BREVE TRATADO DEL AMOR INCONCLUSO -                  

 

Por : FABIO  MARTINEZ

 

 

                                                                                                            1.- Breve tratado.

                                                                                                          

 

El sofá americano

 

 

Era una mujer muy exigente. El día que nos casamos, me pidió que le diera como regalo de bodas  un papagayo de colores. Fuí al almacén de pájaros y cuando regresé con el papagayo, me dijo:

 

.- Está bien, pero yo necesitaba un papagayo que hablara.

.- Los papagayos no hablan. -Le aclaré- Son los loros los que hablan.

.- No importa; tráeme un papagayo que hable.

 

Y andando por la ciudad en busca de un papagayo-linguístico, me encontré con un mago y, éste con su varita mágica hizo que el papagayo hablara.

Después del asunto del papagayo pidió que le trajera una nube.

 

.- ¿Cómo? -Dije-. Mientras subo al cielo y bajo hasta aquí, la nube se derrite.

.- No importa; sube hasta el cielo y trae una nube que tengo deseo de ella.

 

Subí entonces, al cielo, pero antes de hacerlo compré en el supermercado una nevera de icopor, y allí metí la nube para que no se derritiera. Luego de la nube pidió que fuera al mar y le trajera una ola.

A esas alturas, debo decir que yo estaba un poco hastiado del matrimonio, pues aparte del asunto del papagayo parlante, de la nube y de la ola, ella me había quitado practicamente todo ( el auto, la ropa, el escritorio, el reloj, la cuenta bancaria, la pipa), y lo único que me había dejado era un viejo sofá americano.

 

.- ¿Cómo puedo traer una ola del mar hasta la tierra? -Protesté-.

 

.-  No importa; anda hasta el mar y trae una ola que la necesito.

 

A regañadientes, me dirigí al mar, y pidiéndole el favor a una concha marina traje una ola metida en la concha.

A esas alturas, nuestra relación pendía de un hilo; ella como lo sabía se había conseguido un hombre que era dueño de una lavandería (donde arreglaban ropa hasta mala); yo, hastiado como estaba de la situación lancé con violencia la concha marina y al caer la ola se derramó en el suelo.

 Así, rompimos un matrimonio que duró quince años; hasta anoche que llamó por teléfono y me dijo que por qué no le prestaba el sofá americano para unos gringos que habían llegado de los Estados Unidos.

 

.-Te lo entrego limpio. -dijo-, sin esas manchas horribles de soltero. -Y se sonrió-.

Era, de verdad, una mujer muy exigente. 

        

                       

Marta y el cazador No 1

 

Desde hace quince años, Marta Borrero es mi mujer. Como en todo este tiempo no la he podido conocer, consulto el Diccionario Enciclopédico de Biología. La Biología es la mitad del destino de la mujer , dice, y gracias a la ciencia puedo hacerme a una idea más o menos clara de ella:

Marta : Carnívoro de los bosques de Asia y Europa que posee una piel preciadísima, sobre todo en invierno, cuando el pelaje luce en toda su belleza. Muchas veces su magnífica defensa contra el frío le atrae la bala del cazador, que toda la vida la persigue con codicia.   

 

                                        

 

Marta y el cazador No 2

 

Con Marta nos acabamos de separar. Después de quince años de vivir juntos (Hoy a la miseria humana le llaman vida), me queda una foto que nos tomamos en Miami, al lado de unos cachorros de león, y una cantidad de cuentas en rojo. Recuerdo que cuando nos acercamos a la jaula donde estaban los felinos, Marta y yo casi no podíamos sonreír por el olor nauseabundo que salía de la jaula. Marta por nada vomita.

Hoy, vuelvo a mirar el escenario de nuestro último viaje, y descubro con dolor que la foto que nos tomamos en aquella ocasión aún conserva el olor nauseabundo.

 

 

                                          

 

Marta y el cazador No 3

 

 

Marta ahora vive con el cazador No 3. El, como hombre voyante que es  le ha regalado un cachorro de león para que le sirva de mascota cuando por razones de trabajo se ausenta de casa. Marta contempla al felino  y, apenas  llega a sus napias una corriente de aire nauseabunda, deja de sonreír, y le dan ganas de huír y mandar todo a la mierda.      

 

                                               

La joya de ópalo

 

Como estaba muy enamorado, le regaló para su cumpleaños un anillo de ópalo. Después del regalo, empezaron las desgracias. Primero, fue la historia del suicida que al tirarse de un décimo quinto piso casi le cae en la cabeza y lo mata; segundo, se le incendió la casa; tercero, le mataron a un hermano.

Cuando él escogió la joya de ópalo, no sabía que esa pieda trae consecuencias funestas.

No al que la recibe, sino al que la escoge y la obsequia como regalo.

 

 

 

Luz Dary era bella

 

Luz Dary era bella y levemente perversa. Cuando cogieron preso a su marido que trabajaba en una lavandería, ella asumió las riendas del negocio, y para no quedarse sola, se unió con el socio de su esposo.

 Hoy, nadie puede condenarla, nadie puede decir que es mala.

Luz Dary Botero tenía esa pequeña cuota de perversidad que hace que la vida sea menos dura.

 

 

Una mujer por cárcel

 

Si él quería unos zapatos de polvo de diamante, ella quería unos de corbatín de murciélago; si él pedía al desayuno huevos revueltos con jamón y queso (porque era un hombre ovíparo), ella pedía carne muerta frita; si él quería una cama giratoria de plumas de ganzo, ella quería una cama fija y sencilla de faquir; si él decía que quería conocer Suecia, ella hablaba del Africa negra; si él decía que quería ir al gimnasio y bajar de peso, ella prefería ir de compras a Unicentro con sus tarjetas de crédito; si él sugería óvulos, ella optaba por diafragmas; si él pedía pavo al vino (porque era un cernícalo), ella pedía lechona tolimense; si él le decía, adiós, currucutaca linda, ella respondía, adiós, monstruo precolombino;  si él quería hacer el amor en la noche, ella prefería leer El arte del tao;  si él pedía de postre flan de caramelo, ella pedía aceite de jengibre; si él cantaba Rocío Jurado, ella lo hacía con Bola de Nieve; si él quería pasar vacaciones en San Andrés y Providencia, ella quería pasarlos en La cueva de los Guácharos; si a él le gustaba Paul Klee (por la economía del lenguaje), ella daba la vida por Fernando Botero; si él mencionaba hijos, ella optaba por perros y gatos; si él hablaba de llevar una vida sibarita, ella decidía afiliarse a la Sagrada Orden de la Mesa Redonda; si él compraba un reloj en forma de corazón, de tablero nacarado y agujas doradas, ella compraba un reloj de ferrocarrilero; si él llegaba a mencionar que le derretían las nínfulas de catorce años (era un paidofílico degenerado), ella, sencillamente lo mataba.

Era un hombre a quien le habían dado la mujer por cárcel.

 

                                                             

 

 

 

                                                            Estela es alcóholica

 

 Estela es alcohólica, Jesús es mormón. Dos vicios tan fuertes y bajos como la televisión. En las noches, cuando ella llega ebria y se acuesta a su lado, él inhala en sus sueños el alcohol que su oscura alma transpira, como un fuelle gastado de un viejo motor.

Estela y Jesús no durarán mucho, comentan en la iglesia los feligreses; pero Estela y Jesús vivirán muchos años porque dependen y están unidos por un viejo alambique que trabaja hasta la muerte.

 

 

 

                                                            Amor y patología

 

Mi mujer es hipoglicémica, yo soy colestelérico. Hace quince años nuestras almas estaban unidas por el amor. Hoy, están unidas por la enfermedad. Ya se podrán imaginar cómo es nuestra vida cotidiana. Ella siempre ha deseado tener un hijo. Yo, jamás lo he deseado porque pienso que nacerá un niño triglicérido.

 

 

El poeta

 

Si alguien decía, ¿quién dejó esa cabellera diamantina tirada en el suelo?, ella salía en su defensa, y respondía: El poeta (Que era calvo). Si alguien hacía ruido en la noche con una baquelita, ella protestaba: ¡Silencio!, que el poeta está soñando (El poeta era un dormilón). Si alguien preguntaba, ¿quién quiere una presa de pollo apanado?, ella no escatimaba esfuerzos, y decía: El poeta (Que siempre tenía hambre). Si alguien protestaba porque habían dejado en la mesa una hilera infinita de botellas como marimbas de cristal, ella salía en su defensa, y decía: Es el poeta. (Porque era un borracho).

Eran pobres y felices, y sobrevivían en el barrio más alto de la ciudad, que queda subiendo al cielo. Ella era la que trabajaba (tenía un hijo natural). El, no trabajaba porque era el poeta.

Una noche, ebrio de versos entró a casa muy tarde y, sin darse cuenta, se cagó literalmente sobre el tapete desteñido. ¿Quién defecó sobre el tapete?, protestó alguien (porque en aquella casa siempre habían fantasmas), y ella que lo amaba más que a su hijo salió en su defensa:  El poeta, lo que pasa es que ahora atraviesa por un período escatológico, de aguas negras.

 

                                   

La uña encarnada

 

Era un nuevo rico que quería integrarse a la sociedad, pero tenía un problema: la uña del dedo del corazón la tenía encarnada. En su Ferrari - Testarrosa, iba todas las noches a cocteles y recepciones, las mujeres apenas le veían la uña encarnada, hongoneada, se desilusionaban enseguida de él. Así tendrá su alma, murmuraban en los pasillos y lo hacían a un lado. Sus pocos amigos le aconsejaron que por qué no se hacía un transplante de uña. Empezó entonces  a visitar clínicas de transplantes por el mundo y así pudo estrenar toda clase de carnicolas, como la uña sintética, la de acrílico, la supersónica, la rayo X y la ecológica de león, pero ningún transplante le sirvió pues la uña encarnada, como una dolorosa y terrible afrenta, siempre le volvía a nacer.

 

 

 

 

 

Musas y mozas de la ópera                                                  

 

Siempre he pensado que las musas de la ópera lo hacen de una manera tan especial, debido a que en su infancia se desayunaban con pájaros que pasaban con pan, agua y miel de abejas. Sus bustos son grandes y prominentes no porque se hayan dedicado a amamantar hombres minusválidos o hayan vivido en alguna época de su vida en la Vía Láctea.  Sus bustos son grandes y prominentes por el pájaro que se tragaron en la infancia y quedó atascado para siempre en sus ardientes pechos.

 

 

 

 

 

El sueño de Borges

 

 

Como Borges de Carriego y Barnatán de Borges, yo también tengo recuerdos de ellos.

A Barnatán lo conocí a través del poeta y me pareció un hombre fino y cultivado.

Con Borges sueño estar sentado a su lado en Cambridge  sentado en un banco al pie del río Charles. Borges está apoyado en su eterno bastón y mira pasar el río del tiempo.

En el sueño, yo escucho y lo veo (Borges no me ve porque está ciego).

En el sueño, yo soy el espectador de mi propio sueño. Soy el soñador soñado.

 

                                               

 

La ceguera de Borges

                                       

La ceguera de Borges no fue una desgracia, como se ha pensado. Fue una virtud donada por Dios para que el poeta con su sabiduría afinara más su oído y enriqueciera su fantasía.

 

 

 

 

 

 

Expresionismo alemán

 

La flor azul es la flor de la noche y pertenece a Novalis. La flor plateada es la flor de la angustia y el desasosiego y pertenece a Georg Trakl.

Nosotros, como hijos de la noche, oscilamos entre la flor azul y la plateada que pertenecen a Novalis y a Georg Trakl, el atormentado de Salzsburgo.

En la flor azul están cifradas las esperanzas plenas del poeta que sabe agradecer a su dios.

En la flor plateada están cifradas las dudas y angustias del poeta que no ha sabido respetar a su dios, y por eso se siente infeliz y desdichado.

 

 

La flor y la locura

 

Cada hombre tiene una flor. La flor de Gabriela Mistral fue la rosa. La de Pablo Neruda fue el clavel. La flor de Vincent Van Gogh fue el girasol. La de Camille Claudel fue la locura.

 

 

El gusto por lo oscuro

 

A pesar de que venía de buena familia y había realizado sus estudios en el Liceo Benalcázar siempre le había gustado lo oscuro y lo bajo.Primero se enamoró de un guerrillero, después de un terrorista, más tarde de un traficante de iguanas.Hoy, vive con un enano y está feliz porque el hombre es tan pequeño que le cabe en su vagina y lo guarda en su cartera de mano.  

 

 

Las dos hermanas

 

Vivían enamoradas del mismo hombre. Cuando la hermana 1 había estado con él, la hermana 2 lo sabía por el perfume que quedaba impregnado en su cuerpo como ala de cucaracha. Cuando la hermana 2 había estado con él, la hermana 1 lo descubría porque su hermana llegaba a casa pálida y ojerosa.

Un día, la hermana 2 olió a la hermana 1 y se dió cuenta que había estado con él. Con la frialdad de las mujeres celosas (que se parece a la frialdad de los asesinos cuando cometen sus crímenes ) lo preparó todo para eldía siguiente. Esperó en el jardín a que entrara su hermana y, cuando los vio juntos haciendo el amor sacó de su cartera una pistola y la vació en la cama.

 

 

Entre amigos

 

            "Oh mis amigos, ya no existen amigos".                                                                                                                        Aristóteles                                          

Ella se acostaba con el sicoanalista que era el mejor amigo de su marido; él se acostaba con la ginecóloga que era la mejor amiga de su esposa.

Los fines de semana cuando se reunían a jugar cartas y a comer higos con miel los cuatro reían y se divertían de lo lindo como si fueran los seres más felices del universo.

En julio han acordado pasar vacaciones en Cartagena de Indias, en diciembre piensan ir a Cali a bailar salsa .

¿Quién puede asegurar que las parejas se unen en la desgracia?

 

 

Travestido

 

¿Cómo te gustaría que fueran las mujeres? -Preguntó el amigo H al amigo K mientras bebían una cerveza en un bar-.

Desarmables -contestó el amigo K-, cuando uno no las quiera pueda colgarlas por partes en un gancho y guardarlas en el closet  junto con los vestidos.

¿Cómo te gustaría que fueran los hombres? -Preguntó el amigo K mientras bebían la segunda cerveza-.

Desarmables -respondió el amigo H-, igual que las mujeres; cuando uno no los quiera ver puede colocarlos por partes en la gaveta del escritorio o en la guantera del auto.

Entonces, la mesera que estaba escuchando la conversación se acercó y sacándose la peluca, las pestañas, las uñas y los senos, preguntó: ¿Así les gustaría a los caballeros?

 

 

 

Las cosas del cielo y de la tierra

 

El aire, el viento, el sol, la lluvia y la nieve pertenecen al cielo.

Esas cosas, ¡ yo las amo!

El polvo, el cieno y el barro pertenecen a la tierra.

Esas cosas, ¡no las amo!

Vivimos en un mundo de luz.

El color emana de la luz.

Y sin embargo, hay hombres que persisten en vivir entre tinieblas.

 

           

Mujeres desenfrenadas

                                               

Hay mujeres que les ponen el frenillo arriba para alinearles los dientes, hay otras que les ponen el frenillo abajo para controlarles los dientes. A estas últimas les llaman  mujeres desenfrenadas.

 

El bibliófago No 1

 

Era un hombre que tenía como vicio mayor coleccionar libros y mujeres. Cuando éstas lo dejaban se llevaban en venganza su biblioteca. Ellas decían que lo hacían porque si habían perdido su cuerpo por lo menos se quedaban con su espíritu. Algunas, en su larga y dolorosa soledad los leían y al final comprendían la razón de su ruptura. El, como era un bibliófago empedernido, volvía a aprovisionarse de libros y asimismo los perdía. A lo largo de su vida perdió tantos libros como mujeres y en un momento llegó a tener una biblioteca tan grande como la de Alejandría.

 

 

El bibliófago No 2

 

 

El bibliófago es un comedor de libros. Quien sucumbe a la tentación corre el riesgo

de ser transportado a universos desconocidos. Todo el mundo está invitado a la cena.

El libro no es la vida, es el lenguaje simbólico de la vida. Diógenes descubrió la luz cuando abrió un libro y lo leyó. Virgilio leyó un libro en el infierno antes de emprender de nuevo su camino y fundar una nueva patria. El Quijote leyó todos los libros de caballería antes de emprender su viaje por la Mancha. Bouvard y Pécuchet leyeron todos los libros científicos antes de fracasar en su intento de ser sabios. Borges leyó todos los libros de la Biblioteca Universal luego de haber compartido por largo tiempo el reino de Tiresias. 

 

El bibliófago debe ser como Tiresias.

 

Italo Calvino dijo que el siglo XXI sería el de Cronos. El siglo de la velocidad. Temo que el autor italiano se equivocó. El siglo de la velocidad -si alguna vez existió- ya pasó. El siglo XXI es de la memoria.

 

 

Las anglosexonas 1

 

Venían de los Estados Unidos a arreglarse los dientes y a quitarse las carnes ( A veces a tirarse un  polvito  con uno de sus amigos de infancia, que lo coleccionaban como un tesoro en sus carteras de mano).

Se llamaban Dorothy, Bárbara y Déborah.

Venían cada año solas (a sus maridos los dejaban trabajando en la factoría, a los niños en la guardería), y sin gastar un dólar comían empanaditas de carne con ají picante, bebían jugo de borojó y bailaban hasta derrengarse.

Al regreso, cuando tomaban el avión que las conduciría a sus casas, repetían al unísono como si estuvieran en la iglesia presbiteriana: Oh, my God ! ¡Qué gente tan salvaje!

 

(A Raymond Williams)

 

 

Las anglosexonas 2

 

Blancuzcas y aguanosas (en sus cédulas de extranjería figura color, nalga ), hacia el mes de julio llegaban a tomar el sol.

Cargadas con el sobrepeso habitual de los años que se paga en dólares, con la siempreviva celulitis cerebral y con aquel color esmirriado que parece un témpano de hielo en pleno invierno,venían desde Chicago, Nueva York y Boston en busca del apetecido astro.

 

.- ¿Por qué no le dicen a ese negro de la piña que les coja el sol? -dijo el taxista mientras ellas con sus sombreros de paja de trigo de Ohio y sus gafas de invidentes se bajaban en la zona de los balnearios-.

 

.- ¿Es posible eso? -Preguntaron incrédulas las señoritas anglosexonas-.

 

.- Sí, claro; ofrézcanle un dólar, y enseguida él les trae el sol.

 

Entonces, el negro se subió a una palmera de treinta metros de alto, y estirando la mano cogió el sol y se los sirvió en bandeja de plata.

 

 

 

El hombre

 

Un hombre busca oficio en la ciudad moderna, para ello se arma de valor. Afianza sus hambres, las cuenta con sus dedos y golpea.

 

.- ¡Señor, necesito empleo!

 

El jefecito lo observa. Súbase, le ordena.

Una máquina lo mide, lo pesa y lo sopesa.

 

.- ¿Qué le gusta hacer?

 

.- Lo que a usted le guste, señor.

 

.- Muy bien, la entrevista. Abra la boca.

 

.- ¿Asííí? -pregunta el hombre-.

 

.- Sí -el jefecito revisa con el lápiz el fondo de la boca y agrega-: la tiene negra.

 

.- No sé, señor, si usted lo dice...

 

El jefecito escribe en el papel con letras grandes y postizas:

 

                                    Dentadura postiza

 

.- Negra -afirma, luego le propone-: ¿Quiere probar?

 

.- Si usted lo quiere...

 

.- Súbase,entonces. ¡Tenga fe!

 

El hombre se encarama sobre una máquina que mide cinco veces más que su cuerpo. Tiene miedo. El jefecito secándose el sudor de las manos en el delantal le grita desde abajo:

.- ¿Tiene algo que agregar?

 

.- Nooo... -responde con voz temblorosa. Desde arriba como si estuviera en el filo de la muerte, hace su última pregunta-: ¿Qué tengo qué hacer, señor?

 

.- Quédese quieto.

 

El jefecito conecta la máquina al enchufe. Rápidamente hunde seis botones de diferentes colores, sube la palanca manual y espera pacientemente. El exabrupto eléctrico inicia su ciclo.Luego, el hombre baja borracho, da vueltas. El jefecito le ayuda a ponerse en pie.

 

.- ¿Le gustó?

 

El hombre no está en condiciones de responder.

 

.- ¿Le gustó, hombre?

 

El hombre desgonzado como un muñeco afirma con la cabeza y se va. El jefecito toma una silla y jugando con los residuos que la máquina ha depositado en la canasta metálica, se lamenta.

 

.- Pobre, hombre.Tenía muy buena voluntad pero no sirvió.

 

Luego, coge dos o tres dedos sueltos del fondo, destila en un vaso un líquido colorado parecido a la sangre, y le grita compungido:

 

.- ¡Oiga! ¡Dejó olvidadas algunas cosas de valor!

 

Pero el hombre no oye. También las orejas las había dejado olvidadas.

 

 

 

 

 

 

 

Patabernario

 

Lo único que le gustaba en la vida era ser un patabernario. Había visitado todos los museos del mundo: el Museo del Louvre en París, el Museo del Prado en Madrid, el MOMA de Nueva York, el Museo de Van Gogh en Amsterdam, el Museo del Oro en Bogotá, el Museo de la Caña en Cali . Pero de todos los museos que había visitado, el que más le gustaba era el Museo del Jamón que queda ubicado en la calle del Madrazo, en Madrid, España.

Era, irremediablemente, un ser patabernario.

 

 

Todos somos Fausto

 

 

Fausto vivió angustiado entres sus aspiraciones ilimitadas y sus capacidades limitadas para vivir.

De una u otra manera, todos somos Fausto en busca del infinito que jamás alcanzamos.

 

                                               

 

 

 

Don’t worry

 

Te condenarán por lo que has escrito y por lo que has dejado de escribir.

No te preocupes, siempre te condenarán.

En los periódicos seguirán colgando -como a François Villon- tus miserables artículos.

( Tus amigos te adularán cuando estés con ellos, cuando no estés hablarán mal de tí. )

Las revistas y editoriales ni te mencionarán.

( Tu mujer y tus hijos tendrán piedad de tí.)

Pero el día que mueras

te arrancarán los órganos vitales

y los venderán al mejor postor.

(Así le sucedió a Poe, Celine y Barba Jacob.)

El resto lo tirarán de carroña

para los cachorros hambrientos

que vienen.

 

Homeopatía

 

Cuando estoy frente a un enemigo, absorbo su veneno para contrarrestar su poder. Su veneno es mi contra y mi aliado. Con esto sé que lo mato y de paso, me curo.

 

 

 

Auto-novias

 

No era que le gustara cambiar de novia a cada momento, sino de vehículo.

Primero, tuvo una de un Renault-4, de segunda, que era muy soberbia al conducir, y metía los cambios con desenfado. Después, tuvo una de un Volswagen, directora de una Galería de Artes, que sufría de daltonismo. Más adelante, tuvo una mujer que aunque tenía un Mazda-GLX (el auto de las desigualdades), su ideal era conducir algún día camiones de ocho toneladas y tractomulas.

Todas, a su debido tiempo, lo abandonaron.

Hoy, el hombre anda a pie por las calles de la ciudad y, curiosamente, se siente el ser más feliz sobre la tierra.

 

 

Conciencia desdichada

 

Luchamos por la felicidad, pero no somos felices (La felicidad no se debe buscar en la vida real).

Somos una generación amnésica, olvidada y contamos con una conciencia desdichada.

 

 

El clarinete

 

Instrumento del demonio, lo llamó Wolfang Amadeus Mozart.

Como si fuera un amante, lo conozco. He vivido con él.

He vivido tanto con Cl, que en alguna oportunidad -como si viviera con un amante negro- he abusado de él.

Sé de su gama cromática que se extiende como una espiral macabra del infierno al cielo (tres escalas y media para los entendidos).

Conozco su tesitura, su dificultad en su embocadura, sus bajos que son voces de profetas hablando desde el fondo de la tierra y sus  llaves argentées.

Entre el mundo de los musicópatas y melomaniáticos lo identifican con la clave:

 

                                                Cl - Bb de llaves argentées.

 

 

 

 

Pruebas nacionales del ICFES

 (Para ingreso de estudiantes a la Universidad)

 

 

1.- ¿Un ventilador es un instrumento de viento?

2.-  Falopio tenía trompas; ¿en qué orquesta tocó el músico y compositor  Gabriel Falopio?

3.- ¿Quién puede venirse sin moverse?

 

 

 

 

Pequeño homenaje a Baco

 

Mujeres, ¿ustedes qué problema tienen con el trago? , dijo el borracho tambaleándose en la mesa, como si fuera un funámbulo que caminara por la cuerda floja.

Oigan, mujeres, ¿ustedes por qué no beben? ¿Qué carajo les ha hecho el dios del trago?

Estaban sentadas en la mesa de un café, bebiendo jugo de mandarina y respirando el verano.

Escuchen mujeres, ¿por qué odian de esa manera tan visceral al pobre trago? ¿El, que les ha hecho?

Entonces, la más joven de todas se paró de la mesa, y sin decir nada le pegó un puño en la cara.

Era la última mujer de su vida y estaba a punto de perderla.

Así como ella, había perdido ciento diecisiete mujeres.

El, conocía exactamente la cifra porque cuando no estaba borracho  trabajaba como Gerente Financiero en el Banco Anglo-Colombiano del centro internacional .

 

 

 

Informe del Instituto de Estudios de-Género

 

El mundo de hoy se divide en:

a.- Mujeres bellas y bravas.

b.- Mujeres bellas y dulces.

c.- Mujeres bellas y brutas.

 

Entre el universo masculino, en:

a.- Hombres machos.

b.- Hombres hembras.

c.- Hombres bestias.

 

Dentro de esta gran división, existen otras subdivisiones. Hay, por ejemplo, mujeres que son bellas y bravas y al mismo tiempo bellas y dulces; a este tipo se les llama mujeres agridulces. Hay hombres que son al mismo tiempo hombres-machos y hombres-hembras; a esta última especie se les llama maricones.

 

 

 

El hombre condón

 

Era un hombre que tenía la forma de un condón y por eso una mujer lo adoptó.

El día que se iba a encontrar con su amante, cogió el condón y lo echó en su cartera. La mujer iba excitada y presurosa a encontrarse con su amante que había llegado de un largo viaje. Entraron a la habitación y cuando la mujer sacó el preservativo de su cartera y lo enfundó como un guante de seda en el torcido pene, el amante se sonrió y empezaron a hacer el amor.

 

Pas de condom, pas de bon-bon

 

                              

Apenas el latino pagó la cuenta y quedó completamente desnudo, la rubia que en ese momento se estaba levantando los pantis le pidió que se pusiera el condón. Yo no no utilizo condón, dijo el latino con ese acentico que parecía aprendido en la cárcel de Cayena; la rubia todavía con los pantis a medio camino, le respondió: Pas de condom, pas de bon bon.

 

Gustos literarios

 

" La felicidad no se le está

                                                                                                     asegurada a nadie."

                                                                                                                Carlos Fuentes.

 

Decía que le gustaban las Lolitas de Nabokov, de trece años. Eso era lo que decía. Pero en plena madurez de su vida, encalló ante una mujer de cincuenta años de edad que era una mezcla maravillosa entre la Amarcord de Fellini y La Elefanta de Cabrera Infante.

 

El absimal vacío del afecto

-AVA-                               

 (Sexo y Economía)

 

Tengo un amigo (llamémoslo J.) que para resolver el abismal vacío del afecto, llama por teléfono a las mujeres, y les paga por hacer el amor. A este método, se le denomina: call-girls; línea-500.

Tengo otro  (llamémoslo amigo V.) que lo resuelve con el particular método denominado: free-lance; línea fast-food.

La diferencia entre uno y otro método reside en que mientras J.  cae en la morbosa posición de pagar por todo (posición neo-liberal), V. cae en la economía informal, perrata  y mendicante propia de nuestras ciudades. La afinidad entre J. y  V. es una : En ambos métodos se profundiza el Abismal Vacío que produce el Afecto.

 

Literatura colombiana

 

 

Era el mejor escritor.

El día que ganó el Premio Nacional de Novela le prestraron un saco porque era calentano.

El vestido era de color oscuro, de rombos amarillos y grises.

Como era corto de talle, el traje le quedó grande.

Hoy, después de veinte años se dirige todos los días a una oficina del gobierno con su oscuro saco de rombos amarillos y grises.

El, sabe que este es el precio que se paga por la literatura colombiana.

 

El frenólogo y yo

 

Ayer estuve donde el frenólogo y me dijo después de un exámen cuidadoso que yo pertenecía a la especie de los frenápteros. (1).

Mi cerebro, al contrario de los demás, extrañamante, no tenía neuronas. Era un molino de viento con sus esbeltas aspas en movimiento, al que no se le debía echar por ningún motivo productos inflamables.

 

(1) Frenáptero: cerebro con alas.

 

El arqueólogo

               

Conozco a un amigo que le llaman El arqueólogo. Su mujer de sesenta años de edad es rica y jubilada del gobierno por haber ocupado cargos diplomáticos en el extranjero. El, en cambio, es pobre, y siempre ha aspirado a ser escritor para poder figurar en la Historia de las Letras Nacionales, aquel libro patético y engañoso, como ciertas damas, al que aspira, desgraciadamente (inclúyase, Presidentes de la República, congresistas y mafiosos) el país entero.

A mi amigo nunca le pasó por la cabeza que se iba a dedicar a tal profesión; pero hoy, cuando uno se lo encuentra en la calle y le pregunta por su trabajo, él cuenta con entusiasmo que ha hecho excavaciones peligrosas de cien y doscientos años, y aspira, para conmemorar el descubrimiento de América, a realizar excavaciones hasta de quinientos años.

 

Tim

 

Tim Broch es un muchacho que vive en la calle del Joven (y perdonen la redundancia); mide dos metros de estatura, tiene corazón de nieve y calza cuarenta y nueve.

Aparte de tocar el saxo (cuando se cansa del saxo le gusta tocar el sexo), oficio que lo ha llevado a obtener una nobilísima reputación en mi país, es más conocido en el patio no precisamente por todo lo anterior, sino porque la última vez que lo invitaron a tocar no pudieron encontrarle la talla exacta de sus zapatos. Como en mi país son tan estrictos en cuestiones de tallas, el gerente del hotel optó por mandarle a pintar sus viejos zapatos que le sirven para marcar el compás de 6/8, y caminar por la calle del Joven.

Tim se dejó pintar los zapatos y aquella noche tocó como los ángeles; pero al día siguiente, cuando regresó a caminar por la calle del Joven, los despintó con escarcha de nieve.  

 

Hacedor de vitrales

 

Insistía en que los vitrales se hacían con la cabeza y no con los pies; como hacedor de vitrales dispuso de sílice y potasio y los combinó en los grandes crisoles a la temperatura requerida.

Se había metido en esta empresa porque hastiado del mundo quería atravesar la línea de sombra que nos separa del universo para quizás mirar lo que existe al otro lado, para conocer el mundo de lo desconocido. Cuando terminó el vitral, su cuerpo como llama al viento quedó bañado en sangre.

 

El escritor

 

 

No es león dormido, no es tigre al acecho, no es elefante de la India, no es hipopótamo suicida, no es rinoceronte metido en el lodazal. Tampoco es gacela, mucho menos Venus de Milo. Es dragón que vuela. 

 

Pesimismo ilustrado 1

 

 

A la edad de treinta y un años, la edad de José Asunción Silva, debo decir sin verguenza que mi organismo físico y mental quedó minado por el alcohol.

                                     

 

Pesimismo ilustrado 2

 

Dentro de veintitrés días voy a cumplir treinta y siete  años. La edad de Arthur Rimbaud. Aunque vivo solo y estoy casi sin pelo, creo que no puedo quejarme: aún, felizmente, no me ha caído la gangrena del sida.

 

 

Pesimismo ilustrado 3

 

Dentro de ventitrés días voy a cumplir treinta y nueve años. La edad de Dylan Thomas. Aunque vivo solo y estoy calvo, creo que no puedo quejarme: aún, felizmente, no me he intoxicado con dieciocho tragos de Whisky Gleffendish.

 

 

El hombre de la bolsa negra

 

Era un hombre que caminaba todos los días por la ciudad, con una bolsa negra. La ciudad era plana y tropical, y parecía que hubiera sido trazada por la mano de Wassili Kandinsky.

 

.- ¿Qué llevas ahí? -Le preguntaban sus amigos, al verlo pasar.

 

.- Un hombre muerto. -Decía el hombre, y nadie le creía-.

 

.- Oye, hombre, ¿qué llevas ahí? -Preguntaba la gente al pasar y el hombre en silencio, respondía la misma pregunta-:

 

.- Un hombre muerto.

 

En la noche, cuando llegó a casa, besó a su mujer, y descansando el pesado fardo en la mesa del comedor, comentó:

 

.- ¿Sabes, amor? En el país se ha perdido la credibilidad. Ya nadie cree ni en los muertos.

 

(A Darío Henao).

                

 

Declaración de amor

 

Amor, escribo porque sé que mis palabras le quitan a tu vida, muerte.

 

 

 

El inventor

 

El otro día conocí a un hombre que había perdido el amor; para no morir tuvo que inventarlo.

                                               

Ciudad infame

                  

Cuando éramos felices lo teníamos todo. La compañía  nos había enviado como asesores a una ciudad caliente donde después de las seis de la tarde lo único que podíamos hacer era beber cerveza en un café e ir a visitar a las chicas malas. En el día, nos la pasábamos encerrados en suntuosas oficinas dotadas de aire acondiciando; en la noche, vivíamos en medio de bandidos y de putas de todos los calibres.

¡Qué infamia de ciudad! 

Recuerdo que la primera vez que fuimos a una de esas casas, el asesor económico protestó dicendo que era el colmo que con el status y la responsabilidad que teníamos pudiéramos visitar ese tipo de lugares; pero luego cuando se bebió un trago de whisky y una rubia se le sentó en las piernas, tiró su saco y maletín a un lado y se puso a morbosear con la muchacha. La segunda vez al asesor jurídico le robaron el anillo de grado mientras bailaba.

Estas experiencias y las que vinieron, durante los siete meses que estuvimos en esa ciudad no nos amilanaron; al contrario, cada vez que se aproximaba el final de nuestra asesoría visitábamos con más frecuencia las casas.  En el día, nos la pasábamos en salas de conferencias con señores que no tenían cara de bandidos, en la noche escuchábamos tiros aislados y el ulular de sonidos de ambulancias que con su ruido pertinaz herían nuestros oídos.

Hasta que una semana, antes que terminara la asesoría, me dejaron preso en una de esas casas  porque se me había agotado el dinero.

Ni para qué contarles lo que viví en quince días.

Lo cierto fue que la matrona me dejó salir sólo cuando mi esposa llegó de la capital con la cesantía y los ahorros que teníamos y pagó una cuenta millonaria. ¡Qué infamia de ciudad!, repito ahora que vivo en ésta, y soy vendedor de bóvedas funerarias.     

 

 

Naked city

 

Ciudad indefensa, desnuda, indigente, desalmada, envilecida por bandidos de todos los pelambres. ¿Cómo pensarte en un mundo de corrupción y de cinismo? ¿Cómo soñarte si cada día que pasa caminas entre el fango?

Ciudad desnuda, infame, ¿cómo, siquiera, amarte?

 

 

Arte natura

 

Ana tiene el pelo en forma de boina; Amelia lo tiene en forma de serpiente. Ambas tienen dos problemas que las une -como alambres de púas-, sus almas: son artistas y lesbianas. Escultoras del cuerpo.

Como la sociedad las vive señalando, ellas han decidido hacer la siguiente obra para el próximo Salón Nacional del Arte: Amelia esculpirá en la espalda de Ana una hermosa y vertical vagina; Ana a su turno esculpirá en el pubis de su amiga un dorado bastón de jade.

Ambas están dichosas con el proyecto -se llamará Adán y Eva en el paraíso- y con toda seguridad saben que este año les van a levantar la censura.

                          

El hombre lobo

 

Como no sufría del complejo de Edipo sino del de Esopo, las mujeres siempre lo veían como un animal raro, casi prehistórico.

 

 

Obsesión masculina

 

 

Era un hombre tan celoso, que un día metió a su mujer en un frasco lleno de alcohol, y lo tapó. La mujer conservada en alcohol permanecía sumisa nadando todos los días en el frasco. En las noches, después del trabajo, el hombre entraba al apartamento, destapaba el frasco, y le permitía a la mujer acostarse en su lecho, hasta el día siguiente cuando volvía a meterla en el frasco, y lo sellaba con un tapón.

Un viernes en la noche, el hombre salió a un bar con sus amigos de oficina a tomarse unos tragos. El hombre llegó tarde  al apartamento y, confundiendo la botella tomó el frasco donde su mujer se conservaba en alcohol, y se la bebió.

 

 

                          

Obsesión femenina

 

 

Era una mujer tan celosa que un día metió a su marido entre sus pantis y se vistió. La mujer andaba todo el día feliz por la casa, subiendo y bajando escaleras, paseando por el jardín y por los supermercados, como dueña y señora del universo.

Un día se tomó unos tragos con unas amigas hasta tarde de la noche. Los tragos le cayeron mal. Fue, entonces, al baño, y sin darse cuenta su marido salió expulsado rumbo al  W.C.

 

 

 

Obsesión gay

 

Era un hombre tan celoso que un día metió a su amante en el ano y se vistió. El hombre andaba todo el día feliz por el apartamento, por la peluquería, por los centros comerciales como amo y señor del universo. Una noche, unos amigos lo invitaron a una fiesta; el hombre se comió una merluza dorada rocíada en vino blanco y le hizo daño. Mareado, se dirigió al baño y apenas se sentó, su amante se suicidó.

 

 

El profesor de Semiología

 ( Simbología del cuerpo ) 

                                                                   

                                                                                   

Como en la ciudad no había nada que hacer ( sólo caminar e ir de compras a los centros comerciales), los amigos se reunían en las noches en un bar de la ciudad llamado Virgus-Club, a donde iban muchas mujeres.

Pedían un trago, reían y bailaban (con las mujeres semidesnudas) y cuando estaban borrachos pagaban la multa, y cada uno salía a una residencia con una o dos ellas.

Una noche, invitaron a un profesor de Semiología (con mayúscula) que se ufanaba de saber y haber leído todo. 

Con su narco-valija del saber, el profesor se sentó con los amigos en una mesa y apenas vio a las mujeres danzando en la pasarela se aferró a su maletín, y dijo:

 

.- ¿A dónde creen que me han traído?

 

Uno de los amigos lo abrazó y ofreciéndole un trago de Whisky, le dijo:

 

.- Tranquilo, Greimás, que a lo mejor esta experiencia te sirve para que termines tu tesis de doctorado.

 

El profesor bebió un trago, luego otro y otro, y cuando los amigos quisieron

pagar la cuenta e irse a sus casas, el genio de Greimás tiró el saco y el

maletín al piso y desnudándose delante del público subió a danzar con las muchachas.

Hoy, sus amigos cuentan que el profesor de Semiología (con mayúscula) se fue a vivir con una de ellas y como hombre riguroso que es, divide su tiempo entre su tesis de doctorado y la vil carne humana. 

      

 

 

Generación Virgus Pen-Club

 

Como en la ciudad no había nada que hacer (sólo escuchar música barata y narradores deportivos), los amigos se reunían en las noches en un club de la ciudad llamado Virgus Club, a donde iban mujeres.

 Pedían un trago, reían y bailaban (con las mujeres semidesnudas) y cuando estaban bien borrachos, pagaban la multa y cada uno salía a una residencia con una o dos de ellas.

Eran tres amigos; y a los tres les gustaba escribir y amar la vida y hacer el amor con las mujeres.

Una noche, llegaron medio achispados; pidieron una botella de Whisky y  bebieron con tres de ellas.

Cuando fueron a pagar no tenían dinero. Las mujeres enojadas los encerraron en sus camerinos y llamaron a la policía.

Entonces, fue a Alberto « Dedalus » Esquivel, el más joven de todos, que se le ocurrió la idea.  De su bolsillo sacó una novelita negra que había escrito hacía algunos años y prestándoselas, esperó con impaciencia junto a sus amigos a que llegara la policía.

Las mujeres se pusieron a leer en voz alta (algunas de ellas hicieron comentarios críticos a la obra) y concluída la lectura se acostaron a dormir hasta el día siguiente con los nóveles escritores.

Fue así como nació la Generación Literaria Virgus Pen - Club, que hoy es la más reputada, entre todas.

                                                                       

                       

 

Un juez sin rostro en Virgus Club

 

Cansado de escuchar las voces de los asesinos, el juez sin rostro se dirigió en compañía de sus amigos a Virgus Club.

Era un hombre casado y por esa razón llevaba puesto en el anular derecho la argolla de oro de matrimonio, en la mano siniestra llevaba el anillo de grado donde estaba incrustada una piedra negra con sus iniciales bañadas en oro (Oro de 18 Kilates).

El juez bailó y se emborrachó toda la noche con las mujeres.

Al día siguiente, la esposa lo tomó de las manos y al descubrir que no tenía  los anillos, le preguntó angustiada:

 

.-Jaime, ¿dónde estuviste anoche? ¿Dónde dejaste los anillos?

 

El juez, avergonzado, mintió:

 

 .- Intentaron asesinarme. Por nada me cortan las manos.  

 

           

El beso

 

El beso es mágico sólo cuando se convierte en polvo.

 

El alma

 

El alma hay que guardarla en el almario.

 

El dolor de cabeza

 

El dolor de cabeza se inventó para calmar el tylenol.

                                               

La Semiología

 

La semiología es el estudio del semen.

 

El ciego

 

El ciego es el único ser que puede ver los colores de la música.

                                                           

El ojo

Apenas te veo no sé por qué mi pene se dilata.

 

Soledad

Solitario no es estar solo, es estar con Dios.

                                                           

La televisión

La televisión es una pasión baja porque tiene que ver con los esfínteres.

 

La prisión

La prisión es la fábrica de asesinos.

 

El cementerio

El cementerio es la casa de los que no están.

 

                                                                                                                                                                                                                                  Mi mujer

 

Mi mujer, la enferma, la cuido porque ella -la dulce- es como mi país.

Ella tose todas las noches en duermevela. Al amanecer, suda y lucha para que la vida le alcance hasta el día siguiente. Ella es este país, dulce y en estado de coma. Ella es la enferma.

 

Biología

 

El despilfarro de espermatozoides conduce milagrosamente al despilfarro de la especie humana. Nosotros ya no somos nosotros. Somos representación de la especie. El individuo que se reproduce se sacrifica por la raza humana.

 

 

El observatorio de Falopio

 

Desde su gruta astrononómica, Falopio mira con desdén el mundo y le aterra la proliferación de tanto especímen: arimaspas, monóculos, atanores, endrinados, vitilíticos y albinos.

En los anuncios del New York Times, mujer ofrece ovario para la venta.

En el siglo XVI, Paracelso había pensado la posibilidad de crear un homúnculos  que presciendiera de los servicios de las damas.

En Toronto, lesbiana busca negro para quedar embarazada. 

En Los Angeles, hombre de negocios adopta pareja de cernícalos. 

En San Francisco, se reciclan hímenes y prepucios a domicilio.

El plasma, siempre altanero y maleable, ha permitido que todo sea posible.

Desde su laboratorio, Falopio contempla el mundo y le dan deseos de regresarse.                                                                     

 

 

La eternid                                                                                                                      Después de no ver por veinte años a un amigo (yo era en ese entonces un invidente), lo encontré en un café y él, mas escéptico que nunca, me dijo:

 

.- ¿Sabes, FM? Ya no creo en nadie ni en nada. ¡Sólo creo en la muerte!

 

Preocupado por la suerte de mi amigo, pedí un par de cervezas y luego de brindar con él, dije:

 

.- ¿Cómo así? ¿En la muerte? No, hombre; no jodás, que a lo mejor tú eres una excepción en el mundo. Tú eres el único ser en el mundo que no va a morir. Animo, viejo, que tú eres inmortal; tú vas a pasar a la eternidad.

 

Y el amigo más incrédulo que nunca se bebió la cerveza de un solo trago, y me dijo:

 

.- ¿La eternidad? No, gracias; prefiero vivir.

 

(A Rossy Llano).

 

 

 

 

 

 

Contra el estilo mandarín                       

 (A propósito de la literatura colombiana)

 

Linda, tu gordura no está dentro de mis intereses ni de mis planes. Lo que me interesa de tí es la economía del lenguaje. 

 

Experiencia humamna

 

Se aprende toda la vida a saber quién es.

(Como cuando un perro frente a un espejo confunde la realidad con la ficción).

Cuando hablas de tí, no hablas de tí; hablas de otra cosa pues no te conoces.

Cuando hablas de tí, tú ya no eres tú. Hablas de lo que percibes en el mundo; no de tí.

La experiencia humana es terriblemente compleja. 

 

 

El opaco mundo de los objetos

 

El opaco mundo de los objetos te ha quitado el brillo de la mirada. Para que no te robe la luz  tienes día a día que recurrir -como el hombre de la caverna- al sortilegio centelleante de tu imaginario.

 

 

 

La pintura del mundo

                              

El mundo es una pintura donde yo hago mi experiencia. Soy el pintor de la tela, por eso hago parte de ella, de esa gran pintura inacabada que nadie sabe si es abstracta, realista, conceptual, instalación o performance. 

 

Gauguin

 

Todas las muertes son atroces. Sólo la muerte de  Gauguin es digna de ser contada. Goya murió el 3 de Mayo de l808. Rodin murió en La puerta del infierno. Van Gogh murió desorejado en Auver-sur-Oise. Picasso murió de viejo. Sólo su muerte es digna de ser contada porque Gauguin murió de belleza en Polinesia.

 

El objeto del mundo

 

El objeto del mundo está ausente. Leo siempre un libro que no ha sido escrito por mí. Hoy, es legítimo la insaciable voracidad entre los hombres. El espacio obtuso de la bestia triunfante. En estos tiempos es de muy mal gusto pensar. Y sin embargo, para amar hay que ser inteligente.

 

 

El nombre de la rosa                         

 

Cuando nombro la rosa, ella ya no está; cuando digo Rosa  me refiero a mi amada que está ausente. El signo es lo que está en el lugar de otra cosa. Pensar es interpretar; hablar es pensar de otra cosa.                             

                                               

Arte poética

 

Para crear Dios le dio el hambre a César Vallejo, la pobreza a Arguedas, el asma a Proust, la paciencia a Tolstoi, el genio a Shakespeare, la ira a Unamuno, el sexo a Miller, la belleza a Yeats, el destierro a Benjamín, la cárcel a Hikmet, el delirio a Dostoiewsky, la pena de muerte a Saro-Wiwa, la flor de liz a Pizarnik, el Sena a Paul Celan, el mar a Alfonsina Storni, el doble sexo a Virginia Woolf, la castidad a Borges, el cinismo a Quevedo, la dulzura a Cernuda, el laúdano a Nerval, la absenta a Baudelaire, el whisky a Dylan Thomas, la marihuana a Porfirio Barba Jacob, el arma a Silva, la cojera a Hawthorne, el nóbel a Soyinka, el caballo a Macedonio Fernández, el vino a Pessoa, la gordura a Neruda, el amor a Goethe, la impotencia a Hemingway, la rosa a Gabriela Mistral, la vulnerabilidad a Verlaine, el olvido a Julius Fucik, la locura a Erasmo, la bebida a Poe y la eternidad en Cervantes.

 

Montreal

 

                                                                                                 

En invierno, en Montreal, los andenes son espejos donde la gente se mira. El que no se refleja es porque al contrario de Pigmalión no recibió el don de la locura.

En verano, las mujeres de cuello delicado de flamenco cantan en las ventanas. Los hombres viven apachurrados en los bares escurriendo la última gota de una Maudite y los niños, perros y ancianos cuando están lejos de una piscina o de un hidrante explotan como si fueran bombas de propano.

La primavera como el otoño pasan fugaces dejando una gama cromática multicolor que se entierra en el corazón y un olor a polen que enferma a los alérgicos y a los ciclotímicos.

En invierno, en Montreal, los hombres y las mujeres son espejos y están hechos de vidrio.

 

(A Gilles Thérien)

 

 

Niña postmoderna

 

En su estudio vive sola con su perro y con su gato y tiene contestador automático. En el día, se la pasa hablando con clientes que siempre la están invitando a moteles.  En la noche, lee a Italo Calvino ( Seis propuestas para el próximo milenio)  y a Carmen Rico Godoy (Cómo ser mujer y no morir en el intento). En su cartera, guarda una pistola nacarada de un solo tiro y una caja de condones marca Patriot. Los escasos polvos de oro que son ofrecidos por algunos clientes generosos , los estrangula con su mortífera regla T que tiene en su pequeña gruta diamantina. Dulce guillotina de la vida. Hace el amor a domicilio, en los ascensores y en los aviones cuando -a diez mil pies de altura- le toca representar a su agencia en el extranjero.

 

 

Modernidad y post-mortem

 

La modernidad empieza cuando el Quijote abandona la aldea y se decide a recorrer el mundo.

La postmodernidad comienza cuando Gregorio Samsa abandona el mundo y convertido en insecto decide encerrarse en su apartamento.

 

 

 

La infancia

 

Una noche, en un bar, a un hombre le ordenaron que regresara a la infancia. Si no lo haces, te matamos. El hombre bebió toda la noche y cuando estuvo ebrio penetró en el gran espejo que tienen los bares y entró a la infancia.

Los que habían dado la orden esperaron en la barra a que regresara y les contara su experiencia.

Terminó la mañana, y no regresó; terminó el día y en la siguiente noche, cuando los hombres pasaban por una mona  de los mil demonios, vieron la imagen de un hombre que les hablaba desde el espejo:

 

.- Ah, todavía, ¿siguen bebiendo?

 

.- Sí, pero cuéntanos, ¿estuviste en la infancia?

 

.- Sí.

 

.- ¿Cómo es la infancia? ¿Cómo es eso, allá?

 

.- Muy rico. Me la paso jugando y comiendo dulces todo el día.

 

 

.- Y ¿qué más?

                                                                       

.- Soñando; es un mundo ideal, sin dueños y sin leyes.

 

.- ¿Cómo así?

 

.- Las leyes que rigen son las del sueño y las del juego. Lo mejor de todo...

 

.- Lo mejor de todo, ¿qué ?

 

.- ¡ No trabajas! ¡Los adultos pagan por tí!

 

.- ¿Qué traes ahí?

 

.- Una flor; es la flor de la infancia. Se las regalo.

 

Los hombres estiraron la mano pero no pudieron alcanzarla.

 

.- Y qué, ¿piensas regresar?

 

.- No, el mundo de ustedes es duro. Muy duro. Es un mundo sin sueños.

 

.-¿Cómo así? ¿No piensas volver? ¿No vas a regresar? Si no lo haces, ¡te matamos! ¡ Mira cómo nos estamos divirtiendo!

 

Y cuando uno de ellos que estaba sentado en la barra sacó la pistola y disparó, la imagen del hombre con la flor en la mano desapareció del espejo.  

 

 

 

The manager

 

¿Qué hace usted? Hablo español. ¿Lo habla bien? Es lo único que sé hacer.

Y enseguida lo metieron en una paila negra para que la dejara brillante como un diamante.

¿Qué hace usted? Hablo portugués. ¿Lo habla bien? Es lo único que sé hacer.

Y le dieron una escoba eléctrica para que barriera las 40.000 escalas que tiene el Empire State.

¿Qué habla usted? Amharique. ¿Lo habla bien? Es lo único que sé hacer. Y le dieron a cuidar los 200.000 niños solitarios que viven en Filadelfia.

¿Qué hace usted? Bengalí. ¿Lo habla bien? Es lo único que sé hacer. Y le dieron agua, jabón y estropajo para que lavara las 60.000 ventanas que tiene el Sheraton Hotel.

¿Qué habla usted? Polonés.¿Lo habla bien? Es lo único que sé hacer. Y le dieron una aspiradora para que limpiara las paredes nasales de los  40.000 enfermos que tiene el Royal Victoria Hospital.

¿Qué habla usted? Hablo Darí. ¿Lo habla bien? Es lo único que sé hacer. Y le dieron una sierra para que cortara los 100.000 pinos que quedan en New Hamphire.

¿Qué hace usted? Hablo Swahili ¿Lo habla bien? Y le dieron agua de javel para que desinfectara los 300.000 bidets  que tiene  San Francisco.

¿Qué habla usted? Mandarín ¿Lo habla bien? Es lo único que sé hacer. Y le dieron una olla, maíz y aceite para que friera el pop-corn  a los 50.000 niños esquizofrénicos que entran cada día a Disneyword.

¿Qué habla usted? Tahï ¿Lo habla bien? Es lo único que sé hacer.Y le dieron una estufa para que le cocinara a los 50. 000 bomberos que apagan los incendios en Dakota del sur.

¿Qué habla usted? Vietnamés.¿Lo habla bien? Y le dieron un microscopio para que examinara las muestras fecales de los 200.000 mariners  que tiene la armada U.S.

¿ Qué hace usted? Hablo Finés ¿Lo habla bien? Es lo único que sé hacer. Y le dieron una hoz y un balde para que recogiera las cien mil manzanas que se cultivan en Oregón.

¿Qué hace usted? Hablo Arabe ¿Lo habla bien? Es lo único que sé hacer. Y le dieron cincuenta mil condones para que les hiciera la paja  a los empleados de Americain Express.

¿Qué hace usted? Hablo Ruso. ¿Lo habla bien? Es lo único que sé hacer. Y le dieron una cachucha, un bate de beisbol y una manopla para que vigilara al colombiano, al portugués, a la etíope, al bangladeshí, al polonés, al afgano, al nigeriano, al chino, a la thailandesa, al vietnamita, al finlandés, al argelino y a su vez, se vigilara él mismo.

                                                                       

Al primero le llamaban el hombre-caverna, al segundo el hombre-escoba, a la tercera (era una mujer) vaca reproductora, al cuarto hombre -araña, al quinto el enfermero, al sexto el guarda-bosques, al séptimo el bideasta, al octavo el micro-biólogo, a la novena (era una transexual) la recreacionista, al décimo el chef, al décimo primero el campesino, a la décimo segunda (era un travestis) la prestidigitadora y al décimo tercero the manager.

 

 

 

Demonius politicus

                                                                                                          

 

En la época actual, nuestros ángeles son demonios y nuestros demonios son políticos.

Por un proceso metempsicótico no pocos conservan su cuerpo de ángel y su alma luciferina.

Estos, son algunos que se destacan en el teatro ardiente del Congreso:

 

-Terrenos : civiles que a punta de comisiones y ejecuciones destruyen la tierra.

-Leliurios : criminales que a sangre y fuego persiguen a los hombres.

-Aéreos : son los soplones que dan viento.

-Acuáticos : submarinos cuyo humórbido se sumerge cuando se trata de  actos y responsabilidades.

.-Lucífugos : rondadores que huyen de la luz, debiendo la luz huír de ellos.

-Subterráneos : que viviendo debajo de la tierra son escudriñadores de vidas,

fiscales de honras, levantadores de falsos testimonios, y bajo tierra sacan qué acusar, y andan siempre desenterrando a los muertos y enterrando a los vivos.

 

 

 

Marion Crane

                                                                       

              

El dinero es para el adulto como el estiércol para el niño.

El cuerpo digestivo es una fábrica de excrementos.

La boca y el culo son dos caras de la misma moneda.

Con la mano izquierda me limpio el ano y con la derecha saludo a los amigos.

De la boca a los esfínteres hay una compleja ingeniería sanitaria.

Ayer, mientras conducía  por el Westmount ví a Marion paseando en el parque.

Como tenía dinero, la invité al club y después a hacer el sexo.

Al hombre el volante, a las mujeres el dinero.

El acto sexual es un asunto de conexiones y tuberías.

Marion, cuerpecito vaporoso flotando en medio de los pájaros.

Marion, carne impura.

 

 

 

 

Imago mundi                                                                          

                                                                                               

En el siglo XVI, André Vesale abrió un cuerpo humano y descubrió la medicina clínico- anatómica. En el siglo XIX Sigmund Freud abrió un sueño y descubrió el inconsciente. Hoy, ¿qué tenemos que abrir para encontrar la clave simbólica del siglo XXI?                               

 

                                                                       

OH VIDA                                                      

 

Entre tú y yo siempre ha existido un abismo

Y sin embargo, hemos compartido una vida.

Es cierto.

Hemos vivido bajo un mismo techo, hemos soñado,

hemos tenido hijos,

y hasta nos hemos amado.

Cuando partas

-sé que un día lo harás-

te irás sola

y yo me quedaré pensando en tí.

Cuando yo parta

-sé que un día lo haré-

me iré solo

(así como vine)

y tú

- Oh vida-

te quedarás

pensando en mí.

                       

 

 

 

 

 

Roxbury

 

¿Recuerdas la casa número 124 en Bluestone Road, en las afueras de Cincinnati?

Qué te vas a acordar, si no tienes memoria. Además, nunca conociste Cincinnati aunque el nombre « bluestone » te diga algo por una vieja canción que tocas en ese hueco negro de Roxbury donde gastas la vida todas las noches.

 

Bluestone, my love.

Bluestone, my life.      

 

Dice la voz de Betty; entonces metes la guitarra acústica en la funda de hule, la cuelgas en tu hombro y sales por Hawthorne Street rumbo a tu hueco.

Es el fin de la noche.

Me gusta la voz de las mujeres, dices, mientras pegas tu boca al cigarrillo. pero no piensas en la voz de ella, en su boca de labios gruesos sin colágeno por donde sale ese hilo torrentoso que viene del alma, no piensas en su pelo negro-rizado casi azul y en sus ojeras de plata, sino en la mujer blanca que una noche descendió de su auto deportivo, y te dijo que le gustaba el sonido de tu guitarra. Tú le agradeciste, y cuando volviste a tocar para ella, sólo dijo, I’m sorry, y abandonó el bar.

Oh, ¡Roxbury de mi alma!

Si hubieras conocido la casa número 124 en Bluestone Road, en las afueras de Cincinnati, comprenderías por qué te gustó la voz de la mujer blanca que vive en Cambridge y una noche desdenció de su auto deportivo hasta Roxbury, donde tocas la guitarra.

Desde la Guerra de Secesión allí nada ha cambiado. Los blancos, cuando tienen que ir de Beacon Newton, aprietan el acelerador o prefieren desviarse y correr unas cuantas millas de más antes que pasar frente a las calles de edificios de ladrillos rojos y escalerillas negras. Los blancos siempre han tenido miedo. Desde 1865 cuando terminó la guerra; desde que el Mississipi se incendió en llamas y el negro Burch o Bunch -ahora no recuerdo- embarazó a Lena y escapó a Jefferson; desde que sentaron a Bobby en la silla eléctrica y a Martin Luther King lo asesinaron en Memphis.

Por eso cuando Amstrong tocaba en el Hotel de la Reina tenía que entrar por la puerta de atrás y comer con los cocineros. Por eso absolvieron a O. J. Simpson, quien mató a Nicole y a Ronald; por miedo que los hermanos incendiaran la ciudad de Los Angeles.

La única blanca que ha ido a Roxbury es la joven de Cambridge que una noche de verano descendió de su auto deportivo, como si descendiera al infierno, para escuchar tu guitarra.

Pero esto sólo tú lo sabes poruqe nunca fuiste a la casa número 124 , en Bluestone, en las afueras de Cincinnati.        

 

(A Tim Keppler).                                 

   

 

 

 

 

 

 

El orientalista

 

 

Soy un hombre del Sur

-también hubiera podido ser una mujer o una planta-.

He venido hasta el Norte a buscar mis orígenes.

Desde niño leí que los hombres, ls mujeres y las flores

venían del Oriente por el estrecho de Bering.

La brújula -que no se equivoca-

me indica que para ir al Oriente

hay que pasar por el Norte.

Por eso he subido hasta acá

a buscar mis raíces profundas

en el Gran Norte.

 

Luego, 

si el tiempo me da vida

atravesaré el estrecho de Bering

y llegaré al Oriente

-así se cumplirá el ciclo completo del reloj de diástole y sístole-.

Entonces,

podré sentarme tranquilo con mis hermanos

a meditar, a beber té

y a fumar opio

en la vieja pagoda del abuelo.

 

 

 

 

La flor virtual del estío

 

Cuando envío un e-mail a mi amada

tengo cuidado de no ir a dejarla embarazada.

 

Ana vive en la orilla izquierda del río

(yo vivo en la otra orilla)

y nos amamos mucho.

 

En invierno, ella trabaja en una fábrica de vestidos.

En verano, a ella le gusta recorrer la ciudad con sus patines en línea.

Ella es dulce como la flor virtual del estío.

 

Cuando hacemos el amor

-que son contados-

ella me protege con su guante de seda

porque le teme al sida.

Mi miedo es dejarla embarazada.

 

(A Sara Grisales).

 

                                               

 

Solipsista

 

Soy la materia de mis libros.

Cada día intento plasmar mi imagen en las palabras .

Cuando me pregunto: ¿Quién soy?  es como si me dijera: ¿Qué sé yo?

Como Montaigne que escribió a tientas sus Ensayos   

soy libre y profundamente solitario.

Mi lema es: Quien sigue a otro no sigue a nadie.

Un humor melancólico recorre mis textos.

Mi único esfuerzo ha consistido en darle expresión a esta locura.

 

                                                                                                           2.- Memoria de escritor.

                                                                                              

El tiempo de la escritura

 

El tiempo de la creación literaria nunca corresponde al tiempo socialmente establecido. ¿Por qué, entonces, angustiarnos cuando no salen nuestros trabajos literarios en fechas determinadas?

Para no caer en una depresión letárgica, es necesario ponerse plazos. Límites amplios y elásticos que de todas maneras, están determinados por el tiempo que impone la creación y no por el tiempo que nos impone el editor, un concurso, una beca o la simple vanidad.

El artista como vive de la Fantasía debe tener en cuenta en su trabajo creador algo muy importante: El dominio de sí mismo.

 

 

 

El escritor y la voz que digita

 

El estilo único y singular del escritor es su voz que viene de su mundo interior.

 

 

El escritor y la fragilidad

 

El terreno en que se mueve la escritura es frágil; cualquier cosa por mas insignificante que sea, lo puede malograr: Un recibo de energía, una llamada telefónica, una noticia maligna de un amigo. Por eso, siempre, el escritor debe saber separar el mundo de la escritura de los otros mundos. Crear el terreno mas propicio que también se puede llamar el ambiente o la atmósfera.

En el terreno frágil y movedizo de la creación, se pierden muchas cosas que pertenecen al mundo cotidiano de la vida: Un trabajo, un apartamento, una mujer... Se pierde en la vida y se gana en la literatura. Este es el precio que paga el escritor por el oficio.

 

 

El escritor y los peldaños negros

 

La escritura contiene varios peldaños negros que el escritor debe intuírlos con su sabiduría para no caer en su trampa y poder proseguir. Uno de esos peldaños que más bien parece un gran vacío, es el que se produce entre la terminación de un texto y el inicio de otro. Es una larga y profunda herida (otros hablan de operación post- parto) que tiene que soportar, pero de la que tiene que salir para poder darle un sentido a su trabajo y una continuidad.

 

La escritura y el caracol

 

La escritura es como el oficio del caracol que siempre se envuelve hacia adentro.

 

 

La única posibilidad del escritor

 

Entre mil posibilidades de escribir, el escritor sólo tiene una, y no sólo la debe olfatear en el momento oportuno, sino que debe saberla aprovechar al máximo.

Las otras novecientas noventa y nueve son adversas.

 

 

El escritor y el silencio

 

El silencio en el ejercicio de la escritura es de suma importancia. Sin embargo, sabemos de escritores que escriben con música, en medio del ruido de los cafes, bares y tabernas, o en medio de hijos, perros y gatos que chillan por dolor y hambre al unísono.

Entonces, ¿a cuál silencio nos estamos refiriendo? Al silencio interior que porta todo escritor y, que sin él, no podría escribir, no podría concentrarse.

La escritura se produce en el silencio. Y el silencio sólo es escuchado por el escritor.

 

 

 

El escritor y los trabajos ajenos

 

En el trabajo ajeno trata de ocultar en lo posible tu verdadero oficio. No insinúes (ni siquiera por vanidad u orgullo) que eres escritor. Reprímete. Porque después lo puedes pagar caro. No sabes los funestos resultados. No imaginas la envidia y el mal hígado que revienta eso, no sólo entre tus jefes, sino entre tus colegas. Así que por más que te hayan dado el Premio Nobel de Literatura, por favor, que no salga de tu boca esta información. Esta información que es como una autodelación. Deja no más que en tu trabajo les llegue por otros oídos. Así quedarás  bien con ellos, y bien con tu espíritu.

 

                                              

El escritor y la sensibilidad

 

La sensibilidad del escritor está hecha de piel de tigre y carne de cordero; allí reside su fuerza y su fragilidad.

 

El escritor y las preguntas

 

Si aún no has matado a alguien, ¿por qué insistes en escribir?

 

 

 

El escritor y la belleza 

 

Recuerda: Los hombres demasiado bonitos no pueden responder por sí mismo.

 

 

El escritor y los viajes

                             

Los viajes son importantes en un escritor, pero como un capitán de un barco, hay que saber escoger el mejor tiempo para zarpar.

Todos los viajes son enriquecedores y de gran formación para el escritor; pero quizá, el más importante es el viaje que emprende el mismo escritor: Su viaje interior.

 

 

La formación espiritual del escritor      

 

La formación espiritual del escritor está antes que su obra y mucho antes que su misma existencia. No importa si somos apolíneos, báquicos o andróginos. Esta formación, contra cualquier vanidad, debe ser propia, auténtica. Después, vendrá la obra.

 

 

                                  

 

 

 

El escritor y la novela

 

 La novela es el arte de la analogía. No importa si allí se registren pedazos de tu vida, señales de una supuesta biografía. Aquí se hace necesario decir las cosas de una vez por todas: Toda biografía por más "real" que se presente, es sospechosa. La única verdad real es la ficción, la novela.

Cualquier intento de confundir la novela con tu vida, es ingenuidad inconsciente o morbosidad deliberada.

La novela es ficción y en ese sentido es más real que la supuesta biografía que el lector cree conocer de tí.

 

 

El escritor y el espejo a la inversa

                           

Un escritor serio, independientemente que escriba en primera, segunda o tercera persona, debe tomar con su obra, una posición de distanciamiento. Así todo lo que escriba pertenezca a su registro personal, vivencial.

En el arte como en la vida, el escritor debe mirar siempre el espejo a la inversa. Le miroir a l'enver es la mejor visión que puede lograr el escritor frente a su obra y frente a su vida.

 

El escritor y sus autores predilectos

 

En el intrincado oficio de la escritura, el escritor tiene una pregunta que, por lo general, no parte de él, sino de la inquietud voyerista del lector.

¿Cuál es su autor preferido?

Frente a tamaña pregunta, hay que decir que todo escritor tiene una serie de textos y lecturas claves que las va haciendo y seleccionando, en esa búsqueda incansable por crear su propio lenguaje, su propio estilo. No son textos que el escritor seleccione con antelación. Son especie de Amantes o Mujeres Amadas que el escritor va encontramndo como refulgentes piedras preciosas, a lo largo y ancho de su camino. Sólo al final, cuando el escritor ha decantado una serie de lecturas, y a sufrido aquel proceso de decantamiento con su propio lenguaje, es que hace una selección del harem, y se queda con una o, máximo, dos amantes.

 

                                              

 

 

Los movimientos interiores del arte

                     

En la escritura y el arte en general, la sencillez en el lenguaje es símbolo de genialidad y maestría. El arte se ha dividido en dos grandes movimientos: El movimiento de la acumulación donde el barroco ha sido lo más representativo; y el movimento hacia la síntesis, donde la literatura norteamericana del siglo XX, ha sido lo más representativo. Un movimiento no excluye al otro. El uno no es verdadero y el otro no es falso; en el arte no existen las verdades como en la ciencia (¿Acaso podemos decir que un poema de Borges es verdadero y uno de Neruda es falso?).

En el arte, ambos movimientos son válidos, y hay que interpretarlos en sí mismos, y en esa relación cómplice, de amor y repulsión, que se establece entre el producto inacababo y el lector incompleto.

El arte no es -como se ha pensado- un espejo que interpreta la realidad. El arte es la relación que se establece entre la manera como sentimos la vida con la forma de representarla.

 

 

 

Las máscaras de un escritor

 

Hay escritores que no tienen un rostro definido, sino una máscara con una mueca definida. No importa si ésta es cómica, trágica o cínica.

A estos escritores pertenecen los que no fallan a cocteles, siempre están pidiendo puesto en el gobierno, hablan hasta la saciedad de la literatura (muy poco de la vida), se emborrachan con la literatura, y hasta conquistan mujeres con la literatura. Pero jamás escriben.

 

 

 

Buena escritura, malos tiempos

 

Mis mejores cosas las he escrito en los peores momento (Esto, por ejemplo, lo escribo con la cabeza calva y a 20 grados bajo cero). Cuando he tenido las mejores condiciones, no he escrito más que idioteces.

 

                                   

 

                                              

 

El escritor y la cotidianidad

 

La escritura es pensamiento. Por eso, cuando nos sentamos frente al computador, realmente no escribimos, sino que transcribimos ese dictado que hemos venido tejiendo como una mortaja en todas nuestras actividades de la vida cotidiana.

Esto quiere decir que siempre estamos escribiendo. La escritura tiene que ver con nuestra cotidianidad, con nuestros actos, no importan si estos sean deliberados o inconscientes, lúcidos o desfazados, sutiles o patéticos.

Escribimos mientras caminamos, mientras comemos, y cuando vamos al trabajo. Escribimos mientras soñamos y soñamos escribiendo, y mientras soñamos a una mujer. Luego, cuando nos sentamos a escribir, lo que estamos haciendo es poniendo sobre la pantalla, lo que hemos soñado.

 

 

 

El acto de la creación

 

El acto de la creación no se produce por un destello fulminante y azaroso. No pertenece al albur de la vida. Es un trabajo de composición interno donde la paciencia del escritor cuenta tanto como el manejo que hace el carnicero de su cuchillo, en su peligroso y delicado oficio.

La paciencia es algo que debe construírse y a la que se debe llegar y manejar en el arte de la escritura.

 

 

La palabra poética precisa                

 

El arte de buscar (aunque el escritor no busca sino que encuentra) la palabra poética precisa debe ser para el creador como zambullirse en el fondo del mar y extraer de allí la mejor piedra preciosa.

 

 

El escritor y su época

 

Ante la época el escritor siempre tiene que ser un escéptico y no dejarse arrastrar por ella. Sólo viéndola en todo su esplendor y en toda su decadencia, el escritor podrá escribir textos de verdadero valor literario.

El escritor ante todo y para bien del oficio, debe por principio, desconfiar de su época.

El escritor y la vida

 

Para escribir, así como hay que haber ganado un escalón superior de la vida, asimismo hay que tener un grado mínimo de inocencia.

El escritor crea para vivir; por eso siempre tiene que estar del lado de la vida.

Esto no quiere decir que a veces nos acostemos con la muerte.

El escritor es un hombre que muere todos los días cuando crea.

                                   

El escritor y la depresión

 

En el difícil arte de la escritura, el escritor siempre se encontrará ante un monstruo imperfecto: El monstruo de la depresión.

¿Cómo evadirlo?

Si el escritor es verdadero y su escritura es verdadera, ese monstruo hay que llevarlo siempre de compañía y en algunos momentos, llegar, incluso, a hacerse amigo de él.

A veces, se lo puede capotear (sobretodo, cuando se abandona temporalmente el oficio de escribir por el oficio de amar), pero el monstruo de la depresión siempre estará a la sombra de nuestro oficio, porque en la escritura siempre hay algo de nosotros que nos abandona. Y esto, paradojalmente, es lo que nos eleva y nos hace felices.

 

 

La escritura y el deseo

 

La escritura es por su naturaleza, un oficio del deseo. Y como el deseo es carencia, y al mismo tiempo mutante, es por eso que los escritores siempre deseamos escribir y nunca estaremos satisfechos de lo que hacemos. Sólo el escritor que está satisfecho de su último libro, está suscribiendo por anticipado su acta de defunción, su muerte como escritor.

La escritura por naturaleza es deseante.

La verdadera escritura es aquella que parte y se nutre del universo rico y desconocido que rige la vida de los seres humanos: El deseo.

No hay escritura deseante que no transgreda los límites de la razón.

No hay escritura deseante que no seduzca al lector y lo lleve por nuevos mundos fantásticos, llenos de poesía. La escritura deseante se aparta de la escritura prosaica que siempre se inscribe desde la categoría sospechosa de la razón.

 

El escritor y el amor

 

El discurso del amor es análogo al discurso de la escritura que siempre es pasional, intrincado y discontínuo.

Hemingway decía que se escribía mejor cuando se estaba enamorado.

Esto es cierto cuando se trata de un amor transparente forjado sobre la base de la diferencia. Cuando se trata de un amor turbio y perverso forjado sobre la base de la confusión y de la pérdida de la individualidad no sólo se escribe peor, sino que se deja de escribir.

El escritor frente a los afectos, debe sabar diferenciar los siguientes niveles:

 

                                - El nivel de la amistad.

                                - El nivel del deseo.

                                - El nivel del enamoramiento.

                                - El nivel del amor.

 

El escritor y las mujeres

 

Para agregar belleza a la miseria humana, el escritor debe tener mujeres blancas, amarillas, negras, azules, mansas, guerreras (no violentólogas), dulces, ecológicas, antropólogas, antropófagas, médicas, para-médicas, yuppies, fotógrafas, aeróbicas, señoras ricas (que lo inviten a comer a restaurantes), putas cariñosas, ingenieras, vegetarianas y niñas precoces.

(Debe abstenerse por principio de feministas clitoridianas, terroristas y profesoras universitarias).

El, que es un ser humano, necesita de todas porque la vida es dura y el arte de la escritura es como tener un cristal lleno de aristas en la palma de la mano. 

                            

El escritor, la novela y la muerte

 

Toda buena novela termina con la muerte.

 

                                                          

 

 

 

 

El escritor y la muerte

 

El escritor nunca debería pensar en la muerte; pero desgraciadamente, el acto de la creación parece que está ligado con este mundo extraño y desconocido que es la muerte.

Un escritor a medida que avanza en su obra, siempre lo obsesiona la posibilidad de la muerte (su obra se vea truncada ante ese acto miesterioso e irreversible).

Creo que no existe escapatoria: Mientras el escritor viva, la muerte siempre será un pensamiento  que lo obsesionará permanentemente.

A Horacio Quiroga siempre lo persiguió la muerte. En l895, a la edad de diecisiete años se suicidó su padrastro (su padre había muerto en 1879); siete años después, se le escapa un tiro y mata a su mejor amigo, Federico Ferrando; en l9l5, en San Ignacio, Misiones, en plena selva, donde vive desde l909, se suicida su primera esposa, Ana María Ciros; quince años mas tarde, su segunda esposa, María Elena Bravo y su hija lo abandonan; el l9 de Febrero de l937, se suicida con una dosis de cianuro, al saber que tenía cáncer.

 

 

El escritor y la angustia

 

La angustia y el escritor parecen un par de hermanos que caminaran cogidos de la mano. La angustia entendida como pulsión de muerte.

El pensamiento del escritor, cuando no escribe, se puede traducir en estas palabras: No estoy creando; por lo tanto, soy un cadáver. Un hombre muerto. Y es aquí donde aparece la angustia.

¿Qué hacer frente a esto?

Es una pregunta delicada de contestar, pues cuando pasa la angustia y se llega a ese estado ideal de armonía, de cierta manera, ese fastidioso estado contribuyó a disparar eso  que se tenía represado y que producía malestar. Por lo tanto, la angustia es un estado fastidioso con el que tenemos que convivir para llegar a aquel estado ideal que nos proporciona gratos momentos creativos y personales. Convivir con la angustia es como convivir con una mujer a quien ya no se quiere y se desea. Si nos dejamos consumir por ella, no sólo estamos muertos durante ese momento, sino que estamos muertos como escritores de por vida! Para escribir bien todo escritor debe conservar una dosis de angustia necesaria.

 

 

 

 

Las lecturas y el escritor

 

En la vida del escritor hay textos claves. Lecturas claves que vuelven una y otra vez a él, y  se convierten en una especie de fuerza de choque o chaleco antibalas, que lo protegen contra las malas influencias.

Esos textos con muy pocos. Tres o cuatro, y algunas imágenes fragmentadas de la infancia.

El texto clave de Joyce para escribir Ulises, fue la Odisea de Homero.

El texto clave de García Márquez para escribir El otoño del patriarca fue el Ulises de Joyce. (Exactamente, el último capítulo del tomo II).

 

 

El escritor y la marginalidad

 

La escritura siempre ha sido un oficio marginal. No sólo porque a la sociedad nunca le ha interesado este oficio, sino porque la escritura en la medida en que es un acto de creación, tiene que ver con Dios. Los grandes escritores han sabido más que nadie que la escritura es un oficio cotidiano y marginal.

Sólo para el que busca la fama y el éxito, la escritura no es marginal.  Pero ya sabemos que este individuo es cualquier cosa (político, abogado, siquiatra) menos escritor.

 

 

La escritura marginal y la escritura esnobista

 

La escritura marginal es la que se mantendrá por su fuerza y su virtud de eternidad.

La escritura snobista es la escritura coyuntural y pasajera que sirve para salir del paso (como cuando no se tiene un vestido pra ir a una fiesta y alguien se lo presta) y es, al mismo tiempo, la muerte.

La escritura marginal se encuentra en los libros. La escritura esnobista se encuentra en los diarios y revistas donde -como dice Walter Benjamín- la palabra está más rebajada. Esta es una de las diferencias entre el escritor y el periodista. Dos oficios que hoy en día tienden a confundirse, pues hay escritores que por la fuerza del estómago, tuvieron que vender su alma a los diarios, y periodistas con ínfulas de escritores.

 

 

 

El cuento y la novela

 

¿Cuál es la diferencia entre la escritura de un cuento y la escritura de una novela?

Un cuento es un orgasmo precoz; una novela es un orgasmo largo y prolongado.

Hoy en día, todo el mundo quiere escribir novelas; el cuento, a pesar de su exquisitez y genialidad, está relegado a un segundo plano.

Sin embargo, hay que decir que no siempre se tiene la fuerza y la energía para sostener ese largo aliento que exige la novela.

 

 

El escritor y la adversidad

                       

La escritura como se hace a pesar de todo y contra todo, fácilmente puede caer en una atmósfera de adversidad, que el escritor debe saber capotear.

¿Es mala esa atmósfera adversa de la que está rodeado el oficio de la escritura y, en general, todo oficio que se haga con obstinación, pasión y trabajo ?

¡No! Siempre y cuando el escritor no asuma una actitud romántica frente a la escritura o se deje hundir por ella. O acaso, ¿todo trabajo creador ha estado rodeado de condicones óptimas para hacerlo?

 

La armonía triangular del escritor

 

En muchos casos y, en particular, cuando se está empezando a escribir, el trabajo literario es desalentador. ¡Cuántas veces no queremos correr y producir obras en serie! Pero ante la total inercia que agobia a muchos escritores y la precipitud que obnubila a la gran mayoría, es necesario buscar -como dicen los argentinos- el término medio.

El novel escritor debe desde un comienzo, buscar la armonía dentro de este triángulo, que es la síntesis de su vida:

 

                         DISTANCIAMIENTO                            FUERZA INTERIOR    

                   

                         

 

                                                                SERENIDAD

 

 

 

 

El escritor y la juventud

 

Un escritor joven es el que tiene cuarenta años de edad.

 

                                              

El escritor ante la barbarie

 

El escritor ante la barbarie debe ser un escritor de la paz y para la paz. No debe salir huyendo ni tampoco quedarse impasible ante los hechos de barbarie que a diario genera el mismo hombre. Si acaso llega a sentir la necesidad de participar en ella, debe saber que lo hace bajo su responsabilidad como animal o bestia, y no precisamente, por ser un escritor. La dignidad de un escritor es tan grande que no puede descender a los círculos infernales que nos propone a diario la barbarie. Si nos insisten en hablar de armas, hay que repetir hasta la saciedad que el arma del escritor es y seguirá siendo la palabra.

 

 

 

 

El escritor y las armas

 

Ha habido muchos escritores que han empuñdo las armas, ya sea para un bando o para el otro. Y todos, sin excepción y con decepción, han justificado esa decisión.

La única arma del escritor es su pensamiento. Las otras son las armas de la barbarie; no importan del bando de donde vengan.

Andar con una pistola o con una bomba es andar con la muerte.

La única arma del escritor es su obra, que es una ¡bomba literaria!

 

 

                                              

 

 

 

 

 

El escritor, el alcohol y las drogas

 

El alcohol, y en general, las drogas no son malas para escribir. El problema no radica en esto, sino en la actitud, en la relación que el escritor asuma con los estimulantes.

La calidad de una obra literaria no la determina un elemento extraño a la misma literatura, ya sea por su grado de alcohol o de alucinación.

Así como se han creado grandes obras dela literatura bajo los efectos del laúdano, la absenta, el alcohol o la cocaína, asimismo, se han creado grandes porquerías.

El problema no es moralista sino ético y estético.

Frente a un mundo lleno de vicios y estimulantes, cada escritor -sea santo o demonio- debe controlar su propia dosis.

 

 

El escritor y Dios

 

El escritor no está solo. Está con Dios.

El escritor es como Dios cuando crea, y es como Dios cuando su obra se eterniza.

El está hecho a su imagen y semejanza. Pero mientras viva, el escritor será un mortal más entre los hombres.

El escritor siempre debe ir de la mano de Dios, aunque Dios le ponga esas terribles pruebas y le presente amigos y amigas de la calaña del Angel Caído, que vive en el infierno.

Dios siempre está con el escritor ( siempre lo lleva de su tierna mano), aunque a veces lo abandone y lo deje al arbitrio del Angel Caído que vive en el infierno.

 

 

El escritor y sus contemporáneos

 

El escritor debe desconfiar de las opiniones de sus contemporáneos, pues de cada mil opiniones, sólo una es honesta, profesional y objetiva. Las novecientas noventas y nueve restantes están cargadas de bilis, envidia y mala leche. (Hoy en día la mayoría de las opiniones se hacen desconociendo la obra del autor).

El verdadero escritor es aquel que piensa en escribir, en primera instancia, para él y, en segunda instancia, para un lejano porvenir.

 

 

El escritor y los libros

 

Los libros para el escritor son pequeños amores donde se esconde un gran universo. Y esos pequeños amores, al contrario de los otros, son fieles porque siempre están ahí, acompañandolo en su soledad, en aquel umbral de sombras de que está hecha la escritura, y en su profundo abatimiento.

 

 

El escritor y la levedad

 

El estado ideal para escribir es el de la levedad. Desafortunadamente, es un estado que no siempre se consigue, y cada día está amenazado por la pesadez de la vida. La levedad es un equilibrio entre la tierra y el cielo; un estado levítico y de armonía consigo mismo. Ese es el estado ideal del escritor.

 

          

El escritor y la pesadez

 

En lo posible, el buen escritor debe evitar la pesadez que es un estado de presiones, angustia y tensión. Es un estado que en vez de elevrlo hacia otros universos, lo convierte en un esclavo de la tierra, y lo entierra.

 

 

El escritor y la modernidad

 

No por el hecho de vivir en Nueva York y escribir novelas sobre Nueva York, se es moderno. El verdadero escritor es aquel que conoce las corrientes estéticas en que se inscriben sus pulsiones creadoras. Sólo su obra dará cuenta de su modernidad; de su vigencia o su anacronismo irreversible.

José Eustasio Rivera nació en Neiva, un pueblo perdido de Colombia, en l888, y escribió una novela como La vorágine, en  l924, que se inscribe en un marco rural.

Medio siglo después, esta novela es más moderna que cualquier otra que se haya escrito por un hombre de ciudad, y cuya atmósfera transcurra en la ciudad.

Rivera murió en  Nueva York, en el año de l928.

 

 

 

El escritor y el paraíso

 

No hay paraíso sin serpiente. Adán, y sobretodo Eva, tienen el mérito de habernos liberado del paraíso; nuestro pecado original es que anhelamos regresar a él.

 

 

 

El escritor y el infierno

 

Así como no existe paraíso sin serpiente, asimismo no existe infierno sin derviche. Como Dante Aligheri, el escritor debe bajar hasta el infierno, pero debe tener la fuerza y el coraje para volver a subir. El escritor debe pasearse por el infierno como todo un señor poeta, y aletear su hermoso plumaje de pájaro raro.

En la vida existen muchos infiernos: Malcom Lowry, Poe y Dylan Thomas se identifican entre sí porque vivieron en el infierno ardiente del alcohol. Nerval, Bourroghs y Andrés Caicedo vivieron el infierno de la droga. Antonin Artaud y Antonio LLanos vivieron el infierno de los hospitales siquiátricos.

Los tres únicos escritores que han vivido en el paraíso, son: Julio Cortázar, Macedonio Fernández y Henry Miller. Cortázar porque hasta su edad madura y pese a la acromegalia que cada año lo hacía crecer un centímetro, siempre fue un adolescente que tomaba la vida y la literatura como un juego. Miller porque hasta los cuarenta y dos años vivió de gorra y cuando alcanzó la fama, se murió rodeado de mujeres bellas. Fernández porque nunca le interesó, de verdad, escribir, sino que lo que hablaba salía con un sentido filosófico tan profundo, que desconcertaba a más de uno. Macedonio fue campesino y murió riéndose de la vida.

Virginia Woolf pese a la magnanimidad y tolerancia de Leonard, su esposo, siempre vivió en el infierno delicioso de las diosas. Por eso nunca entendió el mensaje de Joyce y se negó a publicarlo en su pequeña editorial.

 

 

 

 

El escritor y el suicidio

 

Parafraseando a Artaud, el escritor es un suicidado de la sociedad. La historia ha sido larga y parece que es infinita: Gerard de Nerval, José Asunción Silva, Hubert Aquin, Virginia Woolf,  Antonin Artaud, Walter Benjamín, Horacio Quiroga, Alfonsina Storni, Andrés Caicedo… Parece ser que la muerte hace parte de la vida del escritor y muchos de ellos, antes que el destino fatal les madrugue, toman la difícil y contradictoria decisión de quitarse la vida. Parece que el suicidio es el destino fatal en no pocos escritores.    

 

 

                      

El escritor y la lectura

 

Leer es la capacidad de interpretar con sentido una obra. Niezstche decía que para poder leer bien un texto, había que asumir la actitud de la vaca: Debemos otorgarnos todo el tiempo que sea necesario y rumiar el texto cuantas veces sea necesario. Leer, en esta perspectiva, es interpretar, e interpretar es pensar, y pensar es rastrear en la memoria.

 

 

El escritor y sus años

 

El oficio del escritor es antagónico al oficio del deportista; este último tiene que hacer su obra y destacarse a muy temprana edad, pues su carrera es corta y depende de su energía y vitalidad, y aunque los dos oficios son aconsejables iniciarlos a temprana edad, el oficio del escritor es como el proceso de los vinos: Entre más viejo, más bueno.

Hay escritores como Cervantes, Saramago y Bufalino que empezaron tarde a escribir. Estos escritores sin quererlo han creado una muralla de excusas y justificaciones en ciertos escritores que viven aplazando el ejercicio de escribir.

Como Miller escribió los Trópicos a los cuarenta años, todavía tengo tiempo de escribir mi novela, dicen. Luego, cuando llegan a los cuarenta años, se vuelven a decir: Como Cervantes escribió El Quijote a los cincuenta años..., y así hasta que llegan a Bufalino, y la única novela que les queda por escribir es la de la muerte.

A estos escritores tan entusiastas hay que decirles que aunque el tiempo diacrónico del escritor no es una ley absoluta que rija su escritura (recordemos a Rimbaud que escribió su mejor poesía a los diecisiete años), si repercute en la obra del escritor.

Cervantes escribió la primera novela moderna de la historia a los cincuenta años de edad, pero antes de esto se había pasado toda su vida pensándola.

 

 

La experiencia interior del escritor

 

La experiencia interior del escritor es la fuente de oro. Preocúpate por cultivar tu experiencia interior como si fuera el mejor jardín plantado sobre la tierra. La otra, la experiencia exterior, a veces suele ser un asunto fútil y siempre está al alcance de la mano.

 

 

El escritor y el humor

 

Los críticos cuentan que James Joyce muchas veces sacrificaba una buena frase para darle cabida al humor. ¿Esto es malo? No. Esto es bueno. Hoy en día, los escritores son demasiado solemnes ( los colombianos somos campeones de la solemnidad) y, en aras a una supuesta trascendentalidad, se vuelven pesados y aburridos.

El humor es algo muy serio y sabio. De ahí que un escritor con talento deba tener en cuenta el humor para su obra.

Las mejores obras de la literatura universal han sido obras de gran humor: Rabelais, Cervantes, Quevedo, Kafka, García Márquez.

 

 

El escritor y el Estado

 

El Estado no le debe nada al escritor. El verdadero escritor es aquel que mantiene siempre una independencia con el Estado (su dependencia está es con su obra). De ahí, que sigue siendo fastidioso observar escritores – pedigueños que dejan de escribir por andar detrás de un ministerio.

 

 

El escritor y su ego 1

 

No hay escritor, por más modesto que sea, que no lo anime en la vida, un espíritu narcisista. Hay una clasificación bien curiosa y extensa (algo parecida a la clasificación en especies que hizo Darwin) que bien podría dar para un libro. Destaquemos sólo algunos apartes de esta clasificación:

a.- Egocéntricos aristocráticos: Thomas Mann, Marcel Proust y Jorge Luis Borges.

b.- Egocéntricos crapulosos: Fedor Dovstoievski, Arthur Rimbaud y Porfirio Barba Jacob.

c.- Egocéntricos bufonescos: Francisco de Quevedo, Honoré de Balzac y Truman Capote.

d.- Egocéntricos carnavalescos: Camilo José Cela, Jorge Amado y Carlos Placeres.

 

 

 

El escritor y su ego 2

 

El escritor debe pensar más en su eco-sistema que en su ego-sistema.

 

 

 

El escritor es como el elefante

 

El escritor es como el elefante, que entre la variada y múltiple fauna, es el único animal que vive recordando sus vidas pasadas y manteniendo durante largo tiempo una vida paciente; es también el único que vive meditando sobre su propio sujeto, sobre su propia existencia.

 

 

El escritor es como el corredor de fondo

 

El escritor es como el corredor de fondo solitario; sólo de él depende el éxito de su carrera literaria.

 

 

El escritor y su amante

 

El juicioso escritor es aquel que debe repartir su vida entre el oficio y su amante. En las mañanas debe escribir, y en las noches, sentir a su amante tan cerca y transparente, como si fuera la página en blanco. El buen escritor es aquel que le lleva a su amante regalitos a su casa.

El escritor debe hacerle el amor a su amante, cuidando de no ir a desflorarle su cabeza.

 

 

El escritor y las revelaciones

 

 

Samuel Beckett descubrió su revelación como escritor, un día de l945 cuando fue a visitar a su madre, en Irlanda.

Joyce la descubrió cuando vio la epifanía, en un momento fugaz, de duda e incertidumbre.

Niestzche, cuando al acostarse con una prostituta en París, adquirió la sífilis.

Gabriel García Márquez, cuando su abuelo lo llevó a conocer el hielo.

 

 

                                              

 

 

El escritor y las cópulas

 

Borges como Joyce copulaba poco y meditaba mucho. (Mientras Borges se la pasaba en la Biblioteca Nacional meditando sobre los antiguos, Joyce se la pasaba meditando entre Dublín y la fantasía sexual).

Todo lo contrario les sucedió  a Balzac y a Henry Miller.

Hemingway quiso ser como los dos anteriores, pero nunca pudo.

 

El escritor y el computador

 

Para el escritor, el computador es la pantalla del alma.

 

El escritor y la neurosis

 

No se escribe con neurosis. El estado ideal para escribir es como el instante después del orgasmo.

 

 

El escritor, el computador y la neurosis

 

El escritor se parece al computador no sólo porque guarda una gran memoria (la memoria de la historia de los seres humanos a través de todos los tiempos), sino porque comporta una gran neurosis.  

 

Escritor excéntrico

 

Los críticos que son impotentes me tildan de ser un escritor ex-céntrico porque ahora vivo fuera de la capital, fuera del centro.

                                

El escritor ante la soledad

 

El escritor ante la sociedad es un perfecto ocioso porque lo único que desea y por lo único que lucha , es por escribir.  Al escritor no le gusta hacer otra cosa que escribir.

Sin embargo, también es muy cierto que hay decenas de escritores que además de escribir, saben amar, beber, y cuando están de buen genio, dictar una excelente conferencia.

 

El escritor y su género

 

El escritor no debe preocuparse por su género, ni por su género literario ( debe preocuparse por su génesis ).  Si alguna vez le preocupa el género, debería meditar mejor sobre el degeneramiento de la especie humana.

                                

El escritor y su diccionario personal

 

A lo largo de la vida, el escritor va coleccionando palabras que guarda en el fondo de su corazón. Cada palabra que colecciona es una estrella sacada del fondo del mar. Cada palabra es una rutilante estrella de la vida.

 

                                                                      

El escritor y el tiempo

 

La máxima del escritor debe ser como la del amante consecuente: Si no lo hago ahora, no lo haré nunca.

 

El escritor y el sufrimiento

 

La pasta del sufrimiento en cada escritor es de una naturaleza diferente :

¿Cuánto sufrió Cervantes cuando estuvo en la cárcel y fue herido en la batalla de Lepanto?

¿Cuánto sufrió Stefan Zweif antes de tomar con Lotte, su mujer, la decisión de matarse juntos?

¿Cuánto sufrió Milan Kundera, en l975, en el trayecto entre el Este y el Oeste europeos?

¿Cuánto sufrió Ezra Pound encerrado cerca de Pisa en una jaula de acero?

¿Cuánto sufrió Saro Wiwa cuando lo llevaban a la horca?

¿Cuánto sufrió Reynaldo Arenas en su trágico periplo que comenzó en un paraje rural de la provincia de Oriente, pasando por El Castillo del Morro, y terminó finalmente en Nueva York, atacado por el sida?

                                   

 

 

 

 

                 

 

 

Los escritores tropicales

 

Como la flor y fauna silvestres, conozco a los escritores colombianos (Por lo menos, los he leído).

Entre ellos, todos, absolutamente todos, me sorprenden. Ya sea por su grado de erudicción, su sabiduría, su afectación, sus vicios o su ignorancia ramplona. Quizás, los que más me han impactado por su personalidad, han sido Porfirio Barba Jacob, Raúl Gómez Jattin y Manuel Mejía Vallejo.

 

 

            La última novela del escritor

 

La última novela que todo escritor debe escribir es:

 

                                  El hastío de los amantes

    

El escritor y la literatura

 

Para el escritor, la literatura es un arte que se vive aprendiendo toda la vida.

 

El escritor y la duda

 

Hay escritores que no dudan de nada; ni siquiera de ellos mismos.

 

 

El escritor y el destino                     

 

El oficio de la escritura es un destino. Cada hombre o mujer desde antes de nacer está marcado con un sino que debe cumplir durante su ciclo de vida. Así, el que está destinado a cultivar flores o vacas, debe intuír desde muy temprano que éste va a ser su oficio durante el resto de su existencia. Así mismo pasa con el estafador y con el asesino. La única cuestión intrincada es que el oficio de la escritura, a diferencia de cualquier otro, es un destino trágico, y a veces, es una equivocación.

 

 

 

Memoria de escritor

 

No sé si volveré a escribir.

Ayer encerraron a un hombre en la cárcel por besar a una mujer.

Hace un mes un indígena se tiró descalzo a los rieles del Metro.

Hace un año fue la masacre de Barranca, comandada por la bestia triunfante.

En esta época incierta, la única certeza que tengo es que día a día debo construír mi propio olvido.

(El escritor es un fantasma que no debería besar a una mujer, ni dar autógrafos ni firmar sus libros).

Yo no sé, como les digo, si volveré a escribir; supongo que sí. 

 

 

                                                                                  

 

                                                                       Fin

 

 

 

Indice

 

1.- Breve tratado

 

- El sofá americano

- Marta y el cazador No 1, 2,3

- La joya de ópalo

- Luz Dary era bella

- Una mujer por cárcel

- Estela es alcohólica

- Amor y patología                                                                             

- El poeta                                                                   

- La uña encarnada

- Musas y mozas de la ópera

- El sueño de Borges

- La ceguera de Borges

- Expresionismo alemán

- La flor y la locura

- El gusto por lo oscuro

- Las dos hermanas

- Entre amigos

- Travestido

- Las cosas del cielo y de la tierra

- Mujeres desenfrenadas

- El bibliófago No 1, No 2

- Las anglosexonas 1

- Las anglosexonas 2

- El hombre

- Patabernario

- Todos somos Fausto

- Don’t worry

- Homeopatía

- Auto-novias

- Conciencia desdichada

- El clarinete

- Pruebas nacionales del ICFES (Para ingreso de los estudiantes a la Universidad)

- Pequeño homenaje a Baco

- Informe del Instituto de Estudios de-Género

- El hombre condón

- Pas de condom, pas de bon-bon

- Gustos literarios

- El abismal vacío del afecto -AVA- (Sexo y Economía)

- Literatura colombiana

- El frenólogo y yo

- El arqueólogo

- Tim

- Hacedor de vitrales

- El escritor

- Pesimismo ilustrado 1,2,3

- El hombre de la bolsa negra

- Declaración de amor

- El inventor

- Ciudad infame

- Naked city

- Arte natura

- El hombre lobo

- Obsesión masculina, obsesión femenina, obsesión gay

- El profesor de Semiología (Simbología del cuerpo)

- Generación Virgus Pen-Club

- Un juez sin rostro en Virgus-Club

- El beso, el alma, el dolor de cabeza, la semiología, el ciego, el ojo, soledad, la televisión, la prisión, el cementerio

- Mi mujer

- Biología

- El observatorio de Falopio

- La eternidad

- Contra el estrilo mandarín ( A propósito de la literatura colombiana)

- Experiencia humana

- El opaco mundo de los objetos

- La pintura del mundo

- Gauguin

- El objeto del mundo

- El nombre de la rosa

- Arte poética

- Montreal

- Niña postmoderna

- Modernidad y post-mortem

- La infancia

- The manager

- Demonius politicus

- Marion Crane

- Imago mundi

- Oh vida

- Roxbury

- El orientalista

- La flor virtual del estío

- Solipsista

 

2.- Memoria de escritor

 

- El tiempo de la escritura

- El escritor y la voz que digita

- El escritor y la fragilidad

- El escritor y los peldaños negros

- La escritura y el caracol

- La única posibilidad del escritor

- El escritor y el silencio

- El escritor y los trabajos ajenos

- El escritor y la sensibilidad

- El escritor y las preguntas

- El escritor y la belleza

- El escritor y los viajes

- La formación espiritual del escritor

- El escritor y la novela

- El escritor y el espejo a la inversa

- El escritor y sus autores predilectos

- Los movimientos interiores del arte

- Las máscaras de un escritor

- Buena escritura, malos tiempos

- El escritor y la cotidianidad

- El acto de la creación

- La palabra poética precisa

- El escritor y su época

- El escritor y la vida

- El escritor y la depresión

- La escritura y el deseo

- El escritor y el amor

- El escritor y las mujeres

- El escritor, la novela y la muerte

- El escritor y la muerte

- El escritor y la angustia

- Las lecturas y el escritor

- El escritor y la marginalidad

- La escritura marginal y la escritura esnobista

- El cuento y la novela

- El escritor y la adversidad

- La armonía triangular del escritor

- El escritor y la juventud

- El escritor ante la barbarie

- El escritor y las armas

- El escritor, el alcohol y las drogas

- El escritor y Dios

- El escritor y sus contemporáneos

- El escritor y los libros

- El escritor y la levedad

- El escritor y la pesadez

- El escritor y la modernidad

- El escritor y el paraíso

- El escritor y el infierno

- El escritor y el suicidio

- El escritor y la lectura

- El escritor y sus años

- La experiencia interior del escritor

- El escritor y el humor

- El escritor y el Estado

- El escritor y su ego 1, 2

- El escritor es como el elefante

- El escritor es como el corredor de fondo

- El escritor y su amante

- El escritor y las revelaciones

- El escritor las cópulas

- El escritor y el computador

- El escritor y la neurosis

- El escritor, el computador y la neurosis

- Escritor excéntrico

- El escritor ante la soledad

- El escritor y su género

- El escritor y su diccionario personal

- El escritor y el tiempo

- El escritor y el sufrimiento

- Los escritores tropicales

- La última novela del escritor

- El escritor y la literatura

- El escritor y la duda

- El escritor y el destino

- Memoria de escritor

 


Fabio Martínez.

 

Nació en Cali, Colombia, 1955. Egresado de Literatura e Idiomas de la Universidad  Santiago de Cali, obtuvo una Maestría en Estudios Hispánicos en la Universidad de la Sorbona de París y un Doctorado en Semiología Literaria en la Universidad de Quebec en Montreal, Canadá. Su novela Un habitante del Séptimo cielo, 1988, obtuvo Mención Especial en el Concurso “Ernesto Sábato”. Su libro de cuentos Fantasio, 1992, fue destacado en la Enciclopedia Británica. Su libro de relatos Breve tratado del amor inconcluso obtuvo el Primer Premio Jorge Isaacs, 1999. Ha vivido en París, Madrid, Barcelona, Montreal y Bogotá. Ha sido colaborador especial de Diario 16 de España, Radio Deustche-Welle de Alemania, La Casa Grande de México y el Magazín Dominical de El Espectador de Colombia. Fue Director fundador del periódico La Palabra de la Universidad del Valle. En la actualidad, es profesor titular de la Universidad del Valle y columnista de El Tiempo-Cali.