay que decir que todo escritor tiene
una serie de textos y lecturas claves que las va haciendo
y seleccionando, en esa búsqueda incansable por crear su
propio lenguaje, su propio estilo. No son textos que el
escritor seleccione con antelación. Son especie de
Amantes o Mujeres Amadas que el escritor va encontramndo
como refulgentes piedras preciosas, a lo largo y ancho de
su camino. Sólo al final, cuando el escritor ha
decantado una serie de lecturas, y a sufrido aquel
proceso de decantamiento con su propio lenguaje, es que
hace una selección del harem, y se queda con una
o, máximo, dos amantes.
Los
movimientos interiores del arte
En
la escritura y el arte en general, la sencillez en el
lenguaje es símbolo de genialidad y maestría. El arte
se ha dividido en dos grandes movimientos: El movimiento
de la acumulación donde el barroco ha sido lo más
representativo; y el movimento hacia la síntesis, donde
la literatura norteamericana del siglo XX, ha sido lo
más representativo. Un movimiento no excluye al otro. El
uno no es verdadero y el otro no es falso; en el arte no
existen las verdades como en la ciencia (¿Acaso podemos
decir que un poema de Borges es verdadero y uno de Neruda
es falso?). En
el arte, ambos movimientos son válidos, y hay que
interpretarlos en sí mismos, y en esa relación
cómplice, de amor y repulsión, que se establece entre
el producto inacababo y el lector incompleto. El
arte no es -como se ha pensado- un espejo que interpreta
la realidad. El arte es la relación que se establece
entre la manera como sentimos la vida con la forma de
representarla. Las
máscaras de un escritor Hay escritores que no tienen un rostro definido, sino una máscara con una mueca definida. No importa si ésta es cómica, trágica o cínica. A
estos escritores pertenecen los que no fallan a cocteles,
siempre están pidiendo puesto en el gobierno, hablan
hasta la saciedad de la literatura (muy poco de la vida),
se emborrachan con la literatura, y hasta conquistan
mujeres con la literatura. Pero jamás escriben. Buena
escritura, malos tiempos Mis
mejores cosas las he escrito en los peores momento (Esto,
por ejemplo, lo escribo con la cabeza calva y a 20 grados
bajo cero). Cuando he tenido las mejores condiciones, no
he escrito más que idioteces.
El
escritor y la cotidianidad La
escritura es pensamiento. Por eso, cuando nos sentamos
frente al computador, realmente no escribimos, sino que
transcribimos ese dictado que hemos venido
tejiendo como una mortaja en todas nuestras actividades
de la vida cotidiana. Esto
quiere decir que siempre estamos escribiendo. La
escritura tiene que ver con nuestra cotidianidad, con
nuestros actos, no importan si estos sean deliberados o
inconscientes, lúcidos o desfazados, sutiles o
patéticos. Escribimos
mientras caminamos, mientras comemos, y cuando vamos al
trabajo. Escribimos mientras soñamos y soñamos
escribiendo, y mientras soñamos a una mujer. Luego,
cuando nos sentamos a escribir, lo que estamos haciendo
es poniendo sobre la pantalla, lo que hemos soñado. El
acto de la creación El
acto de la creación no se produce por un destello
fulminante y azaroso. No pertenece al albur de la vida.
Es un trabajo de composición interno donde la paciencia
del escritor cuenta tanto como el manejo que hace el
carnicero de su cuchillo, en su peligroso y delicado
oficio. La
paciencia es algo que debe construírse y a la que se
debe llegar y manejar en el arte de la escritura. La
palabra poética precisa
El
arte de buscar (aunque el escritor no busca sino que
encuentra) la palabra poética precisa debe ser para el
creador como zambullirse en el fondo del mar y extraer de
allí la mejor piedra preciosa. El
escritor y su época Ante
la época el escritor siempre tiene que ser un escéptico
y no dejarse arrastrar por ella. Sólo viéndola en todo
su esplendor y en toda su decadencia, el escritor podrá
escribir textos de verdadero valor literario. El
escritor ante todo y para bien del oficio, debe por
principio, desconfiar de su época. El
escritor y la vida Para
escribir, así como hay que haber ganado un escalón
superior de la vida, asimismo hay que tener un grado
mínimo de inocencia. El
escritor crea para vivir; por eso siempre tiene que estar
del lado de la vida. Esto
no quiere decir que a veces nos acostemos con la muerte. El
escritor es un hombre que muere todos los días cuando
crea.
El
escritor y la depresión En
el difícil arte de la escritura, el escritor siempre se
encontrará ante un monstruo imperfecto: El monstruo de
la depresión. ¿Cómo
evadirlo? Si
el escritor es verdadero y su escritura es verdadera, ese
monstruo hay que llevarlo siempre de compañía y en
algunos momentos, llegar, incluso, a hacerse amigo de
él. A
veces, se lo puede capotear (sobretodo, cuando se
abandona temporalmente el oficio de escribir por el
oficio de amar), pero el monstruo de la depresión
siempre estará a la sombra de nuestro oficio, porque en
la escritura siempre hay algo de nosotros que nos
abandona. Y esto, paradojalmente, es lo que nos eleva y
nos hace felices. La
escritura y el deseo La
escritura es por su naturaleza, un oficio del deseo. Y
como el deseo es carencia, y al mismo tiempo mutante, es
por eso que los escritores siempre deseamos escribir y
nunca estaremos satisfechos de lo que hacemos. Sólo el
escritor que está satisfecho de su último libro, está
suscribiendo por anticipado su acta de defunción, su
muerte como escritor. La
escritura por naturaleza es deseante. La
verdadera escritura es aquella que parte y se nutre del
universo rico y desconocido que rige la vida de los seres
humanos: El deseo. No
hay escritura deseante que no transgreda los límites de
la razón. No
hay escritura deseante que no seduzca al lector y lo
lleve por nuevos mundos fantásticos, llenos de poesía.
La escritura deseante se aparta de la escritura prosaica
que siempre se inscribe desde la categoría sospechosa de
la razón. El
escritor y el amor El
discurso del amor es análogo al discurso de la escritura
que siempre es pasional, intrincado y discontínuo. Hemingway
decía que se escribía mejor cuando se estaba enamorado.
Esto
es cierto cuando se trata de un amor transparente forjado
sobre la base de la diferencia. Cuando se trata de un
amor turbio y perverso forjado sobre la base de la
confusión y de la pérdida de la individualidad no sólo
se escribe peor, sino que se deja de escribir. El
escritor frente a los afectos, debe sabar diferenciar los
siguientes niveles:
- El nivel de la amistad.
- El nivel del deseo.
- El nivel del enamoramiento.
- El nivel del amor. El
escritor y las mujeres Para
agregar belleza a la miseria humana, el escritor debe
tener mujeres blancas, amarillas, negras, azules, mansas,
guerreras (no violentólogas), dulces, ecológicas,
antropólogas, antropófagas, médicas, para-médicas, yuppies,
fotógrafas, aeróbicas, señoras ricas (que lo inviten a
comer a restaurantes), putas cariñosas, ingenieras,
vegetarianas y niñas precoces. (Debe
abstenerse por principio de feministas clitoridianas,
terroristas y profesoras universitarias). El,
que es un ser humano, necesita de todas porque la vida es
dura y el arte de la escritura es como tener un cristal
lleno de aristas en la palma de la mano.
El
escritor, la novela y la muerte Toda
buena novela termina con la muerte.
El
escritor y la muerte El
escritor nunca debería pensar en la muerte; pero
desgraciadamente, el acto de la creación parece que
está ligado con este mundo extraño y desconocido que es
la muerte. Un
escritor a medida que avanza en su obra, siempre lo
obsesiona la posibilidad de la muerte (su obra se vea
truncada ante ese acto miesterioso e irreversible). Creo
que no existe escapatoria: Mientras el escritor viva, la
muerte siempre será un pensamiento que lo
obsesionará permanentemente. A
Horacio Quiroga siempre lo persiguió la muerte. En l895,
a la edad de diecisiete años se suicidó su padrastro
(su padre había muerto en 1879); siete años después,
se le escapa un tiro y mata a su mejor amigo, Federico
Ferrando; en l9l5, en San Ignacio, Misiones, en plena
selva, donde vive desde l909, se suicida su primera
esposa, Ana María Ciros; quince años mas tarde, su
segunda esposa, María Elena Bravo y su hija lo
abandonan; el l9 de Febrero de l937, se suicida con una
dosis de cianuro, al saber que tenía cáncer. El
escritor y la angustia La
angustia y el escritor parecen un par de hermanos que
caminaran cogidos de la mano. La angustia entendida como
pulsión de muerte. El
pensamiento del escritor, cuando no escribe, se puede
traducir en estas palabras: No estoy creando; por lo
tanto, soy un cadáver. Un hombre muerto. Y es aquí
donde aparece la angustia. ¿Qué
hacer frente a esto? Es
una pregunta delicada de contestar, pues cuando pasa la
angustia y se llega a ese estado ideal de armonía, de
cierta manera, ese fastidioso estado contribuyó a
disparar eso que se tenía represado y que
producía malestar. Por lo tanto, la angustia es un
estado fastidioso con el que tenemos que convivir para
llegar a aquel estado ideal que nos proporciona gratos
momentos creativos y personales. Convivir con la angustia
es como convivir con una mujer a quien ya no se quiere y
se desea. Si nos dejamos consumir por ella, no sólo
estamos muertos durante ese momento, sino que estamos
muertos como escritores de por vida! Para escribir bien
todo escritor debe conservar una dosis de angustia
necesaria. Las
lecturas y el escritor En
la vida del escritor hay textos claves. Lecturas claves
que vuelven una y otra vez a él, y se convierten
en una especie de fuerza de choque o chaleco
antibalas, que lo protegen contra las malas
influencias. Esos
textos con muy pocos. Tres o cuatro, y algunas imágenes
fragmentadas de la infancia. El
texto clave de Joyce para escribir Ulises, fue la Odisea
de Homero. El
texto clave de García Márquez para escribir El
otoño del patriarca fue el Ulises de Joyce.
(Exactamente, el último capítulo del tomo II). El
escritor y la marginalidad La
escritura siempre ha sido un oficio marginal. No sólo
porque a la sociedad nunca le ha interesado este oficio,
sino porque la escritura en la medida en que es un acto
de creación, tiene que ver con Dios. Los grandes
escritores han sabido más que nadie que la escritura es
un oficio cotidiano y marginal. Sólo
para el que busca la fama y el éxito, la escritura no es
marginal. Pero ya sabemos que este individuo es
cualquier cosa (político, abogado, siquiatra) menos
escritor. La
escritura marginal y la escritura esnobista La
escritura marginal es la que se mantendrá por su fuerza
y su virtud de eternidad. La
escritura snobista es la escritura coyuntural y
pasajera que sirve para salir del paso (como cuando no se
tiene un vestido pra ir a una fiesta y alguien se lo
presta) y es, al mismo tiempo, la muerte. La
escritura marginal se encuentra en los libros. La
escritura esnobista se encuentra en los diarios y
revistas donde -como dice Walter Benjamín- la palabra
está más rebajada. Esta es una de las
diferencias entre el escritor y el periodista. Dos
oficios que hoy en día tienden a confundirse, pues hay
escritores que por la fuerza del estómago, tuvieron que
vender su alma a los diarios, y periodistas con ínfulas
de escritores. El
cuento y la novela ¿Cuál
es la diferencia entre la escritura de un cuento y la
escritura de una novela? Un
cuento es un orgasmo precoz; una novela es un orgasmo
largo y prolongado. Hoy
en día, todo el mundo quiere escribir novelas; el
cuento, a pesar de su exquisitez y genialidad, está
relegado a un segundo plano. Sin
embargo, hay que decir que no siempre se tiene la fuerza
y la energía para sostener ese largo aliento que exige
la novela. El
escritor y la adversidad
La
escritura como se hace a pesar de todo y contra todo,
fácilmente puede caer en una atmósfera de adversidad,
que el escritor debe saber capotear. ¿Es
mala esa atmósfera adversa de la que está rodeado el
oficio de la escritura y, en general, todo oficio que se
haga con obstinación, pasión y trabajo ? ¡No!
Siempre y cuando el escritor no asuma una actitud
romántica frente a la escritura o se deje hundir por
ella. O acaso, ¿todo trabajo creador ha estado rodeado
de condicones óptimas para hacerlo? La
armonía triangular del escritor En
muchos casos y, en particular, cuando se está empezando
a escribir, el trabajo literario es desalentador.
¡Cuántas veces no queremos correr y producir obras en
serie! Pero ante la total inercia que agobia a muchos
escritores y la precipitud que obnubila a la gran
mayoría, es necesario buscar -como dicen los argentinos-
el término medio. El
novel escritor debe desde un comienzo, buscar la armonía
dentro de este triángulo, que es la síntesis de su
vida:
DISTANCIAMIENTO
FUERZA INTERIOR
SERENIDAD El
escritor y la juventud Un
escritor joven es el que tiene cuarenta años de edad.
El
escritor ante la barbarie El
escritor ante la barbarie debe ser un escritor de la paz
y para la paz. No debe salir huyendo ni tampoco quedarse
impasible ante los hechos de barbarie que a diario genera
el mismo hombre. Si acaso llega a sentir la necesidad de
participar en ella, debe saber que lo hace bajo su
responsabilidad como animal o bestia, y no precisamente,
por ser un escritor. La dignidad de un escritor es tan
grande que no puede descender a los círculos infernales
que nos propone a diario la barbarie. Si nos insisten en
hablar de armas, hay que repetir hasta la saciedad que el
arma del escritor es y seguirá siendo la palabra. El
escritor y las armas Ha
habido muchos escritores que han empuñdo las armas, ya
sea para un bando o para el otro. Y todos, sin excepción
y con decepción, han justificado esa decisión. La
única arma del escritor es su pensamiento. Las otras son
las armas de la barbarie; no importan del bando de donde
vengan. Andar
con una pistola o con una bomba es andar con la muerte. La
única arma del escritor es su obra, que es una ¡bomba
literaria!
El
escritor, el alcohol y las drogas El
alcohol, y en general, las drogas no son malas para
escribir. El problema no radica en esto, sino en la
actitud, en la relación que el escritor asuma con los
estimulantes. La
calidad de una obra literaria no la determina un elemento
extraño a la misma literatura, ya sea por su grado de
alcohol o de alucinación. Así
como se han creado grandes obras dela literatura bajo los
efectos del laúdano, la absenta, el alcohol o la
cocaína, asimismo, se han creado grandes porquerías. El
problema no es moralista sino ético y estético. Frente
a un mundo lleno de vicios y estimulantes, cada escritor
-sea santo o demonio- debe controlar su propia dosis. El
escritor y Dios El
escritor no está solo. Está con Dios. El
escritor es como Dios cuando crea, y es como Dios cuando
su obra se eterniza. El
está hecho a su imagen y semejanza. Pero mientras viva,
el escritor será un mortal más entre los hombres. El
escritor siempre debe ir de la mano de Dios, aunque Dios
le ponga esas terribles pruebas y le presente amigos y
amigas de la calaña del Angel Caído, que vive en el
infierno. Dios
siempre está con el escritor ( siempre lo lleva de su
tierna mano), aunque a veces lo abandone y lo deje al
arbitrio del Angel Caído que vive en el infierno. El
escritor y sus contemporáneos El
escritor debe desconfiar de las opiniones de sus
contemporáneos, pues de cada mil opiniones, sólo una es
honesta, profesional y objetiva. Las novecientas noventas
y nueve restantes están cargadas de bilis, envidia y
mala leche. (Hoy en día la mayoría de las opiniones se
hacen desconociendo la obra del autor). El
verdadero escritor es aquel que piensa en escribir, en
primera instancia, para él y, en segunda instancia, para
un lejano porvenir. El
escritor y los libros Los
libros para el escritor son pequeños amores donde se
esconde un gran universo. Y esos pequeños amores, al
contrario de los otros, son fieles porque siempre están
ahí, acompañandolo en su soledad, en aquel umbral de
sombras de que está hecha la escritura, y en su profundo
abatimiento. El
escritor y la levedad El
estado ideal para escribir es el de la levedad.
Desafortunadamente, es un estado que no siempre se
consigue, y cada día está amenazado por la pesadez de
la vida. La levedad es un equilibrio entre la tierra y el
cielo; un estado levítico y de armonía consigo mismo.
Ese es el estado ideal del escritor.
El
escritor y la pesadez En
lo posible, el buen escritor debe evitar la pesadez que
es un estado de presiones, angustia y tensión. Es un
estado que en vez de elevrlo hacia otros universos, lo
convierte en un esclavo de la tierra, y lo entierra. El
escritor y la modernidad No
por el hecho de vivir en Nueva York y escribir novelas
sobre Nueva York, se es moderno. El verdadero escritor es
aquel que conoce las corrientes estéticas en que se
inscriben sus pulsiones creadoras. Sólo su obra dará
cuenta de su modernidad; de su vigencia o su anacronismo
irreversible. José
Eustasio Rivera nació en Neiva, un pueblo perdido de
Colombia, en l888, y escribió una novela como La
vorágine, en l924, que se inscribe en un marco
rural. Medio
siglo después, esta novela es más moderna que cualquier
otra que se haya escrito por un hombre de ciudad, y cuya
atmósfera transcurra en la ciudad. Rivera
murió en Nueva York, en el año de l928. El
escritor y el paraíso No
hay paraíso sin serpiente. Adán, y sobretodo Eva,
tienen el mérito de habernos liberado del paraíso;
nuestro pecado original es que anhelamos regresar a él. El
escritor y el infierno Así
como no existe paraíso sin serpiente, asimismo no existe
infierno sin derviche. Como Dante Aligheri, el escritor
debe bajar hasta el infierno, pero debe tener la fuerza y
el coraje para volver a subir. El escritor debe pasearse
por el infierno como todo un señor poeta, y aletear su
hermoso plumaje de pájaro raro. En
la vida existen muchos infiernos: Malcom Lowry, Poe y
Dylan Thomas se identifican entre sí porque vivieron en
el infierno ardiente del alcohol. Nerval, Bourroghs y
Andrés Caicedo vivieron el infierno de la droga. Antonin
Artaud y Antonio LLanos vivieron el infierno de los
hospitales siquiátricos. Los
tres únicos escritores que han vivido en el paraíso,
son: Julio Cortázar, Macedonio Fernández y Henry
Miller. Cortázar porque hasta su edad madura y pese a la
acromegalia que cada año lo hacía crecer un
centímetro, siempre fue un adolescente que tomaba la
vida y la literatura como un juego. Miller porque hasta
los cuarenta y dos años vivió de gorra y cuando
alcanzó la fama, se murió rodeado de mujeres bellas.
Fernández porque nunca le interesó, de verdad,
escribir, sino que lo que hablaba salía con un sentido
filosófico tan profundo, que desconcertaba a más de
uno. Macedonio fue campesino y murió riéndose de la
vida. Virginia
Woolf pese a la magnanimidad y tolerancia de Leonard, su
esposo, siempre vivió en el infierno delicioso de las
diosas. Por eso nunca entendió el mensaje de Joyce y se
negó a publicarlo en su pequeña editorial. El
escritor y el suicidio Parafraseando
a Artaud, el escritor es un suicidado de la sociedad. La
historia ha sido larga y parece que es infinita: Gerard
de Nerval, José Asunción Silva, Hubert Aquin, Virginia
Woolf, Antonin Artaud, Walter Benjamín, Horacio
Quiroga, Alfonsina Storni, Andrés Caicedo
Parece
ser que la muerte hace parte de la vida del escritor y
muchos de ellos, antes que el destino fatal les madrugue,
toman la difícil y contradictoria decisión de quitarse
la vida. Parece que el suicidio es el destino fatal en no
pocos escritores.
El
escritor y la lectura Leer
es la capacidad de interpretar con sentido una obra.
Niezstche decía que para poder leer bien un texto,
había que asumir la actitud de la vaca: Debemos
otorgarnos todo el tiempo que sea necesario y rumiar el
texto cuantas veces sea necesario. Leer, en esta
perspectiva, es interpretar, e interpretar es pensar, y
pensar es rastrear en la memoria. El
escritor y sus años El
oficio del escritor es antagónico al oficio del
deportista; este último tiene que hacer su obra y
destacarse a muy temprana edad, pues su carrera es corta
y depende de su energía y vitalidad, y aunque los dos
oficios son aconsejables iniciarlos a temprana edad, el
oficio del escritor es como el proceso de los vinos:
Entre más viejo, más bueno. Hay
escritores como Cervantes, Saramago y Bufalino que
empezaron tarde a escribir. Estos escritores sin quererlo
han creado una muralla de excusas y justificaciones en
ciertos escritores que viven aplazando el ejercicio de
escribir. Como
Miller escribió los Trópicos a los cuarenta años,
todavía tengo tiempo de escribir mi novela,
dicen. Luego, cuando llegan a los cuarenta años, se
vuelven a decir: Como Cervantes escribió El Quijote a
los cincuenta años..., y así hasta que llegan a
Bufalino, y la única novela que les queda por escribir
es la de la muerte. A
estos escritores tan entusiastas hay que decirles que
aunque el tiempo diacrónico del escritor no es una ley
absoluta que rija su escritura (recordemos a Rimbaud que
escribió su mejor poesía a los diecisiete años), si
repercute en la obra del escritor. Cervantes
escribió la primera novela moderna de la historia a los
cincuenta años de edad, pero antes de esto se había
pasado toda su vida pensándola. La
experiencia interior del escritor La
experiencia interior del escritor es la fuente de oro.
Preocúpate por cultivar tu experiencia interior como si
fuera el mejor jardín plantado sobre la tierra. La otra,
la experiencia exterior, a veces suele ser un asunto
fútil y siempre está al alcance de la mano. El
escritor y el humor Los
críticos cuentan que James Joyce muchas veces
sacrificaba una buena frase para darle cabida al humor.
¿Esto es malo? No. Esto es bueno. Hoy en día, los
escritores son demasiado solemnes ( los colombianos somos
campeones de la solemnidad) y, en aras a una supuesta
trascendentalidad, se vuelven pesados y aburridos. El
humor es algo muy serio y sabio. De ahí que un escritor
con talento deba tener en cuenta el humor para su obra. Las
mejores obras de la literatura universal han sido obras
de gran humor: Rabelais, Cervantes, Quevedo, Kafka,
García Márquez. El
escritor y el Estado El
Estado no le debe nada al escritor. El verdadero escritor
es aquel que mantiene siempre una independencia con el
Estado (su dependencia está es con su obra). De ahí,
que sigue siendo fastidioso observar escritores
pedigueños que dejan de escribir por andar detrás de un
ministerio. El
escritor y su ego 1 No
hay escritor, por más modesto que sea, que no lo anime
en la vida, un espíritu narcisista. Hay una
clasificación bien curiosa y extensa (algo parecida a la
clasificación en especies que hizo Darwin) que bien
podría dar para un libro. Destaquemos sólo algunos
apartes de esta clasificación: a.-
Egocéntricos aristocráticos: Thomas Mann, Marcel Proust
y Jorge Luis Borges. b.-
Egocéntricos crapulosos: Fedor Dovstoievski, Arthur
Rimbaud y Porfirio Barba Jacob. c.-
Egocéntricos bufonescos: Francisco de Quevedo, Honoré
de Balzac y Truman Capote. d.-
Egocéntricos carnavalescos: Camilo José Cela, Jorge
Amado y Carlos Placeres. El escritor y su ego 2 El
escritor debe pensar más en su eco-sistema que en su
ego-sistema. El
escritor es como el elefante El
escritor es como el elefante, que entre la variada y
múltiple fauna, es el único animal que vive recordando
sus vidas pasadas y manteniendo durante largo tiempo una
vida paciente; es también el único que vive meditando
sobre su propio sujeto, sobre su propia existencia. El
escritor es como el corredor de fondo El
escritor es como el corredor de fondo solitario; sólo de
él depende el éxito de su carrera literaria. El
escritor y su amante El
juicioso escritor es aquel que debe repartir su vida
entre el oficio y su amante. En las mañanas debe
escribir, y en las noches, sentir a su amante tan cerca y
transparente, como si fuera la página en blanco. El buen
escritor es aquel que le lleva a su amante regalitos a su
casa. El
escritor debe hacerle el amor a su amante, cuidando de no
ir a desflorarle su cabeza. El
escritor y las revelaciones Samuel
Beckett descubrió su revelación como escritor, un día
de l945 cuando fue a visitar a su madre, en Irlanda. Joyce
la descubrió cuando vio la epifanía, en un momento
fugaz, de duda e incertidumbre. Niestzche,
cuando al acostarse con una prostituta en París,
adquirió la sífilis. Gabriel
García Márquez, cuando su abuelo lo llevó a conocer el
hielo.
El
escritor y las cópulas Borges
como Joyce copulaba poco y meditaba mucho. (Mientras
Borges se la pasaba en la Biblioteca Nacional meditando
sobre los antiguos, Joyce se la pasaba meditando entre
Dublín y la fantasía sexual). Todo
lo contrario les sucedió a Balzac y a Henry
Miller. Hemingway
quiso ser como los dos anteriores, pero nunca pudo. El
escritor y el computador Para
el escritor, el computador es la pantalla del alma. El
escritor y la neurosis No
se escribe con neurosis. El estado ideal para escribir es
como el instante después del orgasmo. El
escritor, el computador y la neurosis El
escritor se parece al computador no sólo porque guarda
una gran memoria (la memoria de la historia de los seres
humanos a través de todos los tiempos), sino porque
comporta una gran neurosis. Escritor
excéntrico Los
críticos que son impotentes me tildan de ser un escritor
ex-céntrico porque ahora vivo fuera de la capital, fuera
del centro.
El
escritor ante la soledad El
escritor ante la sociedad es un perfecto ocioso porque lo
único que desea y por lo único que lucha , es por
escribir. Al escritor no le gusta hacer otra cosa
que escribir. Sin
embargo, también es muy cierto que hay decenas de
escritores que además de escribir, saben amar, beber, y
cuando están de buen genio, dictar una excelente
conferencia. El
escritor y su género El
escritor no debe preocuparse por su género, ni por su
género literario ( debe preocuparse por su génesis ).
Si alguna vez le preocupa el género, debería meditar
mejor sobre el degeneramiento de la especie humana.
El
escritor y su diccionario personal A
lo largo de la vida, el escritor va coleccionando
palabras que guarda en el fondo de su corazón. Cada
palabra que colecciona es una estrella sacada del fondo
del mar. Cada palabra es una rutilante estrella de la
vida.
El
escritor y el tiempo La
máxima del escritor debe ser como la del amante
consecuente: Si no lo hago ahora, no lo haré nunca. El
escritor y el sufrimiento La
pasta del sufrimiento en cada escritor es de una
naturaleza diferente : ¿Cuánto
sufrió Cervantes cuando estuvo en la cárcel y fue
herido en la batalla de Lepanto? ¿Cuánto
sufrió Stefan Zweif antes de tomar con Lotte, su mujer,
la decisión de matarse juntos? ¿Cuánto
sufrió Milan Kundera, en l975, en el trayecto entre el
Este y el Oeste europeos? ¿Cuánto
sufrió Ezra Pound encerrado cerca de Pisa en una jaula
de acero? ¿Cuánto
sufrió Saro Wiwa cuando lo llevaban a la horca? ¿Cuánto
sufrió Reynaldo Arenas en su trágico periplo que
comenzó en un paraje rural de la provincia de Oriente,
pasando por El Castillo del Morro, y terminó finalmente
en Nueva York, atacado por el sida?
Los
escritores tropicales Como
la flor y fauna silvestres, conozco a los escritores
colombianos (Por lo menos, los he leído). Entre
ellos, todos, absolutamente todos, me sorprenden. Ya sea
por su grado de erudicción, su sabiduría, su
afectación, sus vicios o su ignorancia ramplona.
Quizás, los que más me han impactado por su
personalidad, han sido Porfirio Barba Jacob, Raúl Gómez
Jattin y Manuel Mejía Vallejo.
La última novela del escritor La
última novela que todo escritor debe escribir es:
El hastío de los amantes
El
escritor y la literatura Para
el escritor, la literatura es un arte que se vive
aprendiendo toda la vida. El escritor y la duda Hay
escritores que no dudan de nada; ni siquiera de ellos
mismos. El
escritor y el destino
El
oficio de la escritura es un destino. Cada hombre o mujer
desde antes de nacer está marcado con un sino que debe
cumplir durante su ciclo de vida. Así, el que está
destinado a cultivar flores o vacas, debe intuír desde
muy temprano que éste va a ser su oficio durante el
resto de su existencia. Así mismo pasa con el estafador
y con el asesino. La única cuestión intrincada es que
el oficio de la escritura, a diferencia de cualquier
otro, es un destino trágico, y a veces, es una
equivocación. Memoria
de escritor No
sé si volveré a escribir. Ayer
encerraron a un hombre en la cárcel por besar a una
mujer. Hace
un mes un indígena se tiró descalzo a los rieles del
Metro. Hace
un año fue la masacre de Barranca, comandada por la
bestia triunfante. En
esta época incierta, la única certeza que tengo es que
día a día debo construír mi propio olvido. (El
escritor es un fantasma que no debería besar a una
mujer, ni dar autógrafos ni firmar sus libros). Yo
no sé, como les digo, si volveré a escribir; supongo
que sí.
Fin Indice 1.-
Breve tratado -
El sofá americano -
Marta y el cazador No 1, 2,3 -
La joya de ópalo -
Luz Dary era bella -
Una mujer por cárcel -
Estela es alcohólica -
Amor y patología
-
El poeta
-
La uña encarnada -
Musas y mozas de la ópera -
El sueño de Borges -
La ceguera de Borges -
Expresionismo alemán -
La flor y la locura -
El gusto por lo oscuro -
Las dos hermanas -
Entre amigos -
Travestido -
Las cosas del cielo y de la tierra -
Mujeres desenfrenadas -
El bibliófago No 1, No 2 -
Las anglosexonas 1 -
Las anglosexonas 2 -
El hombre -
Patabernario -
Todos somos Fausto -
Dont worry -
Homeopatía -
Auto-novias -
Conciencia desdichada -
El clarinete -
Pruebas nacionales del ICFES (Para ingreso de los
estudiantes a la Universidad) -
Pequeño homenaje a Baco -
Informe del Instituto de Estudios de-Género -
El hombre condón -
Pas de condom, pas de bon-bon -
Gustos literarios -
El abismal vacío del afecto -AVA- (Sexo y Economía) -
Literatura colombiana -
El frenólogo y yo -
El arqueólogo -
Tim -
Hacedor de vitrales -
El escritor -
Pesimismo ilustrado 1,2,3 -
El hombre de la bolsa negra -
Declaración de amor -
El inventor -
Ciudad infame -
Naked city -
Arte natura -
El hombre lobo -
Obsesión masculina, obsesión femenina, obsesión gay -
El profesor de Semiología (Simbología del cuerpo) -
Generación Virgus Pen-Club -
Un juez sin rostro en Virgus-Club -
El beso, el alma, el dolor de cabeza, la semiología, el
ciego, el ojo, soledad, la televisión, la prisión, el
cementerio -
Mi mujer -
Biología -
El observatorio de Falopio -
La eternidad -
Contra el estrilo mandarín ( A propósito de la
literatura colombiana) -
Experiencia humana -
El opaco mundo de los objetos -
La pintura del mundo -
Gauguin -
El objeto del mundo -
El nombre de la rosa -
Arte poética -
Montreal -
Niña postmoderna -
Modernidad y post-mortem -
La infancia -
The manager -
Demonius politicus -
Marion Crane -
Imago mundi -
Oh vida -
Roxbury -
El orientalista -
La flor virtual del estío -
Solipsista 2.-
Memoria de escritor -
El tiempo de la escritura -
El escritor y la voz que digita -
El escritor y la fragilidad -
El escritor y los peldaños negros -
La escritura y el caracol -
La única posibilidad del escritor -
El escritor y el silencio -
El escritor y los trabajos ajenos -
El escritor y la sensibilidad -
El escritor y las preguntas -
El escritor y la belleza -
El escritor y los viajes -
La formación espiritual del escritor -
El escritor y la novela -
El escritor y el espejo a la inversa -
El escritor y sus autores predilectos -
Los movimientos interiores del arte -
Las máscaras de un escritor -
Buena escritura, malos tiempos -
El escritor y la cotidianidad -
El acto de la creación -
La palabra poética precisa -
El escritor y su época -
El escritor y la vida -
El escritor y la depresión -
La escritura y el deseo -
El escritor y el amor -
El escritor y las mujeres -
El escritor, la novela y la muerte -
El escritor y la muerte -
El escritor y la angustia -
Las lecturas y el escritor -
El escritor y la marginalidad -
La escritura marginal y la escritura esnobista -
El cuento y la novela -
El escritor y la adversidad - La
armonía triangular del escritor -
El escritor y la juventud -
El escritor ante la barbarie -
El escritor y las armas -
El escritor, el alcohol y las drogas -
El escritor y Dios -
El escritor y sus contemporáneos -
El escritor y los libros -
El escritor y la levedad -
El escritor y la pesadez -
El escritor y la modernidad -
El escritor y el paraíso -
El escritor y el infierno -
El escritor y el suicidio -
El escritor y la lectura -
El escritor y sus años -
La experiencia interior del escritor -
El escritor y el humor -
El escritor y el Estado -
El escritor y su ego 1, 2 -
El escritor es como el elefante -
El escritor es como el corredor de fondo -
El escritor y su amante -
El escritor y las revelaciones -
El escritor las cópulas -
El escritor y el computador -
El escritor y la neurosis -
El escritor, el computador y la neurosis -
Escritor excéntrico -
El escritor ante la soledad -
El escritor y su género -
El escritor y su diccionario personal -
El escritor y el tiempo -
El escritor y el sufrimiento -
Los escritores tropicales -
La última novela del escritor -
El escritor y la literatura -
El escritor y la duda -
El escritor y el destino -
Memoria de escritor
Fabio
Martínez. Nació
en Cali, Colombia, 1955. Egresado de Literatura e Idiomas
de la Universidad Santiago de Cali, obtuvo una
Maestría en Estudios Hispánicos en la Universidad de la
Sorbona de París y un Doctorado en Semiología Literaria
en la Universidad de Quebec en Montreal, Canadá. Su
novela Un habitante del Séptimo cielo, 1988,
obtuvo Mención Especial en el Concurso Ernesto
Sábato. Su libro de cuentos Fantasio, 1992,
fue destacado en la Enciclopedia Británica. Su libro de
relatos Breve tratado del amor inconcluso obtuvo
el Primer Premio Jorge Isaacs, 1999. Ha vivido en París,
Madrid, Barcelona, Montreal y Bogotá. Ha sido
colaborador especial de Diario 16 de España,
Radio Deustche-Welle de Alemania, La Casa Grande de
México y el Magazín Dominical de El Espectador
de Colombia. Fue Director fundador del periódico La
Palabra de la Universidad del Valle. En la
actualidad, es profesor titular de la Universidad del
Valle y columnista de El Tiempo-Cali. |